Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio». Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». El la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle (Marcos 3,1-6).
¡Buenos días nos das Señor!
Hoy me siento como el hombre de la mano paralizada. Tanta parálisis de amor como descubro en mi tantas veces que quisiera dar de mi un poco mas. Cada dia un poco mas. Tu sabes bien que muchas veces quiero y no puedo. No puedo si tu no me ayudas, si tu no me “desparalizas”. Si no eres tu quien me pone en movimiento. Porque para mi es muy fácil acomodarme, mirar para otro lado, mostrarme indiferente… Es tan fácil mirarse el ombligo…Por eso cada dia me refugio en tu Palabra. Cada dia te busco en mis quehaceres. Yo sé qué estás ahí. No haces ruido. Me dejas que hable y hable con mis pensamientos en un diálogo interminable conmigo mismo. Menos mal que en tu misericordia no te cansas de mi y me animas, me alientas y me “desparalizas” para mirar hacia arriba y poder verte.
Hoy vuelvo a oír tu voz potente ¡Levántate ahí en medio! Que todos te vean. No tengas miedo, No seas cobarde. Yo estoy siempre contigo, Soy tu principio y tu final y te he prometido no abandonarte nunca en el camino. Confía en mi. Ten fé que te la regalo. Ten esperanza que yo nunca defraudo y ¡Extiende tu mano! Para que te la llene de mi inmenso amor y puedas dar de lo que por ti mismo no tienes.
¡Que fantástico eres Señor! Como buen padre sabes darme lo que necesito antes de pedirlo por eso no puedo empezar de mejor manera este dia que haciendo mias y alimentando mi alma poniendo en mis labios la mejor de tus enseñanzas:
Padre nuestro que estas en los cielos, Santificado sea tu nombre. Vega a nosotros tu reino y hágase tu voluntad asi en la tierra como en el cielo. Nuestro pan de cada día dánosle hoy. Perdona nuestras ofensas como también nosotros hemos perdonado a los que nos ofenden. Y no nos dejes caer en la tentación mas líbranos del mal. ¡Buen dia con el Señor!