En aquel tiempo, dijo el Señor: -«¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios!. Esto es loo que había que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y los saludos en las plazas! ¡Ay de vosotros, que sois como tumbas no señaladas, que la gente pisa sin saberlo!». Le replicó un maestro de la ley: -«Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros». Y él dijo: -«¡Ay de vosotros también, maestros de la ley, que cargáis a los hombres cargas insoportables, mientras vosotros no tocáis las cargas ni con uno de vuestros dedos! ». Lucas 11, 42-46
¡Viva la madre que te parió! Esta popular exclamación, más española y torera, es el equivalente a lo que dice el Evangelio que una mujer gritó entusiasmada ante la predicación de Jesús. Muchas veces, cuando nos llena de gozo una persona por su obra, gritamos cosas como esta queriendo exaltar a aquella mujer que nos trajo al mundo y crió a tan gran hombre, sea esto en el deporte, los toros, el mundo artístico o en lo que sea. Es un grito espontáneo de alegría y de agradecimiento por contar con una persona de tal valía que nos hace felices porque nos reporta satisfacciones.
En el mundo espiritual, gritar algo así a Jesús, es todavía mas auténtico porque estamos alabando a la Virgen María, la criatura mas excelsa sobre la tierra después de su Hijo. Cada vez que piropeamos a la Virgen, como se hace con frecuencia en Andalucía, cuando se saca en procesión sus imágenes, estamos alabando sin querer a su Hijo y al Padre.
La devoción a María que la Iglesia proclama desde sus orígenes, es la joya silenciosa de todo el misterio de Dios hecho hombre. Una mujer, se deja invadir por Dios con total generosidad y Dios puede hacer su plan de salvación previsto desde toda la eternidad para los hombres. Simple pero grandioso. Un sí de una criatura que permite que Dios se encarnarse y se ofreciese a todos los hombres.
Gracias a esa madre que “parió y crió” al redentor, pudo esa mujer del Evangelio escuchar a Jesús y entusiasmarse con su palabra. Nosotros hoy hacemos lo mismo, nos llenamos de alegría al ver que la Palabra de Dios guía nuestras vidas y es nuestra fuente de felicidad más profunda. Y agradecidos, vitoreamos a su Madre.
Pero lo que Jesús responde al escuchar el piropo a su madre, matiza el trasfondo de toda devoción a María, Claro que María es dichosa por ser la Madre de Dios, pero lo es, exactamente por eso. Nuestro gozo en María nos tiene que llevar a escuchar mas y mejor y cumplir mas y mejor su palabra, la Palabra de Dios. Si la devoción a María se queda en ella, nos quedamos en los medios, aunque sean excelsos y no llegamos al fin. Estaríamos en una extraña herejía como la de aquél andaluz despistado, mas “forofo” que devoto de la Virgen del Rocío que decía convencido: “Yo no creo en “Dio”, pero a “zu” Madre, el que la “farte” el respeto, lo mato…”
De María a Jesús y de Jesús al Padre. Ese es el esquema. Los medios son importantes porque nos conducen al fin supremo de la vida de todo hombre Cumplir la voluntad de Dios, vivir su Palabra.
Hoy celebramos la Festividad de la Virgen del Pilar. Una manifestación preciosa de María que nos explica bien este Evangelio. María aparece en un pilar, en una columna, para decirnos algo importante, con claridad y con delicadeza de madre: “haced lo que El os diga” . Con esta sencilla receta, como en Caná, esa Madre habrá cumplido su verdadera misión, darnos a Jesús para llegar con El al Padre. Jerónimo Barrio.