Mientras ellos escuchaban todo esto, añadió una parábola, porque él estaba cerca de Jerusalén y pensaban que el reino de Dios iba a manifestarse enseguida.
Dijo, pues: «Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles: “Negociad mientras vuelvo”. Pero sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo: “No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros”. Cuando regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y dijo: “Señor, tu mina ha producido diez”. Él le dijo: “Muy bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de diez ciudades”. El segundo llegó y dijo: “Tu mina, señor, ha rendido cinco”. A ese le dijo también: “Pues toma tú el mando de cinco ciudades”. El otro llegó y dijo: “Señor, aquí está tu mina; la he tenido guardada en un pañuelo, “porque tenía miedo, pues eres un hombre exigente que retiras lo que no has depositado y siegas lo que no has sembrado”. Él le dijo: “Por tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses”. Entonces dijo a los presentes: “Quitadle a este la mina y dádsela al que tiene diez minas”. Le dijeron: “Señor, ya tiene diez minas”. “Os digo: al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y en cuanto a esos enemigos míos, que no querían que llegase a reinar sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia”». (Lc 19, 12-27)
Difícil entender hoy algunas frases del texto de Lucas, el evangelista de la misericordia. El hombre noble que se fue lejos a buscar la investidura real, casi parece un contraste de sombras que hace el pintor, para que resalte mejor la misericordia real de Jesús, comparada con la ‘nobleza’ del mundo.
Aquel “hombre noble” obviamente no puede ser Jesús, porque Él vino a este país lejano que es la tierra y se fue de él, siendo ya el Rey del Universo, eterno, sin tiempo y sin espacio, como su mismo Padre. Poco le darían aquí, en este país y mundo, que Él ya no tuviera por nacimiento. No solo no lo reconocieron como tal Rey que ya era, sino que lo mataron. En el texto de hoy, a los que no le querían como rey, y conspiraron para que no se supiese, los mandó degollar en su presencia el nuevo rey. En su realidad Jesús no solo no mató ni mandó matar a nadie, como el de la parábola, sino que se dejó matar por los conspiradores. ¿Qué nos dice entonces el Evangelio de hoy en estas últimas frases? La verdad es que no lo sé. No reconozco a Lucas en esa historia, y menos a Jesús, sino en su tolerancia. ¿Quién será el hombre noble, que necesitaba acudir a un país lejano, y no a su pueblo, para ser rey? ¿Será Herodes? Porque matar a los que se le oponían si era propio del tirano.
Siempre queremos explicar según nuestro modo de pensar la moral y costumbres, apoyándolas en el Evangelio interpretado al caso, pero hay veces, como hoy, que no sabemos hacerlo, no sabemos de qué va el mensaje. Yo al menos le tengo respeto a esos relatos que tanto disuenan con nuestra cultura incluso religiosa. Siempre hay algo más allá, que no terminamos de entender, que no traducimos bien, que no sabemos explicar. Lo fácil para hoy es quedarse con la parte más clara del mensaje de los “talentos” recibidos que hay que poner a producir, eso lo encontraremos en todos los comentarios, y cada uno sabe los que tiene. ¿Pero y el resto el relato? ¿Es aplicable a la vida de hoy? Conceptualmente creo que lo es. Los mandatos reales para gobernar y decidir nuestras vidas, en muchos países y ocasiones, vienen de muy lejos, tan lejos como están el dinero y el odio de la bondad de Dios, mucho más allá de nuestro propio pueblo. Las muertes o violencias por el disentir político, económico, social y religioso, están a la orden del día. Basta ver los medios de comunicación. No hay que enumerarlos. ¿Será en este mundo alejado de Dios, donde habrá que poner a funcionar bien nuestros talentos cristianos? En aquel tiempo de reino vacante que cuenta el Evangelio de hoy, seguían funcionando los negocios, la economía, la política, la iniciativa personal, pero cuando volvió el soberano con todos sus poderes, lo que peguntó, averiguó y premió o castigó, fue la fidelidad a su propia persona, a su mandato con provisión de fondos a algunos, y lo que cada uno había hecho con sus talentos y con el servicio al reino o señorío del noble, según Lucas.
Realmente la base del relato está en la libertad, y por el uso de ella seremos juzgados los que vivimos la ausencia de aquel hombre noble que ya era rey cuando vino, sabiendo seguro que vendrá mostrando su gloria. La aceptación de su persona no tiene alternativa. No castiga el Rey en su vuelta a los que ganaron más o menos, sino a los que rechazándolo, no quisieron entrar en su encargo, haciendo producir en la vida diaria lo que tenían, y enterraron el talento de oro, o enviaron embajada política –se diría hoy–, para que no hubiese reino de lo noble sobre ellos.
A los siervos rebeldes, no les pregunta siquiera por qué no lo querían a él, o qué podría hacer en su reinado para congraciarse con ellos, sino que los hace llamar y degollar en su presencia. Realmente la política era otra cosa en aquel tiempo, aunque tirarse a degüello sobre el contrario sigue de moda.
Mi conclusión de hoy es la admiración, con los ojos muy abiertos, esperando siempre aprender algo, esperando ver los primeros rayos de luz de su vuelta, que en el tiempo litúrgico es segura y pronta, el domingo de JesuCristo Rey del universo.