«Es una contradicción que un cristiano sea antisemita. Sus raíces son judías. ¡Un cristiano no puede ser antisemita! ¡Que el antisemitismo sea desterrado del corazón y de la vida de cada hombre y de cada mujer!» Con estas enérgicas palabras, saludaba el pasado 11 de octubre el Papa Francisco a una delegación de la Comunidad Judía de Roma.
Monseñor Jorge Bergoglio, como arzobispo de Buenos Aires, demostró un particular aprecio a los exponentes judíos, participando, por ejemplo, junto a rabinos, en programas televisivos sobre la Biblia. En la ciudad de la que ahora es obispo, el Pontífice recordó la redada del Gueto de Roma, organizada por las tropas alemanas de la Gestapo, el 16 de octubre de 1943, en la que fueron apresadas 1.259 personas (689 mujeres, 207 niños y 363 hombres) pertenecientes a la comunidad judía. De ellos, 1.023 fueron deportados al campo de concentración de Auschwitz. Sólo sobrevivieron 16 (15 hombres y una mujer).
El recuerdo de la redada de Roma, según el Papa, debe servir para «mantener siempre vigilante nuestra atención para que no vuelvan a tomar vida, bajo ningún pretexto, formas de intolerancia y de antisemitismo, en Roma y en el resto del mundo».
«Este aniversario nos permitirá también recordar cómo en la hora de las tinieblas la comunidad cristiana de esta ciudad supo tender la mano al hermano en dificultad», afirmó el Papa. «Sabemos cómo muchos institutos religiosos, monasterios y las propias basílicas papales, interpretando la voluntad del Papa, abrieron sus puertas para una acogida fraterna, y cómo muchos cristianos comunes ofrecieron la ayuda que podían dar, fuera pequeña o grande».
El Papa concluyó reconociendo: «En su gran mayoría, no estaban ciertamente al corriente de la necesidad de actualizar la comprensión cristiana del judaísmo, o tal vez conocían poco la vida misma de la comunidad judía. Pero tuvieron la valentía de hacer lo que en aquel momento era lo justo: proteger al hermano, que estaba en peligro».