En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver». Comentaron entonces algunos discípulos: – «¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?» Y se preguntaban: – «¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice». Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: –
«¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría» (Jn. 16, 16 – 20)
Había “tres jueves” en el año que relucían más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión. De los tres, ya solo queda uno y, toquemos madera, porque hoy lo vemos y dentro de poco podemos no verlo, y digo “podemos” sin doble sentido.
Lo peligroso sería que el mensaje de esta cultura dominante de un “Jesucristo en retirada” pueda impregnar también la mentalidad de los creyentes. Que leguen a convencernos que en nuestro mundo y en nuestra sociedad cada vez hay menos espacio para vivencia de la fe.
La ausencia de Jesucristo entristece. El calendario litúrgico nos invita a celebrar la Pascua, la victoria del Resucitado. Pero los sentimientos no pueden imponerse a golpe de calendario. Es posible que, viendo el panorama, el pesimismo vaya anidando, que estés pasando por una situación personal difícil, algún problema cuya solución va más allá de tus posibilidades: el sol se eclipsa y llega la noche oscura.
También es posible que hoy te invada la alegría, no digo ya la euforia de que tu equipo se haya podido colar en la final de la “champion”, que suele ser bastante efímera; sino la serena alegría del que ve la vida con optimismo, se siente centrado y ve la vida en tono positivo.
Así es la vida, luces y sombras; ilusiones y decepciones; sonrisas y lágrimas… Pero, normalmente ¡qué corto se nos hace el tiempo cuando “pintan oros” ye interminable cuando “pintan bastos”…
San Agustín decía que “este poco tiempo nos parece bien largo porque dura todavía, pero cuando haya pasado, comprenderemos entonces cuán corto fue.”
El tiempo, como tantas cosas, es relativo. ¿Qué es poco? ¿Qué es mucho?. Un solo pelo en la cabeza es muy poco. Un pelo en la sopa es mucho… Yo, que como algunos sabéis, suelo visitar a menudo la cárcel puedo certificar que el tiempo dentro y fuera de los muros corre a diferente velocidad.
Si supiéramos ¡cuánto es ese poco! Para el pesimista el túnel es eterno, el optimista ve una luz al final; pero luego viene el “realista” que dice que la luz del fondo es de otro tren que viene de frente, quien sabe si por la misma vía…
Los apóstoles tampoco terminan de atender. Las palabras de Jesús casi les parecen acertijos. Y, mientras tanto Dios sigue escribiendo recto con renglones torcidos. La tristeza de la Cruz será la puerta de la alegría definitiva de la Resurrección. La alegría de los que “viven como enemigos de la Cruz de Cristo, cuyo dios es el vientre, su gloria sus vergüenzas” (Cf. Flp. 3, 18-19), no sacia y se agota enseguida. No hay que desalentarse, o sea no hay que perder el aliento (pneuma – espíritu en griego): “No os dejaré huérfanos” (Jn. 14, 18)…“El Paráclito, es Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn. 14, 26). Y si Él está presente, la tristeza no tiene la última palabra. Entre la siembra y la cosecha puede pasar mucho tiempo: Mientras está helando por fuera, la escarcha hace que la raíz crezca fuerte hacia adentro y la cosecha sea abundante. Si se tirase de los brotes para hacerlos crecer más deprisa es cuando se perdería el fruto y la siembra habría sido inútil.
Mira a tu alrededor. Hay razones para la alegría y, más o menos nublado, todos los días sale el sol… y jueves seguirá estando en medio de la semana.