En aquel tiempo, Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. “Venid a mí todos los que estáis fatigados (…), yo os daré descanso» (San Mateo 11, 28-30).
COMENTARIO
Hoy, ante un mundo que ha decidido darle la espalda a Dios, ante un mundo hostil a lo cristiano y a los cristianos, escuchar de Jesús provoca consuelo, alegría y esperanzas en medio de las luchas cotidianas: «Venid a mí todos los que estáis fatigados (…), yo os daré descanso»
Las palabras de Jesús resuenan íntimas y cercanas. Somos conscientes de que el hombre contemporáneo sufre una enorme presión psicológica. El mundo gira y da vueltas de tal manera que no tenemos tiempo ni paz interior suficientes para asimilar estos cambios. Nos hemos alejado frecuentemente de la simplicidad evangélica y estamos cargados de normas, compromisos, planificaciones y objetivos. Nos sentimos agobiados y cansados de luchar sin ver resultados convincentes. Las investigaciones recientes afirman que la depresión aumenta. ¿Qué nos falta para encontrarnos bien?
Pero las palabras de Jesús contienen la promesa del alivio que proviene del amor de Dios. Alegría, porque hacen que el corazón manifieste en la vida, la seguridad en la fe de esa promesa. Esperanzas, porque caminando, en un mundo así de resuelto contra Dios y nosotros, los que creemos en Cristo sabemos que no todo acaba con un final total oscuro y absurdo. Nuestro fin es ir al cielo, al amor de Cristo, “yugo” de una ley que no se basa en la limitada capacidad de los voluntarismos humanos, sino en la eterna voluntad salvadora de Dios.
Jesús mismo es “cielo” en el sentido más profundo y verdadero de la palabra, es Él en quien y a través de quien se cumple totalmente la voluntad de Dios. Nuestra voluntad nos aleja de la voluntad de Dios y nos vuelve mera “tierra”. Pero Él nos acepta, nos atrae hacia Sí y, en comunión con Él.
Dios continúa invitándonos, deseando lo que es bueno para nosotros. Éste es el Dios que nos lleva a aguas tranquilas, que desea que ese trabajo sea servicio, no esclavitud. Se nos promete la ayuda gentil y humilde que necesitamos para que caminemos con más ligereza en la vida, sabiendo que Él está con nosotros.
El yugo de Jesús es su nueva ley, amar al otro como Él nos ama. Es fácil, porque Él nos da la fuerza para hacerlo.