En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mi son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante». (Juan l0, 1-10)
Encontramos el tema “puerta” en la bendición que hacen a Rebeca sus hermanas, cuando parte para desposarse con Isaac.
‘Oh hermana nuestra, que llegues a convertirte en millares de miríadas, y conquiste tu descendencia la puerta de sus enemigos.’ (Gn. 24, 60).
‘Jericó estaba cerrada a cal y canto por miedo a los israelitas; nadie salía ni entraba…’ (Jos. 6).
Las puertas del infierno no prevalecerán contra la roca, que es Pedro. (Cfr. Mt 16, 18).
A imitación de su Maestro, muerto, ‘descendido a los infiernos’, 1 P 3,19+, y resucitado, Hch 2, 27.31, la misión de la Iglesia será la de arrancar a los elegidos al imperio de la muerte, temporal y sobre todo eterna, para hacerles entrar en el Reino de los Cielos.[1]
Una puerta se abre cuando Cristo llega a nosotros en la predicación. Sí, por la necedad de la predicación viene Cristo a nosotros. Por eso es muy importante no solamente leer, sino también escuchar. Cristo, tiene poder de dar su Vida y volverla a recuperar (Jn 10, 21), poder que ha entregado a sus Apóstoles.
Dios lo resucitó y lo liberó de los lazos del Hades, pues no era posible que lo retuviera bajo su dominio… David vio el futuro (Sal 16, 8-11) y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la corrupción…’(Hch 2, 24ss).
El Camino del Árbol de la Vida, era custodiado por la llama de espada vibrante. (Cfr. Gn 3, 24). Jesucristo, vivo en la Iglesia, su Cuerpo resucitado, está presente en la comunidad cristiana, para abrir o cerrar con su Palabra y por sus Sacramentos, el acceso al Árbol de la Vida.
Por fin, en el Apocalipsis, encontramos las doce puertas de la Ciudad Santa que baja del cielo: la Jerusalén celeste. Las 12 puertas son 12 perlas, cada puerta está hecha con una sola perla. (Ap 21, 1-27). Y según el evangelio de hoy, la puerta es Cristo. (Jn 10, 7).
La evangelización, conduce al Bautismo, representado en las ‘puertas’ de perlas preciosas que simbolizan ‘el Don de la Vida’, porque dan entrada al Reino de Dios y de su Mesías, Cristo Jesús. Qué curioso, esta perla preciosa ha sido estimada en nada, como si la Iglesia tuviera otras tareas más importantes que la de prepararnos a guardar todo lo que Cristo ha mandado. (Cfr. Mt 28, 20).
Recibido el Bautismo de pequeños, se pensaba que ya estaba todo hecho, como si el Bautismo, en el orden sacramental, diera de un modo ‘definitivo’ la identidad cristiana. Dice el presbítero: Al pedir el Bautismo para vuestro hijo, ¿sabéis que os obligáis a educarlo en la fe, para que este niño, guardando los mandamientos de Dios, ame al Señor y al prójimo, como Cristo nos enseña en el Evangelio?
R/ Sí, lo sabemos.
N., La Iglesia te recibe con gran alegría. Yo, en su nombre, te signo con la señal de Cristo Salvador.
La necesidad de una transmisión doméstica de la fe, ha sido tantas veces delegada a la escuela, que corre el peligro de dejar de ser católica cuando acepta enseñanzas que son falsedades. Mientras en casa, Los Simpsons han tenido más influencia en la formación de nuestra estructura mental y moral, que el Evangelio. Cuando entraron las masas a formar parte de la Iglesia (siglo IV), empezó a darse por supuesto que la comunidad eclesial ayudaría los recién bautizados a vivir la fe, como por ósmosis. Se pasó del “tú a tú”, Apóstol-discípulo en diálogo y escucha, a un subjetivismo rayano en gnosticismo cartesiano: ‘Je pense donc je suis’; se pasó del trato personalizado y comunitario, a un pasivo estar diluidos en una masa anónima dominical.
El Camino Neocatecumenal es una puerta bautismal que abre a un encuentro personal con Cristo en su Iglesia, es un itinerario de formación católica[2], para ayudarnos a vivir la fe en comunidades como la Sagrada Familia de Nazaret, y para transmitirla a las nuevas generaciones.
[1] Nota de la Biblia de Jerusalén a Mt 16, 18.
[2] Carta Apostólica Ogniqualvolta, 30 agosto 1990.