«En aquel tiempo, expuso Jesús una parábola a sus discípulos: “Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca. Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”». (Lc 21,29-33)
El Evangelio de San Lucas se presenta como un “mensaje de alegría” de cambio; mientras que en los Evangelios Sinópticos Jesús “predica”, es decir, se publica y constata el paso de Jesucristo haciendo el bien por este mundo, en Lucas Jesús “evangeliza”, es decir, anuncia la nueva y gozosa noticia de que la salvación de Dios se ha hecho presente, y este mensaje transforma y es motivo de alegría.
Veamos: el nacimiento del Bautista es una fuente de alegría no solo para su padre Zacarías sino para el pueblo; el anuncio del ángel a María empieza con el “alégrate llena de gracia”; en la visitación a su prima el Bautista “saltó de alegría” y María canta el Magnificat al Dios salvador. Con el nacimiento de Juan la alegría de la salvación comienza a extenderse y Zacarías canta un himno de acción de gracias (Benedictus).
El nacimiento de Jesús es anunciado a los pastores como “una gran alegría” que es “para todo el pueblo”. Los pastores, una vez que lo han visto, se vuelven “glorificando y alabando a Dios”. Simeón “tomó al niño en brazos y bendijo a Dios diciendo: ‘Ahora, Señor, puedes, según tu palabra dejar que tu siervo se vaya en paz’” (Lc 2,30) y Ana también expresa alegría alabando a Dios y hablando del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
En los milagros, San Lucas hace notar el gozo del agradecimiento que estos producen en los beneficiarios y en los espectadores. En las parábolas de la misericordia, la alegría de la salvación alcanza a la tierra y al cielo cuando vuelven los 72 de la misión a la que han sido enviados, y Jesús estaba “inundado de gozo” (Lc 10,21).
Zaqueo recibe a Jesús en su casa “con alegría” y lo mismo pasa con los habitantes de Jerusalén el Domingo de Ramos. Por último, si releemos el texto del Evangelio de hoy “Mirad la higuera y todos los árboles cuando echan brotes, sabéis que el verano esta ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca” descubrimos la buena noticia que nos invita a estar atentos en dos sentidos: hacia afuera en la comunidad, en la Iglesia, con los vecinos y compañeros y hacia dentro, dejando que esta palabra que hoy se nos anuncia nos ayude a vivir con alegría, en medio de la situación en la que cada uno nos encontramos.
Es verdad que no es fácil ver hoy las injusticias y alegrarse, ver la falta de trabajo, la falta de honradez y alegrarse, pero sí es motivo de alegría comprobar que no estamos solos, que hay personas cerca de nosotros a los que se les ven maneras y gestos que podemos decir que son brotes de perdón, de cariño, de escucha, de paciencia, de justicia, de misericordia, de alegría, de cercanía, de servicio, de entrega, de oración, de humildad. Cuando veáis estas señales sabed que el Reino de Dios sigue estando en medio de vosotros.
Alfredo Esteban Corral