Las Hermanas Agustinas del Monasterio de la Conversión, cuya casa madre se encuentra en Sotillo de la Adrada (Ávila), han abierto una vía de evangelización para la conversión y el crecimiento en la fe de aquellos peregrinos del Camino de Santiago que pasen por Carrión de los Condes (Palencia). Durante los meses de mayor afluencia de peregrinos, el albergue parroquial de Santa María en Carrión de los Condes (Palencia) se convierte en un lugar muy especial de comunión y conversión, a través de la acogida, la oración, el diálogo y la música… En su labor, las Hermanas son acompañadas por la colaboración y el servicio desinteresado de muchos voluntarios y hospitaleros. Tres de ellos comparten con nosotros su testimonio:
Muchas veces parece que tienes que ir a África o Sudamérica para vivir una experiencia de voluntariado que te cambie la vida, y aquí en el albergue he descubierto que el servicio es importante y necesario para todos. Cuando apenas tienes una horas para dar a conocer a Cristo, te das cuenta de la importancia de los gestos, de la limpieza, de una sonrisa. A mí me ha dejado impresionado descubrir la alegría de servir a los demás sin importar la procedencia, el idioma, e incluso si creen o no en Dios. Es un regalo cada día levantarte, limpiar todo a fondo para recibir con ganas a los peregrinos que llegan; cada día vives experiencias increíbles, conoces gente estupenda con grandes sufrimientos y dudas… Haber podido hablar con ellos y darles una palabra que puede cambiar su vida ¡es una pasada! He visto milagros día tras día. La gente sale del albergue transformada y alguno hasta pide quedarse como hospitalero.
Una de las experiencias que más me han impactado fue la de un hombre mayor que tuvo un accidente de coche hace años. El accidente le causó parálisis cerebral y le dijeron que no volvería andar, pero nunca perdió la esperanza y ahora consigue desplazarse muy despacio arrastrando la pierna. Está tan agradecido por el milagro que se propuso ir desde Roncesvalles a Santiago de Compostela para ofrecérselo a Dios. Solo ver su dificultad, la emoción con la que sigue día tras día cada etapa, aunque tarde varias horas más que el resto, a mí me ha hecho valorar lo bueno que es Dios conmigo, y cómo tantas veces no le doy gracias por todo lo que tengo.
Estoy muy agradecido a las monjas por esta oportunidad de colaborar como hospitalero y por sus oraciones, porque nos hemos sentido muy respaldados en todo momento. Ha sido una de las experiencias más enriquecedoras que he vivido.
David Zufía Rivas
26 años
Licenciado en Pedagogía
Es difícil encontrar algún lugar donde tengas la certeza de que está Dios. Pues bien, en esta casa lo puedes ver cada día. Es alucinante comprobar cómo Dios atrae a gente de Australia, Corea, Estados Unidos, Brasil… y tiene un encuentro con ellos. Todas las personas que pasan por este albergue salen diferentes. Esta vez me había elegido a mí. ¿Todavía creemos en las casualidades? Digo esto porque yo iba para hacer un favor a las monjas —eso pensaba yo—; pero de lo que no tenía ni idea era que el Señor me regalaba poder participar de esta experiencia. El primer día, cuando me acosté, ya pude ver que estaba siendo partícipe de algo muy grande: nada más y nada menos que la oportunidad de encontrarme con el Amor de Dios a través del servicio a cada peregrino. El día comenzaba para mí con la oración y después con la limpieza de los baños; pero lo que yo no sabía, es que todo es la misma cosa.
El Señor, cuando bendice, lo que haces te permite hacerlo bien y sin cansarte, y eso me ocurrió a mí. Es algo maravilloso, pues no solo que no te cansas, sino que cada día quieres hacerlo mejor: es un pequeño misterio que solo se entiende cuando vas percibiendo que no estás haciendo esto por cualquier persona, sino porque es el mismo Cristo el que va a venir al encuentro. Y si digo que aquí está Dios, no es porque yo lo hiciera muy bien, sino porque Él te permite ver milagro tras milagro. Hay tantas cosas que se podrían contar…
Como Carrión se encuentra a mitad del Camino de Santiago, los peregrinos salen renovados, con una cara distinta. Cada día se forma una pequeña familia; es algo increíble ver cómo gente que no se conoce de nada, acaba viviendo una comunión especial. Hay gente que lleva tiempo sin descansar y allí se encuentra con la paz que está buscando (entre ellos, todos los que Dios nos llevó para ser hospitaleros). También he podido apreciar cómo muchos no cristianos se han acercado a la Iglesia simplemente para dar gracias. Al comenzar mi servicio de hospitalero, le pedí a Dios poder sentir su Amor y, el último día, me fui a dormir rebosado de él, de tantas historias con personas increíbles, de tantos regalos que me ha concedido, y en definitiva de haber visto tantos milagros. Puedo decir que seguramente sea la mejor experiencia de mi vida. Tanto es así que al volver le dije a un amigo que tenía un gran regalo para él, le conté toda mi experiencia y, a pesar de no entender nada, aceptó ir allí al día siguiente. Al volver solo me dijo dos cosas: ¡Muchas gracias por el regalo tan grande que me has hecho! y ¡no has exagerado nada, que ahí está Dios es real!
Juan Zufía Rivas
22 años
Estudiante de Ingeniería Química
Mi experiencia en el albergue de Carrión de los Condes ha sido una maravilla. Cuando me dijeron que “tenía que ir” —lo pongo entre comillas porque fue un amigo el que me dijo: ¡Te vas mañana!—, no lo veía claro ni me salía del corazón. Tenía muchas dudas; el verano no había sido bueno, y sobre todo, había renegado contra Dios. Además acababa de terminar los exámenes de septiembre y quería mi mini-verano para “descansar”. Pero tras hablar en casa, accedí y me fui a Palencia. En el viaje iba pensando todo tipo de cosas: cómo sería la vida allí, qué había que hacer con los peregrinos… Nada más llegar, mi expresión de chico fatigado cambió por la de alegría. No sé muy bien por qué, pero en el Albergue de Santa María se respiraba un ambiente distinto. ¡Increíble, no era yo el que se acercaba a los peregrinos, eran ellos los que venían a mí!
Ha sido un regalo. El servir a los demás nunca es fácil y, sin embargo, Dios hacía que me levantara sonriendo y acabara el día igual de alegre. Limpiaba los baños y lo hacía con un esmero que hasta a mí mismo me sorprendía. Además, el compartir experiencias, y algunas muy duras, me ha hecho ver que hay sufrimientos muchísimo mayores que el mío como son la muerte, la enfermedad… Todo esto me ha hecho madurar. Por otro lado, no debo olvidar que lo que más me ha marcado es que Dios provee y que es Él el que lleva la vida. Dios se ha encontrado conmigo allí y es impresionante las maravillas que hace con nosotros si de verdad nos dejamos hacer.
Estoy muy agradecido de que Dios, por medio de un amigo, me haya llevado hasta allí para encontrarse conmigo; para decirme que es Él el que lleva mi vida y que, sin duda alguna, estará siempre conmigo. Ya he dicho en casa que en vez de irme al extranjero a aprender idiomas, mejor me voy a Carrión de los Condes, a servir y a aprender.
Pablo Panadero Marcos
21 años
Estudiante de Magisterio de Educación Primaria