Cuando Jesucristo dijo a sus apóstoles:”La paz os dejo, mi paz os doy” (Jn 14,27) no se refería a un concepto abstracto que pudiera momentáneamente sosegarles su desánimo. Sino que prometía un bien, tan sobrenatural como real y concreto, capaz de disipar la espesa negrura del miedo y desconcierto del que estaban presos. Y es que, por muchas que sean las vicisitudes que jalonen la vida, saberse hijos de Dios -Padre bueno en toda circunstancia- confiere una paz firme y profunda muy superior a cualquier sacudida del cuerpo o del alma. Marcos e Irene forman un joven matrimonio para el que dicha y aflicción se han dado cita en un mismo lance; poco después de confirmar un nuevo embarazo, a Irene le han diagnosticado un linfoma Hodgkin, con el riesgo que supone demorar el tratamiento hasta el nacimiento del niño. En este tiempo en el que la vida humana ni se respeta ni se defiende, ¿qué podría explicar esta entrega valiente al otro, por encima de uno mismo, si no es la paz de Cristo, que libera lo que el temor oprime?
-¿Cómo conocisteis a Dios?
-Marcos: Por la familia. Tanto Irene como yo hemos nacido en familias cristianas donde se nos ha transmitido la fe desde niños.
-Os casáis, nacen vuestros cuatro hijos (Esteban, Edén, Candela y Elías) y os sentís llamados a anunciar el Evangelio en cualquier parte del mundo.
-Marcos: Así es. En una convivencia sentimos conjuntamente la necesidad de levantarnos como familia en misión. No sabemos muy bien por qué Dios así lo quiso, pues nosotros no somos diferentes a nadie; tenemos los mismos pecados y debilidades que todos. Nos mandaron a Taiwán.
-¿Cuánto tiempo habéis estado allí?
-Irene: Estuvimos 18 meses. Volvimos a España en marzo para lo que se suponía una estancia de un mes y cinco días, pero ya no hemos podido volver. La voluntad de Dios con nosotros ahora es otra.
-¿Cuál es la razón para no volver?
-Irene: Primero me enteré que estaba embarazada. Semanas después, cuando justamente faltaban pocos días para regresar a Taiwán y seguir con la misión, le consulté a un amigo médico qué podía ser el bulto en el cuello que me había salido. Me hizo una punción y, a pesar de no conocer el resultado, el día antes de coger el avión decidimos quedarnos, pues los médicos consideraban que podía tratarse de algo importante. A los pocos días me informaron que era un linfoma de Hodgkin y que debían operarme enseguida. Me quitaron dos ganglios con una anestesia local lo menos agresiva posible para el bebé.
aliento suave que sosiega y mueve a la vez
-Vivimos en una sociedad en la que “cáncer” es una palabra maldita por el miedo atroz al sufrimiento. ¿Qué sentiste cuando te comunicaron que tú lo padecías?
-Irene: Yo tuve mi primer cáncer con 17 años debido a un melanoma, pero ni siquiera hubo metástasis, con lo que me lo quitaron y se curó. Ahora con 28 años padezco un linfoma. Cuando me lo dijeron lloré mucho, pero no por el miedo a la enfermedad, sino por ver que los planes se deshacían de un día para otro. Teníamos deseos de volver a Taiwán y de momento no podíamos.
-Si es un escándalo tener un quinto hijo, cuánto más anteponer la vida del niño no nacido a la propia. ¿Cómo han reaccionado los médicos que te están tratando?
-Irene: El primero con el que me topé fue el anestesista para la punción. Ya en el preoperatorio me dijo que lo más conveniente sería quitarme “eso”, refiriéndose al embarazo. También a la hematóloga le sorprendió mi decisión de seguir adelante con el niño y me preguntó si realmente era consciente de los riesgos. En ginecología no he tenido ningún ataque frontal.
-¿Dónde está Dios en todo esto? ¿Podéis discernir al respecto?
-Irene: Nosotros experimentamos todos los días que seguimos a un Dios, Padre y Todopoderoso, que es quien marca los tiempos; es decir, tanto las alegrías y la paz como los sufrimientos. Además, cuando me dieron el diagnóstico no me pilló de sorpresa porque justo la noche de antes soñé que padecía un linfoma. Verdaderamente Dios habla en sueños y en esta ocasión lo hizo para prepararme, igual que en su día lo había hecho con el melanoma. Por eso no fue un mazazo tan fuerte.
-¿Con lo cual no sentís que os ha abandonado?
-Irene: En absoluto. Me siento totalmente una privilegiada del Señor porque me ha elegido para llevar adelante un embarazo y un cáncer. Si se lo hubiera dado a Marcos, él hubiera podido tratarse directamente; pero la mujer es la fuente de la vida en esta sociedad de muerte y a ella se dirigen los ataques directos tanto por madre como por esposa, y por ende, se arremete contra la familia.
Sé que ahora estoy cumpliendo con mi misión como mujer ya que estoy dando doblemente la vida; primero al estar embarazada y luego por la muerte física que me acecha. La muerte del cuerpo y del alma es una realidad y yo experimento cómo la física me atañe a mí en primera persona. La muerte espiritual no, porque Dios me sostiene todavía más que antes.
-Marcos: Él nunca abandona y además concede una serie de gracias que sin ellas sería imposible mirar hacia delante sin perder la paz. En estos momentos aún sentimos con más claridad que Dios es nuestro padre y que no estamos solos, pues también notamos la presencia de un pueblo que reza por nosotros, incluso por parte de gente que no conocemos. Realmente experimentamos los frutos de la oración.
-¿Apreciáis también la presencia eficaz y operante del Espíritu Santo?
-Irene: Claro que sí, pues el Espíritu Santo, que se derrama con la oración, es el que me hace reconocer que la cruz no sólo no mata, sino que es un regalo. Aunque vivir en esta precariedad física y sin saber qué va a pasar con el embarazo, con el parto, con mi enfermedad… me preocupa; también puedo decir que saber de un modo tan palpable que estoy en manos de Dios y que él me cuida y me trata con cariño en todo momento es una bendición por su parte.
Me estoy leyendo la biografía de santa Gianna Beretta Molla, una madre de familia que optó por no someterse al tratamiento de cáncer por salvar la vida de su hija todavía no nacida. Sé que también ella me ayuda cada día.
-¿Con qué argucias os pretende engañar el demonio?
-Irene: Hasta ahora ha conseguido entrar por las cosas más cotidianas –discusiones en el matrimonio, con los hijos etc.- pero de igual manera lo hacía antes. Gracias a Dios no ha logrado engañarme presentándome la enfermedad como injusta o terrible, o por ejemplo con el nuevo hijo, pues en ningún momento hemos pensado en abortar.
no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme
-¿Cómo estás viviendo esta situación?
-Marcos: Ella es la que lo sufre de primera mano y a mí me ha tocado estar a su lado, ser paciente, ayudarla en todo, pues sé que el ataque va concretamente hacia la mujer. Pienso mucho en la figura de San José, siempre apoyando el “fiat” de María. Así veo yo que debe ser mi papel ahora.
-¿Los niños lo saben?
-Irene: Ellos saben que su mamá está enferma y esperando un bebé, por eso no hemos podido volver a Taiwán. Rezan todos los días para que Dios haga un milagro y me pueda curar, pero son muy pequeños para entender la palabra cáncer o linfoma.
-Marcos: También hemos visto por parte de Dios un detalle hacia nosotros y sobre todo hacia nuestros hijos. Es el hecho de que Irene sufriera un aborto espontáneo de gemelos hace unos meses. Esto les ha permitido conocer qué es la muerte y por eso piden con fe que el bebé pueda llegar a nacer. Dios ha preparado a nuestros hijos y a nosotros para que este acontecimiento, aunque sea muy duro, no lo vivamos de un modo violento ni agresivo. Son esto gestos de amor en los que vemos cómo Dios no ha dejado de ser un padre bueno ya que nos sigue cuidando y no permite que nos hundamos.
-Como dice el salmo, Dios usa de misericordia, ¿qué detalles lo confirman?
Marcos: Pues por ejemplo en el aspecto económico. Cuando en junio decidimos quedarnos en España tuve que comenzar a buscar trabajo, sabiendo que éste no es el mejor momento. Desde que nos casamos y hasta marcharnos a Taiwán estuve trabajando como jardinero y comercial, ya que no encontraba trabajo de maestro, que es mi profesión. Pues bien, mandé unos cuantos curriculums y me contestaron de un colegio para pasar una selección. Éramos cien personas para seis plazas y milagrosamente me cogieron a mí. Estoy muy contento porque es un colegio con un ideario católico en el que hablar de Dios es algo totalmente natural. ¡Hasta en eso nos ha cuidado!
-Irene: Necesitábamos un coche y también nos ha regalado uno de segunda mano, a buen precio y de siete plazas, por mediación de todos los hermanos. La experiencia que vivimos desde hace mucho tiempo, y ahora lo vemos de manera más palpable y concentrada, es que Dios es una persona real que va al detalle de nuestra vida. ¡Sólo nos falta tocarlo!
-¿Cuál es el siguiente paso en el protocolo médico?
-Irene: Cuando me revisaron de nuevo en agosto comprobaron que los bultos habían crecido demasiado y decidieron darme una sesión de quimioterapia paliativa, que no tenía ningún efecto nocivo ni para el bebé ni para mí. El objetivo es hacer de barrera al cáncer y mientras tanto que el niño pueda seguir creciendo. A partir de las 28 semanas y máximo hasta las 34 semanas de gestación provocarán el parto para comenzar el tratamiento. A mí me gustaría llegar a las más semanas posibles de gestación por el bien del niño, pero eso ya lo valorarán los médicos pues dependerá del avance del cáncer. Sé que será prematuro, que no podré darle el pecho….
-¿Físicamente notas alguna molestia?
-Irene: Tengo un agotamiento extremo de continuo. Antes de la enfermedad hacía lo mismo y no estaba tan cansada como ahora. Sé que unos de los síntomas del cáncer son la pérdida de peso y la fatiga. El primero no lo padezco por estar embarazada, pero el cansancio sí. Cuando me levanto por la mañana tengo la sensación de que ya he dado el 75 por ciento de mis fuerzas y me falta poco para la extenuación. ¡Y estoy empezando el día! Me queda llevar y recoger a los niños del colegio, hacer la comida, limpiar etc. Pero no me queda otra que llevar una vida normal, como si no estuviera enferma, y eso es de agradecer porque me ayuda a vivirlo de una manera natural, pues hay gente que está mucho peor que yo.
me acuesto en paz porque tú Señor aseguras mi descanso
¿En qué medida os ayuda la fe para vivirlo de manera serena y confiada?
-Irene: Tenemos unos amigos que han sufrido mucho, ya que su hija ha nacido con un aneurisma cerebral y no creen en Dios ni quieren oír hablar de él. ¡Eso sí que es un sufrimiento, ya que no se pueden apoyar en nada! Yo le doy gracias al Señor porque le veo un sentido a mi enfermedad y la vivo como miembro de un pueblo, la Iglesia, que sé que reza por mí.
También me ayuda la fe a llevar una vida normal; sin sentirme una víctima ni que sufro una injusticia. Realmente le doy gracias al Señor por haberme elegido para sufrir cáncer, pues es una oportunidad para ponerme en sus brazos y hacer su voluntad.
-Marcos: Irene con este acontecimiento ha hecho su “fiat” particular.
-¿Tienes miedo?
-Irene: ¿Temor de morirme? Sé que nos espera la vida eterna con Dios y ojala me pueda acoger a la misericordia divina cuando me muera. Eso es lo que deseo, pero si me dan a elegir, no elijo irme ya. Quiero ver crecer a mis hijos, seguir casada con Marcos y llegar a vieja.
Todos los días le pido a Dios que haga un milagro y me cure pues sé que él, que está por encima de los médicos, tiene la última palabra. Pero también sé que se hará lo que él quiera y lo acepto.
-Está claro que Dios acontece en vuestra vida pero también es una bomba expansiva. ¿Cómo influye en cuantos os rodean?
–Irene: Mucha gente se ha volcado con nosotros y sé que no es por ser maja ni simpática, sino porque el Espíritu mueve a su espíritu para ayudarme. Hasta el punto de traerme una bandeja de lasaña y de canelones, ¡con lo que a mí me soluciona eso! Estoy experimentando cómo se cumple aquello de “no andéis angustiados por la comida o la bebida para conservar la vida, o por el vestido para cubrir el cuerpo. Fijaos en las aves del cielo: ni siembran ni siegan y, sin embargo, Dios las alimenta”.
-No podéis de momento marcharos a Taiwán pero seguís en misión.
-Marcos: Así es. El cristiano siempre está en misión y en nosotros lo único que ha cambiado es el lugar.
Irene: Está claro que los tiempos del Señor no son nuestros tiempos. Somos una familia en misión en Taiwán, residiendo en Madrid por motivos de curación. Es un signo de defensa de la vida. Cada embarazo ha sido una alegría y éste igual. La maternidad es una vocación y yo la estoy viviendo plenamente. En todas las mujeres reside esta vocación de maternidad, incluso en las religiosas, porque son madres de nuestra alma. Ellas tienen muchos hijos por lo que rezar y partir la noche, como yo lo parto la noche por mis hijos, que me reclaman. Con esto veo cumplida mi vocación de madre.
-¿Creéis que Dios ha sido bueno con vosotros?
-Irene: Estamos muy tranquilos pero no por ignorancia, sino por confianza en Él.
-Marcos: Los hitos que Dios ha marcado en nuestra historia por separado y en común nos certifican que ha sido un Padre amoroso con nosotros y lo seguirá siendo siempre.