Los grandes cambios que está experimentando nuestra sociedad en estos últimos tiempos, en razón de los avances técnicos y científicos, de los acontecimientos históricos y de las nuevas y distintas maneras de pensar, son un hecho incontestable. Además expresan en buena medida una concepción diferenciada del ser humano en relación a épocas anteriores.
Desde una perspectiva cristiana, el choque de la mentalidad de este mundo con el Evangelio es frontal. Se diría que los nuevos y diferentes modos de ser y comportarse no han tenido en cuenta a Cristo Jesús como el centro de la cosmovisión del hombre moderno. El Evangelio ha sido relegado en este proceso histórico. Se diría que es algo ya sabido y que tiene poco que aportar. El mundo de la escuela no es indiferente a estos cambios y nuevas formas. Los docentes somos conscientes de estos hechos sucedidos en la sociedad y su reflejo en la vida escolar y en la educación de la persona. La concepción sobre el hombre, sobre sus ideales y objetivos en la vida es claramente distinta a la de hace un par de generaciones. Todos aquellos que vivimos el día a día de la escuela percibimos de forma acusada esta mutación en la vida social. Además pensamos que nuestra capacidad de respuesta ante esta avalancha es limitada y poco podemos hacer. La influencia del docente se ha ido aminorando ante la presión del medio, cada vez más exigente con él. De manera correlativa, la escuela ha sufrido esta pérdida del anuncio de la Buena Nueva. Aunque la demanda de formación cristiana por parte de las familias es considerable, son pocos los proyectos nuevos de formación cristiana que se incorporan a la escuela. Los que surgen, tienden a ser una continuación de maneras y esquemas de antaño. Juan Pablo II, de forma extensa, y Benedicto XVI, han hablado de la nueva evangelización, como un espíritu nuevo para anunciar el Evangelio que no supone la fe de los que lo escuchan, sino lo contrario. La llamada de Juan Pablo II y Benedicto XVI a la nueva evangelización, expresa una acción entendida no sólo como una repetición, sino como una manera distinta a la acostumbrada, buscando a todos aquellos que no se interesan por la evangelización permanente y necesitan caminos distintos para llegar a Cristo. La escuela, que ha sido lugar de evangelización desde hace cuatrocientos años, tiene que ser el escenario apropiado para impulsar esta nueva evangelización.