En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!»
Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: «Venid, que ya está preparado.» Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: «He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor.» Otro dijo: «He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor.» Otro dijo: «Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir.» El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: «Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos.» El criado dijo: «Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio.» Entonces el amo le dijo: «Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa.” “Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete” (San Lucas 14, 15-24).
COMENTARIO
Esta parábola que nos relata san Lucas aparece también en Mateo 22, y el banquete al que se refiere figura en el Apocalipsis 19,9 donde una muchedumbre asiste “ a la gran cena de las bodas del Cordero”
En la Biblia las rotundas palabras de los profetas nos dejan siempre el corazón temblando; hoy nos inquieta la última frase de la parábola : “ Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete”.
Nos atreveríamos a decir: Señor, ¿ no es un poco dura esa frase para aquellos que fueron a atender sus reses, a ver su nuevo campo o a gozar su boda? Tú eres un profesional del perdón, tú impusiste a Pedro las setenta veces siete, vas a guardar rencor por aquella vez que dijeron: No voy
Pero primero debemos identificar cual es es la llamada trascendental e importante que hace estar tan severo a Jesús ante el desprecio a su invitación.
Los Escrituristas ven en esta parábola al pueblo de Israel rebelde y desleal con su Dios, que rechaza ahora asperamente a su Mesías prometido, que viene a salvarlos. La parábola se dirige a oyentes, muchos de ellos fariseos engreídos, que por la dureza de su corazón rechazan a Jesús. Habían visto sus milagros, signos mesiániscos, pero su prepotencia pone sus leyes por encima de la piedad y el bien del pueblo oprimido por ellas, y su soberbia no se inclina.. En el salmo 95, que se reza en la oración de laudes, Dios recuerda lo sucedido en Meribá el día de Masá en el desierto cuando le pusieron a prueba a pesar de haber visto sus prodigios para salvarlos y ” les juré en mi cólera que no entrarán en mi descanso”.
Por eso, el señor del banquete manda a sus servidores fuera de la ciudad, donde están apartados por una ley inhumana, los impedidos, los pobres, los cojos, para que los inviten a la cena “hasta que se llene la casa”. Más tarde los apóstoles son enviados a predicar a los gentiles, a los extranjeros de paises lejanos, despreciados por la ley judía. Los gentiles como vemos en las cartas de Pablo aceptan con ánimo la Buena Nueva, como los pobres, los más incultos y menos preparados, porque sin las ataduras de las riquezas ni los vistosos proyectos de éxito social, pueden probar vuelos nuevos.
Si lo traemos al mundo de hoy, vemos como la vieja Europa, que tuvo el privilegio de la institución del cristianismo está paganizada, abandona los pilares de su civilización cristiana y pronto se verá sobrepasada por el vigor de la iglesia en África y América, como empieza a estarlo en Asia. Son continuas sus llamadas y repetidos nuestros: No voy. Cualquiera que rebusque en su vida espiritual tropieza con esas veces en que respondió al Señor con tontas disculpas. Es verdad que Él exige, sí, el abandono de otra actividad o proyecto, al fin comida basura, para ofrecer las delicias de su banquete . Esperamos que repita su llamada, contestaremos y sí, seremos perdonados y aquel día sin noche asistiremos gozosos a la Cena que su amoroso corazón tiene preparado para los mansos y los humildes.