“Yo decido. Yo hago lo que quiera con mi vida”. Es una fórmula hecha para no pensar, para no discernir. El discernimiento nos dice si esto es de Dios o no es de Dios. Podemos decidir por cuenta propia porque Dios nos dio libertad y nadie nos la va a quitar, pero hay que discernir qué voz oímos, qué influencias aceptamos. Cada uno es responsable de cómo alimenta su inteligencia.
El mundo griego, reflejado en las epopeyas de Homero sabía que el mayor peligro del hombre es la hybris, la arrogante autosuficiencia con la que el hombre se erige en divinidad, quiere ser él mismo su propio dios, ser dueño absoluto de su vida, sacar provecho de lo que ella puede ofrecer. Esta es la verdadera amenaza del hombre: la conciencia de autosuficiencia de la que se ufana.
Una persona que tiene fe, apuesta por lo que no se ve. Y esa persona está segura de que la verdadera felicidad se encuentra en la otra vida. Como le dijo la Virgen a Bernardita: “No te prometo hacerte feliz en esta vida, pero en la otra, sí”.
Las bienaventuranzas son fórmulas de felicidad. Son el centro de la predicación de Jesús. Las bienaventuranzas “iluminan las acciones” y quedan inauguradas en la vida de los santos. Los santos son los que han entendido qué estamos haciendo en la tierra.
La primera bienaventuranza que menciona el Señor es la pobreza: Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos”.
San Francisco de Sales dice: No centremos la mirada sobre nosotros mismos sino sobre el Señor”. No se trata de “negociar” con Dios, sino aceptar lo que nos manda y acomodarnos a la Cruz. A Dios no hay que darle ideas sino aceptar el camino que él traza para nosotros. Si yo diseño mi santidad eso no es santidad, es “vanidad de vanidades”.
Vivir según la libertad de los hijos de Dios no es vivir de acuerdo a los propios estados de ánimo, sino según la caridad, y en eso está la libertad. El hombre espiritual que es libre no se apega a los consuelos sino que recibe las aflicciones con dulzura porque quiere a Dios. El hombre espiritual no pierde la alegría por largo tiempo.
Benedicto XVI afirma que la sociedad de hoy ya no es monoteísta, es politeísta. Adora el dinero, el sexo y el poder. Por eso un hombre fiable es el que ha renunciado a estos tres “dioses” para servir al Dios verdadero, porque ese hombre no es comprable. Hay personas entregadas a Dios que pueden dudar de su dedicación a Dios porque prefieren pensar en ellas mismas, gozar, viajar. No saben leer los signos de los tiempos. Es tiempo de prepararnos para la gran batalla, es tiempo de rezar y de consolar a Jesús, que está triste por la indiferencia de tantos. Están a punto de llegar los episodios más difíciles de la historia de la humanidad.
Vivimos una historia cuyo guionista es divino. Todos formamos parte de algo cuyo alcance excede su comprensión. El discernimiento debe aplicarse a asuntos de importancia, tales como la elección de vocación, y decisiones que puedan afectar el curso de nuestra vida. Una persona sin discernimiento toma las cosas a la ligera, no es capaz de hacer un juicio cabal sobre la realidad ni actuar consecuentemente. La falta de discernimiento lleva a actuar sin sopesar lo que se hace. San Pablo dice: “No conformen su mentalidad a la de este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para poder discernir cuál es la voluntad de Dios; lo bueno, lo que es agradable, lo perfecto” (Rom 12,2). Discernir qué situaciones nos ayudan a seguir el plan de Dios y cuáles nos apartan de él.
Un doctor en Teología dijo: “El hombre necesitado es siempre religioso. El hombre satisfecho de sí mismo, orgulloso, no cree, no espera”. Las personas más felices de la tierra son los católicos, no “todos los católicos”, sino los católicos que viven de acuerdo a lo que creen.
El camino de la gloria va hacia abajo.
Baja si quieres subir;
Pierde, si quieres ganar:
Sufre, si quieres gozar;
Muere si quieres vivir (San Juan de La Cruz).
Jesús le dio unos consejos a Santa Faustina para combatir la guerra espiritual. Anoto algunos: Pon tu amor propio en el último lugar para que no contamine tus obras. Ten una gran paciencia contigo misma. Evita la murmuración como una plaga. Si alguien te causa problemas o te hace sufrir, piensa en el bien que le puedes hacer. Cuando te golpeen, escóndete en mi Corazón. Lucha con la convicción de que Yo estoy contigo. No te dejes guiar por el sentimiento, porque no siempre está bajo tu control, todo el mérito radica en la voluntad. No te desanimes con la ingratitud. No examines con curiosidad los caminos por donde Yo te dirijo. Prepárate para las grandes batallas; todo el cielo y la tierra te están mirando.
Rebeca Reynaud