Trabajar, trabajamos; pero, de verdad, creo que la inmensa mayoría, no.
Para poder defender este punto de vista, conviene que deje claro lo que entiendo por un trabajo bien hecho, un trabajo “de verdad”. En primer lugar, debe ser vocacional. Es necesario que el individuo que lo realice se sienta fuertemente llamado a desarrollar ese tipo de actividad, pues, de lo contrario, el desgaste y cansancio que produce toda ocupación terminaría por hacer que ésta resultara insoportable, con lo cual la desgana y la rutina se apoderarían de la persona imposibilitándola para realizar su labor con verdadero aprovechamiento. Además, todo trabajo ha de tener como finalidad producir un bien a los demás y en ello ha de encontrar su realización personal quien lo lleve a cabo. Un trabajo así concebido produce auto-estima, compensa de todos los sinsabores que entrañe y redunda en provecho del que lo ejecuta; que puede sentirse orgulloso de ser útil. Por último, ha de estar adecuadamente remunerado para permitir una vida digna de quien lo ejerce y de las personas que tenga a su cargo.
En el caso español se observa que estas condiciones no suelen cumplirse o, a lo sumo, están un tanto tergiversadas. En efecto; si se trata de trabajo para el que se necesite una licenciatura o una formación especializada, vemos muchas veces que se niega la entrada en los centros de formación a gentes con verdadera vocación, por falta de capacidad en las aulas, o, por otras causas, que pudieron y debieron ser conocidas con tiempo suficiente, y contrarrestadas con una adecuada previsión. Nada de esto se hizo oportunamente por haber trabajado mal los responsables del sistema. Por eso, mucha gente se ha profesionalizado en actividades poco compatibles con su vocación y aptitudes. Por otra parte, no es despreciable el número de quienes anteponen a cualquier otra consideración la posibilidad de enriquecerse, a la hora de elegir su profesión. Si a esto se une la cantidad de personas, generalmente inmigrantes, que toman cualquier trabajo con tal de sobrevivir, se puede concluir que una enorme cantidad de ocupaciones son desarrolladas en la España actual sin el menor interés por conseguir calidad, tratando de hacerlas lo más soportables que sea posible y buscando un rendimiento mínimo, compatible con el mantenimiento del puesto de trabajo.
En cuanto al deseo de que con el propio trabajo se contribuya al bien de los demás, salta a la vista lo lejos que está esta altruista postura de la intencionalidad de la mayoría de las gentes que trabajan en España. Lo que priva, y podría decirse que casi es el único motivo por el que se mueve el trabajador en infinidad de casos, es por la remuneración que ha de obtener. En una sociedad en la que el hedonismo se ha convertido, de hecho, en la razón de ser de tantos españoles, cualquier pensamiento de solidaridad, de entrega desinteresada, de verdadero amor al otro, se ha convertido en una utopía que provoca burlas o, al menos, sonrisas despectivas en una buena parte de la población.
Y qué decir de la remuneración suficiente. Escasísima para un sinfín de pensionistas, inmigrantes, funcionarios y empleados a tiempo parcial en empresas que no merecerían el nombre de tales, peca de excesiva hasta un punto casi ofensivo cuando se concede a ciertos altos cargos de la Administración y grandes entidades de ámbito nacional e internacional. Si el pago de los servicios prestados no permite en el primer caso que los trabajadores se empleen con ilusión a su tarea, en el segundo tampoco al pisotearse tan impunemente el bien de los demás, admitiendo el “trabajador” tan desproporcionada recompensa a sus “esfuerzos” laborales.
Naturalmente que hay excepciones a todas estas afirmaciones; afortunadamente. Pero, eso; son excepciones. Ganar mucho y trabajar poco para disponer de mucho tiempo para divertirse es el ideal al que tiende una considerable parte de la población. Con tan altas miras, no es posible “trabajar de verdad”.
3 comentarios
Yo no diría cumplir con tu obligación si no con tu vocación. Cuando oigo a personas quejarse de su trabajo que indigno. Si no eres afortunado en trabajar en lo que te gusta creo que hay muchas posibilidades que sea por culpa de uno mismo. Cuando el trabajo es vocacional se hace con amor y se practica la caridad ya que todo trabajo es un servicio a los demás y si se hace con amor es practicar la caridad.<> (Confucio)
Efectivamente, todo trabajo cansa, produce el «sudor de tu frente» pero, Dios ha dado a cada persona unas capacidades que son las mejores para que ella realice determinados trabajos y no otros. A eso lo llamamos vocación. Se debe procurar que cada uno trabaje en aquello para lo que esté mejor dotado. Creo que eso es lo que Dios quiere y el intentarlo para todos es una forma de amar al prójimo como a uno mismo.
«Ganarás el pan con el sudor de tu frente» viene a decir que tampoco hay que esperar grandes satisfacciones personales del trabajo en sí, sino de cumplir con tu obligación. Si además puedes trabajar en algo donde te sientes realizado, capacitado y contento, eres un privilegiado… pero es difícil