En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará» (San Juan 16, 12-15).
COMENTARIO
Seguimos en el largo y teológico discurso de despedida de Jesús, después de la cena pascual. El Señor hace ver a sus discípulos que conviene que él se marche, para que empiece el nuevo proceso de maduración de su fe. El Espíritu Santo actuará en su interior, en una acción espiritual continua les irá transmitiendo las enseñanzas que el padre a su vez “transmite” al hijo. El espíritu tiene un papel difusor, pero Jesús añade que no habla por su cuenta “os dará de lo mío” para dejar visible que no es un mensaje nuevo. Y más tarde, con su “todo lo que tiene el Padre es mío”, da testimonio a los apóstoles y a nosotros de su divinidad en la estrecha relación trinitaria, donde cada uno está en el otro al mismo tiempo.
Este papel del Espíritu Santo, visto con distinta opinión según los diferentes papas, fue la causa y aún lo es, de división con la iglesia ortodoxa con el famoso “filioque procedit”, aprobado en el concilio de Toledo en el año 589, después de gran controversia, porque la frase apostillaba al credo aprobado en el primer concilio de Constantinopla.
Jesús, les predice en unos versículos anteriores a este, que después de su muerte y resurrección el pecado del mundo será la incredulidad en él. “Y cuando el espíritu venga convencerá al mundo”. Y se refiere también a la justicia y al juicio con palabras para mí más oscuras. El Espíritu Santo hará presente en ellos continuamente al Señor Jesús, para mantener su viva su fe y las enseñanzas del Cristo prometido en las escrituras.
Parece necesaria mucha humildad y respeto para hablar del misterio de la Santísima Trinidad, primero porque se mueve fuera de nuestros parámetros y capacidades, y segundo, porque su esencia de amor y su dinámica interna no puede analizarse con la terca obsesión de la sociedad humana de buscar las relaciones según la jerarquía y el poder. La Trinidad es un misterio para nuestra limitada mente. Nos basta conocer que actúa, en su relación con nosotros, como un ente espiritual facetado en tres personas estrechamente unidas, donde las tres actúan desde el amor que las envuelve, las une y cohesiona, formando así al Dios único e indivisible. (Perdón si me salgo de la ortodoxia) Y que nunca entenderemos su interrelación ni su dinámica hasta que se nos descubra en la transparente lucidez de la Vida futura, frente al rostro de Dios.
Jesús en sus enseñanzas, con ellos y con nosotros, se adapta a la mentalidad, preparación, capacidad de cada uno para conocer el mensaje que les entrega. Ahora no pueden entender porque la fe es un proceso lento y personal. La acción del Espíritu Santo, entonces y ahora, va transmitiendo aquello que: “recibirá y tomará de los mío y os lo anunciará”, es la misma palabra de Jesús, pero en forma espiritual que se infiltra en la más profunda intimidad de los corazones.
A ellos les concedió aquello que ya había anunciado Isaías (11,2) “El espíritu traerá a quien le es fiel siete preciosos regalos y dones”. Esta venida del Paráclito les inspirará sabiduría para discernir en sus ideas y proyectos; entendimiento y ciencia en las difíciles decisiones de su misión de dirigir la iglesia; consejo para la palabra en la predicación; piedad en toda su vida y fortaleza en el martirio.
Era necesario y lo es ahora, después de la marcha de Jesús, recordar e iluminar las palabras recibidas, meditar, con la ayuda del Espíritu, todos y cada uno de sus actos de sus mandatos, sus consejos durante su estancia en la tierra; los porqués de sus actuaciones como Mesías enviado, y sobre todo imitar su amoroso servicio incondicional al necesitado, y así caminar para poder alcanzar, al fin, la Verdad.