«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él”. Le dijo Judas, no el Iscariote: “Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?”. Respondió Jesús y le dijo: “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”». (Jn 14,21-26)
En este Tiempo Pascual en el que estamos celebrando la resurrección de Jesucristo y que culmina con la venida del Espíritu Santo se nos anuncia en el texto una cosa importante: que Dios Padre nos enviará el Espíritu Santo en el nombre de Jesucristo, que nos lo enseñará todo y nos recordará todo lo que Jesús nos ha dicho. Y yo me pregunto: ¿qué significa esto? Si la revelación comenzada en el Antiguo Testamento llega a su culmen con la revelación de Jesucristo, que es su autor y su objeto, quiere esto decir que la revelación que se ha manifestado —por la vida de Jesucristo, su muerte y su resurrección— de una vez para siempre a fin de abolir el pecado y la muerte, ¿no está concluida? En Él se ha manifestado la gracia de Dios, la justicia de la que hablaban los profetas, en Él se ha revelado el misterio oculto a las generaciones anteriores. En Cristo se nos revela el ser mismo de Dios, Dios mismo en la persona de Jesús nos ha dado a conocer su rostro, siendo este el último secreto del designio de salvación.
¿Qué significa por tanto lo que nos dice Jesús: el Espíritu Santo que nos envía Dios Padre en el nombre de Jesús, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho?
Reflexión: todas las generaciones necesitamos aprender muchas cosas, necesitamos adquirir conocimientos sobre la ciencia, la economía, la geografía, la historia, el arte, la filosofía, la geología, la astronomía, la naturaleza… Cuanto más sepamos de estas cosas más libres seremos, más nos desarrollaremos y más y mejor seremos reconocidos por nuestros vecinos y conciudadanos. Pero me pregunto, ¿con todos estos conocimientos necesarios e imprescindibles seremos más humanos, más justos, más pacíficos, más pacientes, más serviciales, menos rencorosos y menos egoístas?
Por tanto, dado que la salvación que nos ha traído Jesús y nos ha sido anunciada por los Apóstoles y su Iglesia es todavía imperfecta, ya que las realidades divinas están todavía veladas bajo signos, es necesario aprender y saber algo más; es necesario adquirir también nuevos conocimientos; es necesario aprender a tener buenas relaciones con los demás, a ser pacientes, a ser serviciales, a no buscar nuestro propio interés; aprender a buscar la paz como fruto de la justicia, aprender a respetar y amar a todos los hombres como lo hace nuestro Dios, que hace salir el sol para todos, para buenos y malos, para justos e injustos. Recordamos las palabras de Jesús: amaos los unos a los otros como yo os he amado, en esto conocerá el mundo que sois mis discípulos.
Tenemos un Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, un Dios trino, que es plural y que es uno, un Dios que se relaciona y que ama. Un Dios que nos recuerda y nos enseña que el fundamento de la vida humana es el amor que se nos regala y nos capacita para desarrollarlo y ponerlo en nuestro día a día.
Alfredo Esteban Corral