Jorge L. Santana«En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se acercaron a decirle: “Acláranos la parábola de la cizaña en el campo”. Él les contestó: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema: así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga”». (Mt 13,36-43).
Palabra dura pero esperanzadora nos deja Cristo. Esta cizaña, sembrada por el maligno es casi idéntica al trigo, tanto es así que hay muchas regiones donde se la llama falso trigo; tiene espigas y crece hasta la misma altura que el. Igual pasa con los partidarios del Maligno, que dice la lectura, casi no se diferencian al resto; engaña el porte y la presencia, así como la forma de comportarse, por eso solo por sus frutos los conoceréis. Hemos sido llamados para ser buena tierra, para transformarnos, muriendo, en el pan de la vida, donde crezca un trigo que dé fruto para el Reino de Dios.
Esta es la esperanza: ser justo es tener entrañas de misericordia, no tanto el cumplimiento de una ley que siempre nos hará juzgar al otro que no la cumple, sino amar como Cristo nos amó, siendo sus enemigos; Él nos amó cuando éramos rebeldes y pecadores, por eso ¿cómo juzgar al que tenemos al lado? Siempre el prójimo es Cristo. Dar la vida por él es morir como el grano de trigo, es ser la buena tierra donde brota la esperanza de la fe en el Reino de Dios, al que hemos sido llamados para brillar como el sol. Esta es la auténtica justicia: la misericordia se ríe del juicio. Pues no seremos examinados en la ley sino en el amor. A quien poco se le perdona poco amor muestra.
El maligno nos quiere confundir mostrando el mal como bien, lo malo como bueno, como la cizaña. Por eso no juzguemos a nadie, pues nosotros podemos ser también la cizaña engañados por el Maligno, incluso hasta nos puede convencer de ser el trigo, de ser estupendos y cumplidores, pues la cizaña también cumple exactamente como el trigo todas las apariencias, por eso no se debe cortar hasta que sea adulta, en ese momento se comprobará cuáles son sus frutos.
Esta es la esperanza a la que hemos sido llamados: “un cielo nuevo, y una tierra nueva (…) sus puertas nunca serán cerradas de día, porque allí no habrá noche.
Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella; …entrarán aquellos que estén inscritos en el Libro de la Vida”. El que tenga oídos, que oiga.