En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: – «ld y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis. No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en una ciudad o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludadla con la paz; si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudid el polvo de los pies. En verdad os digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquella ciudad». Mateo 10, 7-15
Imaginaos, los discípulos reciben la misión de ir a anunciar el evangelio, – los 72 que escuchamos el pasado domingo, y los 12 que escuchamos estos días en Mt 10, – y ellos van y se ponen a escribir una homilía. Algo así me pasa a mí, cuando me recuerda Victoria que me toca el Evangelio de este 7/7.
El texto es ese, la proclamación la escucharemos o ya la hemos escuchado, pero todo sigue igual… aquí nadie se mueve. ¿Será que el Señor habla, pero no hace? ¿Será que nosotros hablamos, escribimos pero no hacemos y pensamos que a Él le pasa lo mismo?
Pero no. Los obispos envían nuevos misioneros cada año, el nuestro de Madrid lo hace en la Catedral, en el día de la Ascensión. Los envía con poder para curar los enfermos: de lepra, del Ébola, de Sida, de la malaria, o de lo que sea. Con poder para expulsar demonios: los del odio, los de la mentira de la ideología de género que es una metástasis del marxismo. Con poder para resucitar muertos: por el kerygma, la Iniciación cristiana, el perdón de los pecados en el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.
Desde la Catedral de Madrid han salido este año religiosas, seglares, presbíteros, familias para la misión. Basta con mirar el cuadro de quienes somos y donde estamos los misioneros madrileños por el mundo, para darnos cuenta de la realidad y de la verdad de este envío. El Centro Diocesano Misionero de Madrid publica en testimonios, cartas y números esa presencia de nuestra Iglesia por todas partes. El Madrid Misionero n. 231 de jul-ago-sep 2016, se encuentra en la web: www.misionmadrid.com/index.
Las Cartas del Arzobispo Monseñor Carlos Osoro a las familias de los misioneros y a nosotros mismos, están en: www.madridmision.com.
Según www.omp.es/OMP/misioneros/estadisticas/misionerosespanoles.pdf., hay 14.000 misioneros españoles por todo el mundo: son 70.8% en América, 13.8% en África, 8.9% en Europa, 6.2% en Asia, y un 0.2% en Oceanía: www.omp.es
Una realidad que le hizo exclamar al Papa San Juan Pablo II, a su paso por Zaragoza, el 9/8/2011: ¡¡Gracias España!! Sin embargo, dice el Señor que ¡somos pocos! Y tiene razón. Miremos el mapa de los no-creyentes, de los que aún no han escuchado el Evangelio, de los que se han alejado de la Iglesia, de los que han apostatado de la fe bautismal… el Señor no los abandona.
En solo África había en 2007: 165.000.000 de católicos sobre 944.000.000 de su población total. Las estadísticas referidas al año 2014 muestran que el número de los católicos en 2014 era de 1.272 millones frente a los 7.200.000.000 de la población mundial en la misma época. Ahora, en perspectiva escatológica, ¿cuántos serán del número de aquellos que le ha dado el Padre a su Hijo, porque son suyos… para que contemplen su gloria, la que le ha dado porque le ha amado antes de la creación del mundo? Cfr. Jn 17, 9. 24.
Los católicos han aumentado en África (41%) que ha acusado, entre 2005 y 2014, un aumento de su población de 23,8%. En el continente asiático también se ha registrado un aumento de católicos superior al de la población (20% frente al 9,6%) y lo mismo ha sucedido en América (11,7% frente al 9,6%). En Europa el aumento de los católicos ha sido del 2% ligeramente superior al crecimiento de la población. En Oceanía los católicos crecen menos que la población (15,9% frente al 18,2%).