Extracto de los consejos que dio D.ª Leandra, esposa del farmacéutico de Villafáfila del Río, con aires de rancia marquesa, a su hija Carito, un día antes de partir hacia la Universidad.
La escena se desarrolla en la sala de estar. Carito está sentada en una butaca de orejeras, de espaldas al público, de modo que éste no la ve. Carito no dice nada en toda la tragicomedia. Por tanto, el director puede ahorrarse una actriz. Sólo habla Doña Leandra.
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Carito en la Universidad
Querida hija, ha llegado el momento de darte algunos consejos de madre para que sepas guiarte en el nuevo ambiente que te espera. Mañana vas por fin a iniciar tus estudios de Farmacia en la Universidad.
Me da mucho miedo, te lo confieso. Pero no hay más remedio que dejarte ir. De todas formas hablaremos todos los días por teléfono. Ahora sólo quiero decirte que te entregues a tus estudios con toda tu alma. Vas a la Universidad a obtener un título que te permita, el día de mañana, ser una farmacéutica de prestigio y tener unos buenos ingresos. Lo demás es lo de menos. Hoy en día, tal como está el ambiente, hija mía, tanto vales cuanto tienes.
Sí, ya sé que no debería ser así —no pongas esa cara—, pero lo es, y hay que atenerse a los hechos. Además, ahora no es como antes. Ahora la mujer tiene que tener su profesión para ser independiente y no quedarse de ama de casa, con profesión “sus labores”, a criar niños y fregar suelos. ¿Qué sería de tu tía Tita si no tuviese su carrera y su dinero? A buena hora podría divorciarse del desgraciado de su marido.
No, hija, ya sabes que a mí no me gusta criticar ni quiero juzgar a nadie. ¡Lejos de mí! De todas formas, él es un desgraciado, y ella no tiene por qué aguantarlo.
Pero, a lo que iba. Tú a lo tuyo. Mira, Carito, tú siempre has sido un poco idealista, y la vida no está para andar con idealismos. Gracias a Dios, conseguí sacarte de la cabeza la idea de estudiar Filosofía. ¿A dónde vas hoy con la Filosofía? A ser una muerta de hambre.
Has hecho bien en hacerme caso. Tú hazme siempre caso, que soy tu madre y quiero lo mejor para ti. Así que ahora, a estudiar. Y no se te ocurra meterte en esas asociaciones de estudiantes para atender a los pobres y enfermos. No, Carito, cariño, por favor, déjate de bobadas. Ya tendrás tiempo para hacer obras de caridad cuando tengas tu carrera terminada. Ahora dedícate a estudiar y olvídate de esas cosas. Tú, a lo tuyo.
No, no te digo que no tengas amistades. Por supuesto, me gusta que colecciones muchas amistades, porque nunca se sabe de quién puedes necesitar el día de mañana. Tampoco te digo que dejes de cumplir con la religión, pero no te pases. Te hemos enviado a un colegio católico porque era el mejor que había, y yo siempre he querido lo mejor para ti. Pero allí te metieron en la cabeza unas ideas un poco exageradas.
Tú ya sabes que yo soy la primera que quiere que cumplas, pero tampoco hace falte tomarse las cosas tan a la tremenda. Con que vayas a misa los domingos, ya está bien. Además, ya sabes lo que siempre dice tu padre: primero la obligación y después la devoción.
Y lo mismo te digo con respecto a la Residencia de religiosas a la que vas: ten cuidado de que no te pesquen, que las conozco y sé por dónde van. Tú, hija, estate a bien con ellas y pórtate bien, pero no dejes que te coman el coco, como se dice ahora. Tú vas a estudiar, y no a meterte monja.
Sobre todo, ten mucho cuidado con la hermana Roser, que tiene mucho gancho, la muy lista. Yo ya he hablado con ella y le he dicho que te deje en paz, que no te líe ni te meta en la cabeza el irte a las misiones o cosas por el estilo. Porque, como tú eres una idealista, eres capaz de dejarte engatusar como una boba. ¡Ay, Señor! No sabes bien el miedo que me da que te vayas, con tantos peligros como te vas a encontrar por ahí.
Y los chicos… Esa es otra. Ándate con cuidado. Mira, hija, ya sabes cómo pienso yo, y soy la primera que no quiere que seas una frívola. Pero también sé que la carne es flaca. Así que ten mucho cuidado. Ya sabes lo que te quiero decir. Lo que jamás soportaría es que me llegases con un paquete. Con los medios que existen hoy en día para evitarlo, sería de idiotas. ¿Me comprendes? A ver con qué cara iba a salir yo a la calle si pasa lo que no debe pasar. No quiero ni pensarlo. Pero bueno, me parece que sobre este tema no hace falta decir más…
No dejes de ir a saludar cuanto antes al catedrático de Galénica. Aunque tu padre ya habló con él, es bueno que vayas a verlo de su parte. Sí, hazme caso. Ya sé que no te gustan las recomendaciones, pero hoy en día es necesario, si quieres hacer algo en la Universidad. La vida está montada así, hija mía, y el que sea tonto que se mate.
Dos años después. El mismo decorado, pero con una iluminación más intensa.
La vocación de Carito
¡Mira que te lo advertí! ¿No te lo dije claramente? Dime, ¿no te lo avisé aquí mismo antes de que te fueras a la Universidad? ¡La hermana Roser te ha comido el coco! Eres idiota, hija. Eres tonta. No tiene otra explicación.
¿Cómo que te vas a meter monja? ¡Ni hablar! Tú acabas tu carrera, y después ya hablaremos, si es que hay algo que hablar. Sí, ya lo sé. Ellas también quieren que acabes la carrera para después mandarte a no se sabe dónde, a curar enfermos, pero quieren que te metas monja ya, ahora mismo, cuanto antes, para que no te escapes.
Te han pescado bien pescada, ¿eh? Mira que te lo advertí… Y no me repitas que eres mayor de edad. Mientras dependas de tus padres, harás lo que te manden tus padres. ¿Entendido?
Así que te cambias de Universidad. Ya lo hemos hablado tu padre y yo. El próximo curso lo haces en otro sitio, donde las monjas no puedan ni verte. ¡Listas que son ellas! Claro, han visto una chica inteligente, con dinero, con carrera, de buena familia, y han dicho: “ésta, al bote”.
Sí, te han engatusado como a una boba. Y yo no quiero tener una hija boba. Las misiones, las misiones… Ya habrá otras para ir a las misiones, a cuidar sidosos a la India. ¡Tú no te vas! Tú haces tu carrera, te buscas un marido y te dejas de macanas.
Además, es que tú no tienes ni idea de lo que quieres hacer. Eres una cría para tomar una decisión así, para toda tu vida. Pero claro, eso a ellas les trae sin cuidado. ¿Y si después te echas atrás? ¿Qué? Mira cuántas monjas se han salido en los últimos tiempos. Se quedan las tontas. Y tú quieres ser una de ellas. Hasta que te des cuenta de dónde te has metido y entonces querrás salirte, y no quiero ni pensarlo. Te quedarías para vestir santos y amargada toda la vida. No, ni hablar.
¡Monja! Es lo que me faltaba, que mi hija se metiese monja. Esas son cosas de otros tiempos, residuos de épocas pretéritas, como dice tu padre, y oscurantistas y medievales, como digo yo, todo el día con los hábitos, metidas en la celda y con la mirada baja.
¿Qué joven de tu edad y de tu posición has visto que se meta monja?
No, por favor, no me salgas con que es una vocación y pamplinas de ese estilo. Eso son cosas que te han metido en la cabeza, porque la hermana Roser no me ha hecho caso.
Ya le dije yo que me parecía muy bien que tuvieran una Residencia para jóvenes universitarias, pero que no debían hacer proselitismo. Y contigo lo hicieron, y tú te dejaste convencer como una tonta. Lo mismo hubiera pasado si cayeras en manos de una secta. Lo mismo.
Sí, sí, no me vuelvas a decir que eso no es una secta, que es una orden religiosa. Lo sé desde antes de que tú nacieras. Pero actúan como una secta, porque utilizan la Residencia como un cebo para captar jóvenes universitarias. ¿O es que no lo ves? Además, ¿tú crees, criatura, que Dios le puede pedir a una joven rica y guapa, como tú, que se ponga un hábito y se encierre toda la vida en un convento o, lo que es peor, que se vaya a la selva a curar enfermos incurables?
Que no, hija, que no. Yo no te tengo en la Universidad, pagando todo lo que tengo que pagar, para que acabes así. Tu vocación es la de una mujer normal, casarse, tener hijos, si quieres, y vivir una vida normal como todo el mundo. También así puedes hacer mucho bien a la gente. ¿O es que la única manera de hacer el bien es meterse monja?
En fin, no me hagas hablar más, que pierdo los nervios. Mañana nos vamos de veraneo a Port Landí, como estaba previsto. El cambio de ambiente te ayudará a reconsiderar tu actitud. Allí tienes a tus amigas y a tus amigos de siempre, así que te vas a divertir y a pasarlo bien, y a descansar, que has estudiado mucho, y dentro de una semana te habrás olvidado del convento y de todo ese rollo. Y ponte un poco de maquillaje en la cara, que pareces de pueblo.
Al final del verano. El mismo escenario de la primera y segunda escenas. Se supone que Carito está sentada en la butaca de orejeras, de espaldas al público. Aquí sólo se recogen los últimos estertores de un extenso monólogo de doña Leandra, a lo largo del cual estuvo a punto de sufrir tres desmayos y dos ataques de nervios
Carito y sus repercusiones
Este es el mayor disgusto que me han dado en mi vida. No me lo puedo creer. Hace nada te querías ir a las misiones. Y ahora, esto… Estas loca, hija mía, estás mal de la cabeza. Y lo peor es que yo voy a terminar también en un psiquiátrico.
Pero, dime, burra, más que burra, porque ya no sé cómo llamarte, ¿es que no hay medios hoy en día para evitar esto? No, no intentes explicarme nada que me pones negra.
¡Vaya panorama! Sin acabar la carrera y esperando un hijo…Yo ya no me atrevo a salir a la calle. No, yo me encierro de por vida en esta casa porque me muero de vergüenza nada más pensar lo que va a decir la gente a mis espaldas.
¿Cómo no me va a importar? ¡Pues claro que me importa! Siempre hemos sido una familia respetable y con dignidad. Y ahora vienes tú y echas sobre mi nombre inmaculado esta mancha de basura…
¡Pues abortas y se acabó! ¡No me mires con esa cara, te repito! Tú haces lo que te digo. Y mañana mismo, antes de que nadie se entere. Ya veremos con tu padre a dónde vas. Tú no puedes truncar tu carrera y tu vida de esta manera absurda. No lo consiento. Si tuvieras ya tu trabajo y pudieses sostenerte en la vida, sería otra cosa. Pero en estas circunstancias, está perfectamente justificado.
Y gracias que el aborto ya está legalizado, porque si no mira tú con qué panorama nos íbamos a encontrar. Tú estudiando y con un bebé. Y yo limpiándole el culo. Lo que me faltaba, a mi edad. No, eso sí que no. La culpa es tuya. Haber sido más lista y no tendríamos este problema.
Además, no es para tanto… Hoy en día lo hace mucha gente y, muchas veces, por motivos verdaderamente fútiles. Al fin y al cabo se trata de tu vida y de tu carrera, y otras lo hacen para pasar un verano sin problemas. Anda, no te pongas a llorar y hazme caso, ya verás como en dos días está todo resuelto y esto ha pasado como una pesadilla.
¡Dios mío, qué cruz! ¡Sólo a mí me pasan estas cosas!
Unos días después. Doña Leandra está demacrada. Habla por teléfono con una amiga.
El epílogo de Carito
Horrible, Encarnita, horrible. ¡Ojalá nunca tengas que pasar por una cosa así! Dios mío, ¡qué desgracia! Mi vida se ha acabado. Ya no tengo ninguna ilusión por seguir viviendo. No te puedes imaginar lo duro que es esto.
Todavía la estoy viendo ahí sentada, con su cara de ángel. Era una hija maravillosa. Era un sol. Si te digo que quería ingresar en un convento, no me lo creerás. Quería ir a las misiones, a servir a los pobres con su carrera de farmacéutica. A mí me parecía una locura, pero mira, si era su vocación…
¿Qué más puedes desear que tu hija tenga esos sentimientos tan nobles y entregue su vida a los demás? Yo sólo le recomendé prudencia, prudencia. Porque era muy idealista, ya lo sabes, y siempre hay que moderar los idealismos de los jóvenes. Pero ella lo tenía muy claro y me decía: “No, mamá, no te preocupes, lo tengo muy pensado. Esto no es flor de un día, ni luz de bengala”. Y yo pensaba, ¡ay hija mía, si todas fueran como tú!…
Pero, claro, hoy en día, ¿quién, quién da a sus hijos la educación que nosotros le dimos a ella? Y ahora se ha ido. Ya no está con nosotros. Los médicos no se lo explican, hija. Si era una cosa aparentemente sin importancia, un tumor benigno, una operación sin ningún peligro. Pero era su destino, hija mía. Y ante el destino, no hay nada qué hacer…