«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”». (Mt 24, 37-44)
1) Ya en octubre de 2007 escribí sobre el Adviento («Adviento. Otra vez Adviento», en mi libro Hacia un nuevo Amanecer, Ed. Asociación Bendita María, Madrid 2009, págs. 57-62), y me honra hoy comentar el evangelio en la inauguración de este nuevo Año litúrgico, no sin cierto pudor, porque hay multitud de comentarios, explicaciones y aclaraciones sobre este tiempo de la liturgia de la Iglesia, que comienza el domingo más próximo al 30 de noviembre y acaba el 24 de diciembre (son, pues, los cuatro domingos anteriores a la Navidad, que forman una unidad con ella y la Epifanía).
2) Sin entrar ahora en notas históricas, la mitad de este tiempo, hasta el 16 de diciembre, el Adviento tiene un marcado carácter escatológico, pendiente de la segunda venida gloriosa de Jesucristo al final de los tiempos, para «juzgar a vivos y muertos»; en la segunda parte (del 17 al 24 de diciembre) se prepara la celebración de la encarnación y nacimiento del Verbo en la Historia de la Salvación.
3) Conviene recordar en seguida que la palabra «adviento», de por sí, no significa espera (como sería el caso de la mujer embarazada que espera durante un tiempo el día del parto), sino que traduce la palabra griega «parusía», que significa «presencia», o, como decía el Papa Benedicto XVI, «presencia comenzada», porque estamos «esperando» al Señor, que ciertamente ya ha venido y está viniendo. Es decir, estamos hablando de la virtud de la esperanza, no de la simple espera como la de quien espera horas y horas su medio de transporte en la estación del tren o en el aeropuerto… Creo, por eso, que el núcleo de este primer domingo de Adviento está en la advertencia del Señor: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor» (v. 42), completado insistentemente por el versículo final de hoy (v. 44): «Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre». Por eso el cristiano, en este tiempo, no mira solamente a lo que ya ha pasado (la primera venida), sino a lo que está por venir (la segunda venida), en sustancia, una venida —pasada o futura— que está en continuo proceso de crecimiento y maduración en nuestro interior, haciendo que la Luz que resplandeció en la cueva de Belén, siga iluminando a quien tenemos al lado, como auténticos cristóforos, lucíferos de la mañana en este mundo viejo y envejecido por el Maligno, el pecado y la muerte. Tenemos dos maestros a quienes imitar en este tiempo de Adviento, donde esa Luz oculta de Cristo se vaya esclareciendo hasta el día triunfante de su radiante venida: Juan Bautista y María.
4) Lo cierto es que el mundo sigue a su bola, ante esta advertencia del Señor, como quien oye llover, ocupados y preocupados, más bien en decorar tiendas y calles, en beneficio de un comercio acelerado, donde lo que interesa es vender y vender (ellos), y comprar y comprar (nosotros). Pero no nos engañemos, porque la advertencia de Jesús a la vigilancia es seria, muy seria, no sea que nos suceda como en los tiempos de Noé…, que, de hecho, es lo que realmente nos sucede: todo quisque anda enfollonado en sus quehaceres, en sus reuniones, en sus visitas, en sus comilonas, en las vacaciones, en qué hacer con los niños esos días —y, de paso, a ver cómo me puedo descolgar de los abuelos, aunque luego me tengan que echar una mano para quedarse con ellos…—, en los regalos, en los juguetes…; y, al final, en el vacío de haber vivido en el torbellino loco de una vida hueca de risas y alharacas. ¿Y si suena la trompeta y desciende de los cielos aquel Señor que, por lo visto, decía: «Estad en vela, estad preparados»?
5) Para no andarnos por las ramas, me gustaría centrar el discurso prestando atención al Decálogo sobre la vigilancia en este tiempo de Adviento, del entonces Papa Benedicto XVI:
1) Justo desapego de los bienes terrenos.
2) Sincero arrepentimiento de los propios errores.
3) Humilde confianza en las manos de Dios nuestro Padre, tierno y misericordioso.
4) Apertura a los signos de los tiempos y a saber descubrir y discernir los acontecimientos grandes y los hechos sencillos desde un corazón abierto a la Providencia.
5) Gozosa, íntima y orante actitud de acogida, escucha y de la contemplación de la Palabra de Dios para ver la realidad, el mundo y el prójimo con ojos nuevos, vivir con esperanza fiable y actuar con caridad efectiva.
6) La vigilancia cristiana es seguir al Señor, caminar hacia el encuentro con Cristo que está continuamente visitándonos.
7) La vigilancia cristiana es elegir lo que Él eligió.
8) Es amar lo que Él ha amado y ama.
9) Es configurar la propia vida con la suya.
10) Es recorrer cada minuto de nuestra vida y de nuestro tiempo en el horizonte de su amor sin dejarnos abatir por las dificultades pequeñas o grandes, cotidianas o extraordinarias
Jesús Esteban Barranco
1 comentario
Hoy ha sido un día muy emotivo sobretodo aquí en Albuñuelas (Granada) hemos tenido un Vía Crucis Magno ha sido muy bonito y hermoso.
Es tiempo de Adviento preparación, de limpiar nuestros corazones para cuando nazca el Mesias venga sobre nosotros. Amemos al hermano, ayudad al necesitado. Estad en vela porque el Hijo de Dios viene a nuestro encuentro.