Te doy gracias, Yahveh, de todo corazón,
pues Tú has escuchado las palabras de mi boca.
En presencia de los ángeles salmodio para ti,
hacia su santo Templo me prosterno.
Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad,
pues tu promesa ha superado tu renombre.
El día en que grité, tú me escuchaste,
aumentaste la fuerza en mi alma.
Te dan gracias, Yahveh, todos los reyes de la tierra,
porque oyen las promesas de tu boca;
y cantan los caminos de Yahveh:
«¡Qué grande la gloria de Yahveh!
¡Excelso es Yahveh, y ve al humilde,
al soberbio le conoce desde lejos!»
Si ando en medio de angustias, tú me das la vida,
frente a la cólera de mis enemigos, extiendes tú la mano
y tu diestra me salva:
Yahveh lo acabará todo por mí.
¡Oh Yahveh, es eterno tu amor,
no dejes la obra de tus manos!
Te doy gracias, Yahveh, de todo corazón… Este salmo es muy especial para mí pues pone de manifiesto el agradecimiento que siento hacia Dios en lo profundo del corazón. Como dice el salmo 40: “¡Cuántas maravillas has hecho, Yahveh, Dios mío, qué de designios con nosotros: no hay comparable a Ti! Yo quisiera publicarlos, pregonarlos, más su número excede toda cuenta».
Se me agolpan en la memoria los prodigios que Dios ha hecho desde que tengo recuerdo. Ha sido un encaje de bolillos que he ido descubriendo a lo largo de mi vida:
cómo Dios me ha cuidado desde mi juventud en mi rebeldía, alejada de Dios, escandalizada por el sufrimiento. En todo momento, Dios ha sido paciente, mostrándome mis pecados y, al mismo tiempo, su amor.
… El día en que grité, Tú me escuchaste… Dios me ha escuchado siempre: cuando he sentido que no se podía dar la vida en mí, cuando me he sentido sola, cuando mi marido tuvo una neumonía varicelosa que lo llevó a la UCI y no había cura para él. De repente, empezó a mejorar y a respirar. Se curó y no le quedó ninguna secuela
… En medio de las angustias, tú me das la vida… En todos los sufrimientos de mi vida, Dios ha ido buscándome para encontrarse conmigo.
A veces aparece un acontecimiento de sufrimiento de forma inesperada, que te desconcierta, te confunde, que no puedes abarcarlo,… te sientes profundamente solo. ¡Cuántas veces nos ha ocurrido sentirnos solos ante la historia!, pero en esta soledad existencial, Dios te lleva al desierto, no para destruirte, porque te ama, sino para, entrando en esa soledad, aceptándola, despojándonos de todas las seguridades, los ídolos y afectos, seducirte, encontrarse contigo y poder abrazarle. Es Dios que quiere ser Sólo Él, el Único, el Amado.
…Yahveh, lo acabará todo por mí…Siempre he sido muy poco constante, me cansaba rápidamente de todo, buscando desesperadamente afectos y huyendo de cualquier situación de sufrimiento. Pero intentando llevar mi historia, lo único que he conseguido ha sido experimentar la decepción y el fracaso.
Todavía me sorprende haber perseverado en la Iglesia después de tanto tiempo. Es obra de Dios. Él la ha empezado, la ha llenado de contenido y me llena de esperanza pensar que también Él la llevará a término.
Hace 25 años que me casé. Éramos muy jóvenes. No teníamos proyectos, solamente pensábamos que nuestro matrimonio debería estar basado en Jesucristo. Empezó una obra con nosotros y no nos ha abandonado nunca. Realmente ha sido una Roca, en la que apoyándonos en ella, hemos podido amarnos, dándonos en una entrega mutua y perdonándonos cada día.
En los planes que Dios tenía para nosotros se incluía el que se le diagnosticase a mi marido una enfermedad por la cual no podíamos tener hijos. Después de visitar a varios médicos se confirmó definitivamente el diagnóstico y así comenzó una etapa de muchísimo sufrimiento. Yo no lo acepté en un primer momento: si nos queríamos y éramos jóvenes, ¿por qué no podíamos tener hijos? ¿Era un castigo? ¿Qué sentido tenía?
Pero Dios tomó la iniciativa y comenzó a hacer toda una historia de salvación con nosotros, pudiendo descubrir que la verdadera esterilidad era la que se encontraba en mi corazón, que me impedía amar a los demás. Dios quería, con esta sequedad, que yo descubriese lo que había en mi corazón. Al mismo tiempo comencé a ver la paciencia y misericordia que tenía conmigo, a pesar de todo lo que efectivamente había dentro de mí. Esto me llevó a no pedirle cuentas de nada y a entrar en su Voluntad.
Cuando este sufrimiento cumplió su misión en mi vida, un día, de la forma más inesperada, empecé a encontrarme mal, sin saber qué me ocurría… Nueve meses después nació la primera de los tres hijos que Dios nos ha regalado. Realmente, como dice otro salmo, «… cuando Dios cambió la suerte de Jacob, nos pareció soñar». Dios ha sido siempre conmigo el Dios de lo imposible y tantas veces ha cambiado la voluntad que tenía pensada para mí.
Él es el alfarero y yo soy una vasija en sus manos que va modelando con los acontecimientos de la historia. Todavía, algunas veces me cuesta trabajo aceptar los acontecimientos que no comprendo; otras veces, los rechazo, pero cada vez me resisto menos, porque veo que son la obra de Dios conmigo y que, precisamente aquellos que no entendí en un primer momento, son los que han hecho que me aferre a Dios con más fuerza y que me refugie en la oración, esperando en el Señor, que siempre me escucha y sale a mi encuentro.
He descubierto que, aunque aparentemente las cosas no tengan sentido, la historia de salvación que Dios va haciendo conmigo tiene todo su sentido en Él. Se puede ser feliz en la soledad, en el no ser tenida en cuenta, en la precariedad económica,… en la Cruz.
…Si ando en medio de angustias, tú me das la vida… Dios le ha dado la vida a mis hijos, a mi marido y a mí. En medio de mis pecados, que me humillan y me hacen pequeña, me concede no una vida chata sino plena, abierta a los demás y en la que el misterio de esta existencia, el sufrimiento, tiene un sentido.
Hoy puedo decir, junto con el profeta Habacuc, que «aunque la higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto, aunque el olivo olvida su aceituna y los campos no dan cosechas, aunque se acaban las ovejas del redil y no quedan vacas en el establo, yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios, mi salvador».
Dios ha cambiado mi suerte. Siento que ha llenado mi sencilla vida de bendiciones y ha llenado mi casa de esperanza, de futuro, porque el proyecto de Dios conmigo está lleno de promesas de Vida Eterna. Y así, desde lo más profundo de mí, brota el proclamar: Te doy gracias, Yahveh, de todo corazón…