En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante» (San Juan 10, 1-10).
COMENTARIO
Jesús se presenta ante sus oyentes como el Buen Pastor, en contraste con el asalariado. Éste, como no le importan las ovejas sino que trabajo por su propio interés, cuando ve venir el peligro, huye dejando desamparadas a las ovejas. Por el contrario, el Buen Pastor ama a sus ovejas, las conoce por su nombre, una a una. Entre él y las ovejas se ha establecido una relación semejante a la que existe entre Jesús y el Padre: una estrecha comunión de amor que les hace ser el uno para el otro. Del mismo modo, el Buen Pastor, ama de tal modo a sus ovejas que da la vida por ellas. Pudiera ser un contrasentido, pues en la realidad, el pastor es más importante que las ovejas, sin embargo, para Jesús, éstas son las primeras que hay que salvaguardar, porque el Buen Pastor ha venido para servir a las ovejas, no para servirse de ellas, como hacen los asalariados.
Dios está a nuestro servicio, Él no nos ha creado para que le sirvamos, como si tuviera necesidad de servidores. Dios no necesita nada, sólo da y se nos da en su creación y se nos da en el cuidado que tiene para con nosotros. Todo lo que Él hace y todo lo que permite, es para nuestro bien. Todo es gracia suya. Por ello, y porque nos ama, somos nosotros los importantes. Mientras que los asalariados miran exclusivamente por su provecho y no les importa que se pierdan las ovejas, el Buen Pastor cuida por todas ellas hasta dar su vida.
Y su mayor deseo es reunir a todas las ovejas en un solo rebaño, bajo un solo pastor. Un rebaño para que nadie se pierda; un pastor para que las ovejas sean bien servidas. Y servidas hasta el extremo.
El Buen Pastor es amado por el Padre, porque en todo se parece a Él, pues ama y se dona hasta la entrega de la propia vida, por lo que se iguala al Padre en el don total de sí mismo. Y entrega su vida voluntariamente, pues nadie le fuerza a ello, y al dar la vida, la recupera. Es el poder que ha recibido del Padre, porque la vida está en amar y cuando uno ama hasta el extremo de entregar la vida, es, entonces, cuando la tiene en plenitud. La vida se nos ha dado por amor y es amando como se vive. Esta es la paradoja: cuando más se pierde la vida libremente, más se gana, pues el amor es más fuerte que la muerte.
Hoy necesitamos pastores, que como Cristo, amen a sus ovejas hasta el extremo; no teman al lobo y puedan enfrentarlo para defender a las ovejas, aunque ello comporte riesgo y riesgo extremo, pues no hay que temer a quien sólo puede quitar la vida terrena, pues al darla es cuando se alcanza la Vida verdadera.