Una herida siempre abierta
Me llamo María Esperanza Puente y sufrí un aborto provocado hace diez años.
No fui libre para tomar la decisión. Me vi abocada al aborto por el abandono de mi pareja. Me encontré sola y asustada; sin ningún apoyo para seguir adelante con mi embarazo, que era lo que realmente quería. Lo único que me ofrecieron fue el aborto como algo sencillo, fácil, indoloro para acabar con el problema.Pero la realidad a la que me enfrenté fue muy distinta”
Así comienza el testimonio desgarrador de una mujer que hoy proclama a los cuatro vientos que hay otras salidas. La situación de indefensión y desamparo, la soledad y el vacío en el que esta mujer se vio sumergida y en el que se encuentran tantas mujeres hoy en día, ha impulsado a Esperanza a dedicar su vida a informar, apoyar y ayudar a las mujeres que se enfrentan a un embarazo inesperado con dificultades. Y esto es posible para ella al experimentar el perdón de Dios que la hizo poder reconciliarse consigo misma. Nadie mejor para ponerse en el pellejo de todas aquellas futuras madres que, llenas de miedos y angustias, no tienen quién les dé una palabra que las salve a ellas de las consecuencias del aborto y a sus hijos de la muerte.
Una vida difícil
Nació en un pueblo pequeño donde todos se conocían .Con 18 años se quedó embarazada y tomó la decisión de no casarse y marcharse lejos. En su cabeza se hace hueco la decisión más dramática.”Pero Dios tenía otros planes para nuestras vidas, especialmente para mí”.
Decides trasladarte a Madrid pensando que sería una liberación y te encontraste de nuevo en la misma situación
Sí. Por un milagro seguí adelante y me fui a trabajar a Madrid y en pocos meses me llevé a mi hijo conmigo. Me sentí como un pajarillo escapado de su jaula, en un lugar donde la gente no se conocía ni criticaba. Podría tomar decisiones, hacer y deshacer sin estar pendiente del qué dirán. Empecé a salir con un chico en una de esas relaciones sin compromiso y me volvió a pasar. Esta vez él no quiso saber nada, me recomendó que lo mejor era el aborto y desapareció.
Asustada y abandonada tomaste la decisión que te parecía más fácil: ¿fuiste libre?
Sola y sin apoyo no fui capaz de enfrentarme a mi familia. Encontré información del centro Dator de Madrid, uno de los centros donde más abortos practicaban. Era un negocio: hacer dinero a costa del desamparo y la angustia que sufrimos cuando entramos por la puerta de uno de esos centros. Llamé por teléfono y me dieron 24 horas para la intervención. Con tan poco tiempo y bajo presión, no sólo no fui libre para tomar la decisión, sino que entré como cordero al matadero. Ya no era persona. Me llevaron a una sala de espera y encontré un panorama devastador: sólo tristeza.
Allí nadie habla con nadie. Las mujeres lloramos sin lágrimas y gritamos sin voz. Luego te hacen una ecografía, en la que no te enseñan la pantalla para no ver a tu hijo, y te entrevista un psicólogo al que no le importan las condiciones en las que te encuentras.
Me hicieron entrar en un habitáculo donde sólo había espacio para una camilla. El que realizó la intervención —no quiero llamarlo médico porque me parece un insulto a la inteligencia—, cuando acabó se marchó. Su ayudante recompuso el cuerpecito roto de mi hijo y, sin ningún tipo de humanidad, dejó a mi lado los restos. Creí morir, se me paralizó la sangre y empezó a faltarme el aire.
Dios aparece en medio del sufrimiento. Desde ese momento, ¿cómo pudiste seguir adelante con tu vida?
No sé cómo llegué a mi casa, pero me pasé dos días llorando sin salir de la cama. Tenía un niño pequeño que sacar adelante. Desde el primer momento sufrí el síndrome posaborto; pasé años con angustia, depresión, sentimiento de culpa… Me volví promiscua buscando quedarme embarazada para reparar la pérdida de mi hijo. Fue entonces, con una crisis de ansiedad aguda, cuando fui consciente de que tenía un problema serio y pedí ayuda psiquiátrica privada, porque en la sanidad pública me la negaron. Pude empezar a vivir y a volver a besar y abrazar a mi hijo.
En este punto de tu vida experimentas que tienes un Padre al que no se le escapa tu sufrimiento.
Encontré el camino hacia Dios y experimenté el perdón de Jesucristo; así me curé las dos heridas que provoca el aborto: la humana y la espiritual. Yo tenía la certeza de que Dios como Padre me iba a perdonar; pero el engaño del demonio era que yo no tenía derecho a ese perdón. Durante mucho tiempo, a pesar de recibir la ayuda humana, no me atreví a acercarme a Él. El sentimiento de culpa es complejo y difícil de superar para las mujeres que han sufrido un aborto provocado. El haber participado en la pérdida de un hijo nos daña profundamente. Para las mujeres que tenemos creencias hay que añadir el sentimiento de ofensa a Dios. Dios permitió que experimentara durante un tiempo su silencio hasta que en un momento, dentro de la Iglesia, me sentí perdonada.
A partir de ese perdón sientes que tienes una misión en la que puedes ayudar a los demás. ¿En qué consiste?
No se ha borrado de mi vida el haber participado en la pérdida de mi hijo, pero lo vivo con serenidad y esperanza, pues en el año 2000 un sacerdote me dijo que ese mal que yo había hecho iba a servir “para hacer mucho bien“. Me reí en mi interior y pensé: “¿A quién le voy a contar yo esto? Este hombre está loco”. Hasta ese momento nadie, salvo el psiquiatra y yo, conocíamos mi dolor y mi trauma.
En el año 2004 conocí la Asociación Víctimas del Aborto en España y me propusieron dar mi testimonio públicamente. El mundo me está conociendo por contar la verdad sobre el aborto. En la actualidad soy la portavoz de la Fundación REDMADRE. Me dedico a dar testimonio por toda España y otros países. He estado en Nueva York, en el Congreso de la Mujer Pekín 10, en la ONU y en los Congresos Internacionales Provida de Perú, Colombia y México.
Los últimos datos oficiales en España son de 2006 y señalan que se han superado los 100.000 abortos. En diez años se han multiplicado por dos, con un crecimiento anual del 10%. Las cifras señalan que ni con la píldora del día después ni con los anticonceptivos —supuestas soluciones para evitar embarazos— se ha reducido el número de abortos. En la actualidad es la principal causa de mortalidad en España y las consecuencias para las mujeres que lo sufren, englobadas en el llamado síndrome posaborto (SPA), son devastadoras.
“Nunca estarás sola”
Este es el lema de la Fundación REDMADRE nacida en 2007 y que tiene como objetivo activar una red solidaria de apoyo, asesoramiento y ayuda de todo tipo a la mujer que lo necesite. Ofrece atención telefónica las 24 horas del día a través del 902 188 988. También ha puesto en marcha la página web: www.redmadre.es. En este primer año se han recibido cerca de mil consultas de mujeres de edades comprendidas en su mayoría entre los 15 y 25 años y en menor porcentaje entre los 26 y 35 años. La nacionalidad de estas mujeres es variada: un 62% son hispanoamericanas, 20% de países del este de Europa, 10% españolas y 8% marroquíes.
La Fundación realiza campañas de difusión en medios de comunicación e intervenciones en centros educativos de toda España.