Ante la escasez de Amor, principal Virtud Evangélica, que nos lleva a considerar al prójimo como hermano, lo que podemos llamar “virtud cívica” o “perfecta actuación del hombre según su naturaleza y su actividad específica” (que diría Aristóteles) no dejaría de ser un gran bien para España si llegara a presidir el quehacer diario de todos y de cada uno de los señores diputados recientemente elegidos; de hecho, esa “virtud cívica” es lo menos a esperar por parte de los ciudadanos de a pie cuando, con nuestro voto, delegamos en ellos la responsabilidad de gestionar adecuadamente los asuntos públicos:
Desde esa perspectiva, carece de sentido no aplicar a la Política una elemental Moralidad que podría definirse con el mandamiento de “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”, de donde resulta que la principal consecuencia de la buena política sería mayor facilidad para que la persona (tú, él y yo) cumpla con sus deberes y vea respetados sus derechos.
Claro que, la buena Política depende más de la Ética o valores morales que de la Estética o “arte” del bien parecer, tanto más cuanto esta última es tan dependiente de los aires y caprichos del vaivén modernista: los valores en que se apoya la Ética son los garantes de la libertad, responsabilidad y buena armonía entre todos nosotros mientras que la Estética, dado que “sobre gustos no hay nada escrito”, no pasa de una “convencional manera de aparentar, ver y tratar” dependiendo de unas tendencias y gustos al albur de volubles prejuicios y tan manipulable por la publicidad del momento sin que tengan porqué condicionar el civismo de las personas: aunque, a veces, “el hábito haga al monje”, no se puede decir que tal nueva manera de vestir es moralmente más reprobable que su antecedente ni tampoco que el cultivar las “educadas maneras” representen garantía alguna de buen comportamiento.
Corramos, pues, un tupido velo sobre eso de que tanto se discute hoy día y vayamos al grano con la siguiente pregunta: ¿están animados por el servicio al bien común todos y cada uno de los diputados de los que tanto depende el porvenir de España?
Pensamos que el Sentido Común nos puede ayudar a despejar esa incógnita, cuestión que debería ser el objetivo principal de los “padres de la Patria” que hoy se encuentran ante el desafío de elegir el mejor equipo de gobierno para España; claro que, a decir verdad, tales “padres de la Patria”, en cuanto no pueden votar secretamente, votarán lo que diga el “Jefe”: sea caminar hacia la definitiva salida de la crisis o sea dar un paso más hacia el abismo.
A pesar de ello y en voluntarioso uso de ese bendito sentido común , atrevámonos a decir que, para un político de bien, es de absoluta vergüenza actuar contra la naturaleza y actividad específica de esa, aunque desprestigiada, noble profesión que, esencialmente, consiste en aplicarse al servicio del Bien Común.
Terminemos señalando que la Política, “Arte arquitectónico de la Sociedad”, que dejó dicho el Sabio, es bastante más que un juguete, a veces, en manos de los que llegan a considerarse por encima del bien y del mal luego de ver a todos los demás como medio para endiosar a su propio ego.
Antonio Fernández Benayas.