En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermano, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.»
Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra» (San Lucas 8, 19-21).
COMENTARIO
El Reino de los Cielos es, ciertamente, del todo peculiar. Y entre sus peculiaridades el Evangelio de hoy señala una que nos obliga a pensar en la relación que el Señor tiene con nosotros y nosotros con él. A tenor de lo que nos dice San Lucas esta relación es mucho más profunda que la existente entre los miembros de una misma sociedad o comunidad política, cultural, etc. La imagen que el mismo Jesús escoge para explicarla es la de los lazos familiares más fuertes, lo de menos es que dicha imagen venga dada por la situación en la que Jesús lo expone. La ciudadanía del Reino deriva de la Palabra acogida y cumplida, y extiende sus efectos hasta la fraternidad (y maternidad) con el Señor. Las consecuencias que esto tiene para la vida personal de cada creyente y para la convivencia intraeclesial y hasta social y política son extraordinarias.
El Evangelio de hoy es una fuerte exhortación a meditar en estas consecuencias y a orar a la Madre del Señor que nos alcance de Él escuchar y cumplir cuanto nos diga (Jn 2,5)