En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «ld y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros» (San Mateo 10, 7-13).
COMENTARIO
Durante el mes de junio asistimos prácticamente cada domingo a una manifestación del Amor de Dios a través de una Solemnidad. La Ascensión, la venida del Espíritu Santo, el Corpus Christi… La caridad se desborda de modo patente en cada una de estas Fiestas. Nuestro corazón, tantas veces empequeñecido y cerrado, debe ¡y puede! restaurarse siguiendo la Liturgia de estos días. Aspiremos, debemos hacerlo, a amar con el amor de Dios e incluso llegar a quererle a Él como Él es quiere.
Recuerdo una bella anécdota; le decía un niño pequeño a su madre: “te quiero con todo tu corazón”, a lo que la madre le respondía: “se dice te quiero con todo mi corazón”, y la sabiduría del buen chaval insistía: “¡No! Yo te quiero con tu corazón porque es más grande que el mío”.
Por aquí puede conducirse la enseñanza de este Evangelio. Jesús nos habla de curar, de eliminar los demonios, de vivir la gratuidad, de saber confiar, de crear un clima de paz y de alegría, del buen desprendimiento para no enredarnos con lo que no vale la pena.
Un programa, no para un día, sino para toda la vida. Porque es así “El reino de los cielos está cerca”, reconozcámoslo y colaboremos cada vez con más fe, con más amor en su difusión.