En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.» Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» A otro le dijo: «Sígueme» Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.» Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.» Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.» Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios» (San Lucas 9, 57-62).
COMENTARIO
No me atrevo Señor a decirte hoy que te seguiré a donde quiera que vayas, no me atrevo. Tú sabes Señor que este pobre pecador que quiere ser discípulo tuyo te la puede jugar en cualquier momento, bien me conoces. Tú has puesto el deseo de seguirte dentro de mi. He escuchado como me llamabas por mi nombre. He comprobado tantas veces tu bondad y tu generosidad conmigo. He sentido tu perdón tantas veces ante mis caídas. Bien sé que Tú lo sabes todo. Lo que únicamente te pido en este día sin hablarte porque sé que Tú me oyes siempre, es que me ayudes a fijar mi mirada en ti a través de las huellas de tu presencia que marcas para mi en este día. Ayúdame a no murmurar de mis sufrimientos, a discernir en mis decisiones, a medir con cariño mis palabras y guardar en mi corazón las que reciba de ti a través de mis compañeros de camino. Que esta palabra con que me alimentas una vez más en este día me ayude a no mirar hacia atrás nada más que para aprender de mis errores. Que sepa disfrutar este hoy y que no pierda de vista el horizonte que no es otro que, viviendo contigo, llegar a la meta haciendo tu voluntad de cada día. Siento agradecimiento por lo que recibo con esta palabra tuya y quiero seguirte Señor, pero todo me será imposible sin tu ayuda. Necesito de tu luz para poderlo hacer, y necesito de tu Espíritu para servirte en las personas que has puesto para compartir mi vida. Yo quiero Señor pero mis fuerzas son únicamente mi deseo de que seas tú y no yo. Tú tienes que vivir en mi. Tú tienes que hacerte uno conmigo porque yo sin ti Señor nada puedo. Mi oración se resume con un grito silencioso: ¡Ayúdame!
Buen día con nuestro Señor!