Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “El reino de los cielos se parece a un propietario que, al amanecer, salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tatrde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros parados y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”. Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz:” Llama a los jornaleros y págales el jornal empezando por los últimos y terminando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: “ Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”. Él replicó a uno de ellos: “ “Amigo, no te hago ninguna injusticia ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? O ¿vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?” Así los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.” (Mateo 20, 1-6)
Jesús describe el reino de los cielos con escenas cotidianas del mundo rural, en el que estaba inmerso. Es habitual también en nuestros pueblos que los jornaleros eventuales, ya que se necesita, en los distintos tiempos de la agricultura, reforzar el número de trabajadores, se instalen en las plazas para que los propietarios de las haciendas, vayan allí a contratarlos para una jornada o una semana.
Algunos exégetas hacen una interpretación de los distintos grupos llamados a las distintas horas; los primeros serían los judíos del antiguo testamento, posteriormente los gentiles, y los llamados a la hora undécima son los apóstoles. También puede interpretarse como la distinta edad en la que el Señor hace la llamada.
Desde el punto de vista de la justicia laboral humana resulta ésta una parábola dificil de comentar, pero es una parábola; nada es como en las leyes humanas. No pretende Jesús darnos recomendaciones sobre cómo debemos pagar justamente a nuestros asalariados. No.
Los que van los primeros no son por ello los mejores, pero son los que más se quejan y el dueño de la viña les dice: “¿No conviniste conmigo?” y les da lo estipulado. En el reino de los cielos ni el tiempo ni la calidad crean mérito. De hecho los presenta con el mismo ataque de envidia, que el hermano mayor al contemplar el perdón del padre a su disoluto hermano, en la parábola del hijo pródigo. “O ¿tienes tú envidia porque soy bueno?”
Este evangelio viene inmediatamente después de la pregunta de Pedro “Nosotros lo hemos dejado todo por seguirte ¿qué recompensa nos espera?” (Mt 19,27) Malo es pensar en la retribución como un jornal , como algo que el señor de la viña nos debe, con un espíritu comercial o bancario. No, el que ha ido antes a la viña mejor para él si ha entendido el evangelio, porque ha disfrutado más días del perdón y la amistad de Dios. Además trabajar para el prójimo es un deber de hermanos hijos del mismo padre Dios.
Y termina con una frase, que se repite en otros pasajes evangélicos y que nos deja totalmente descolocados: “Así los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”.
Pienso que estos últimos son los débiles, y, como siempre en el Evangelio, se nos presenta la preferencia de Jesús por los que menos tienen.
No debemos olvidar, que los últimos dicen que estan en la plaza porque nadie les ha llamado. Naturalmente no se refiere a la intencionada dilatación de la entrega al servicio, si no a los que no han nacido en un ambiente cristiano, los que no han recibido la fe de sus padres, los que tienen menos talento, menos amigos, menos carisma, los que han tenido menos oportunidades, los publicanos, las prostitutas : el Señor premiará su respuesta, su disposición y su entrega, en la hora última.
En Dios todo es regalo. Su justicia es la justicia del amor, donde no tiene cabida la medida rigurosa del tiempo entregado. En Dios no hay tiempo. Él es señor y dueño del tiempo y lo derrocha a su gusto. Tendemos a veces a calibrar la justicia de Dios, pero nada entendemos de sus baremos. ¿Quién se atrevería a valorar el amor y la entrega de estos jornaleros de la hora última?