En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
–« ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo:
–«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa (San Lucas 1, 39-56).
COMENTARIO
Comentarios sobre el “Magnificat” seguramente habrá miles y muy buenos todos, así que como, cualquiera que esté interesado en buscarlo, probablemente los pueda encontrar en cientos de sitios, pues yo, en un día como el 15 de agosto donde se también en cientos de lugares del mundo y con diversas advocaciones, se celebra el triunfo de Nuestra Madre María, como primicia del triunfo de la humanidad; pues también me apetece hablar sobre mi madre. No “todo sobre mi madre” que también lo hizo otro en una película que, por cierto no me gusto; pero sí alegrarme y regocijarme porque en el mismo momento que escribo este comentario estamos preparando su fiesta de 90 cumpleaños. Entre las sorpresas de la fiesta le vamos a hacer un juego sobre “las canciones de su vida” consistente en, aprovechando su excelente estado de memoria, asociar una canción con algún acontecimiento importante de su vida.
Hay cosas que no se olvidan jamás y que aprendimos con poemas, coplillas, canciones y que al oír éstas nos trasladan a esos acontecimientos. Y alguien me podrá decir: “¿Y qué tiene todo esto que ver con el texto evangélico de hoy?”.
Pues, en primer lugar, en toda la Escritura y en el Nuevo Testamento en particular hay textos que, aunque no fuesen “palabra de Dios”, sino mera composición literaria, son de tal belleza y contienen tal fuerza emotiva que por sí solos son dignos de ser considerados tesoros de la literatura universal. El “Magnificat” es sin duda uno de ellos.
Con todo y con eso hay estudiosos que quieren quitarle importancia, no sé con qué fin, sobre todo en cuanto a la originalidad del evangelista Lucas al afirmar que, en realidad no son palabras de María, sino que son composiciones del antiguo testamento, (Cántico de Ana, versículos de Habacuc, trozos de los salmos…) Vamos, lo que llamamos un “corta-pega”.
Es posible que sea así, doctores en biblia tiene la Iglesia y fuera también. A mí me importa poco si son palabras literales de María o si fueron dichas exactamente así y en ese instante. Seguramente no había nadie con una grabadora y el momento debió de ser tan sublime que no repararon en decir: “paramos un momento y lo ponemos por escrito para la posteridad”.
Pero lo que sí imagino es a María, hija de Sión, nacida en el seno de una familia y un pueblo creyente, como mi madre y como todo el mundo también tendría las “canciones de su vida”. Es fácil imaginar a Joaquín y Ana cantando en casa o en la sinagoga los bellos poemas de la Escritura y que a María, desde niña, se le irían grabando en la memoria y asociando a momentos de su vida.
Dichosa tú porque has creído. Tras el anuncio del ángel y el abrazo con Isabel María descubre que las canciones de su vida se cumplen. Ella es portadora de la Palabra encarnada y el “Magnificat” es toda la historia y la vida, toda la esperanza del pueblo de Israel, hecha canción.