Si hay un personaje bíblico que me resulta especialmente inspirador como hombre valiente que no tuvo miedo a soñar, ese es José; hijo de Jacob y biznieto de Abrahán. La Biblia comienza a relatar la historia de José en el capítulo 37 del libro del Génesis, cuando tenía tan solo 17 años de edad. Este hombre será quien establece el lazo de unión entre la primera gran etapa de la Revelación de Dios por medio de los patriarcas (Abrahán, Isaac y Jacob), y una segunda gran etapa que comienza con el Éxodo y la salida de la esclavitud de Egipto por mano de Moisés.
José fue valiente porque se atrevió a soñar, a pesar de acarrearle muchos problemas. El texto bíblico nos dice que sus hermanos le tenían envidia debido a estos sueños y al hecho de que era el preferido de su padre, por ser el hijo de la ancianidad (cf. Génesis 37:3-11). El odio de sus hermanos hacia él llegó hasta tal punto que José fue vendido por ellos por unas pocas monedas de plata, no sin antes haber planeado matarle y quitarle de en medio:
“¡Mirad, ahí viene el soñador! Vamos a matarlo y lo echaremos en un pozo cualquiera. Después diremos que algún animal feroz lo ha devorado. Veremos entonces en qué paran sus sueños.” (Génesis 37:19-20)
La Providencia de Dios se vale de los cálculos humanos y sabe transformar en bien sus malas intenciones. No solo es salvado José de morir, sino que incluso el crimen de sus hermanos de venderlo por unas pocas monedas a unos comerciantes que pasaban por allí y que se dirigían a Egipto, se convierte en instrumento del designio divino ya que la llegada de los hijos de Jacob a Egipto prepara el nacimiento del pueblo elegido.
Al llegar a Egipto, José fue comprado por un funcionario del Faraón, que era capitán de su guardia. La llegada de José a la casa de esta familia había traído bendición y esto hizo que se ganara la simpatía y la confianza de aquel funcionario egipcio. Sin embargo, aquellos que se atreven a soñar para Dios tienen que estar dispuestos a pagar el precio.
José tuvo que pasar por otra dura prueba que demostró su honradez e integridad como hombre, cuando fue seducido repetidas veces por la esposa del funcionario egipcio para que se acostara con ella. Incluso en una ocasión, José tuvo que salir corriendo sin ropa encima debido al acoso extremo de esta mujer. Ella aprovechó este incidente para acusar a José de intentar acostarse con ella, lo que le costó unos dos años en la cárcel. Este tiempo de prisión fue el precio que tuvo que pagar José por su fidelidad a Dios y coherencia entre su fe y su vida.
Ya que José fue un hombre que amó intensa y sinceramente a Dios, después de ese tiempo salió de la cárcel para convertirse en el primer ministro del Faraón y gobernador de Egipto con tan solo 30 años de edad. El motivo fue la interpretación que solo José consiguió dar a unos sueños del Faraón, por medio de los cuales pudo predecir y anunciar un tiempo de abundancia seguido por un tiempo de escasez para Egipto. La intervención de José hizo posible que todo el país aprovechara el primer período de abundancia para prepararse con vistas al segundo período de “vacas flacas”. Nos dice la Biblia que “de todos los países venían a Egipto para proveerse comprando grano a José, porque el hambre cundía por toda la tierra” (Génesis 41:57).
Los mismos hermanos de José que le habían vendido por unas pocas monedas para quitarlo de en medio, llegaron también a Egipto para comprar trigo porque en ningún otro país había qué comer. Leemos que “José era el gobernador del país, y el que vendía trigo a la gente que llegaba de todas partes. Cuando sus hermanos se presentaron ante él, se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente […]. José reconoció a sus hermanos, pero ellos no le reconocieron” (Génesis 42:6-8).
La categoría de este valiente soñador le llevó a no tener en cuenta el pecado que habían cometido en su contra, con la certeza de que es Dios quien interviene en todas las cosas para su propio bien (cf. Romanos 8:28), e incluso devolviendo a sus hermanos bien por mal y haciendo lo posible por conseguirles lo mejor de Egipto. Esto hizo posible el plan que Dios tenía de llevar a Egipto a Jacob, el padre de José, y a su descendencia para hacer allí de ellos una gran nación y que unos pocos siglos después haría regresar por medio de Moisés en tiempos del Éxodo.
Así termina el libro del Génesis con la muerte de José, un hombre que será siempre recordado como un modelo de sabiduría y un valiente soñador que supo confiar y poner a Dios en el centro de su vida y de su corazón. Las últimas palabras de José expresaron la esperanza de que Dios cumpliría su promesa hecha a Abrahán, Isaac y Jacob, haciendo salir de Egipto a los hijos de Israel y dándoles en posesión la tierra prometida.
Resulta muy curiosa la referencia que encontramos en los primeros versículos del libro del Éxodo en relación con un nuevo Faraón que no había conocido a José y que sometió a los hebreos a una dura esclavitud y muy duros trabajos a partir de ese momento (cf. Éxodo 1:8-11). No cabe duda, por tanto, que la figura de José estará siempre en un lugar muy importante en la historia del pueblo elegido y en la historia de los hombres que permanecieron fieles a Dios hasta el final de su vida, suponiendo bendición y seguridad para su pueblo.
Icíar y Onofre.