Ante la noticia de un adolescente que agrede a sus padres, uno se queda perplejo. ¿Qué ha fallado para llegar a este punto? Vivimos en una sociedad enferma donde se valora la violencia, la competitividad extrema, el consumismo, el hedonismo y la gratificación inmediata. El “todo vale” imperante en los últimos años, descuidando la formación en la responsabilidad y conciencia, y abandonando todo código moral del bien y del mal, lamentablemente tiene bastante que ver al respecto. Su desarrollo ha derivado en unas consecuencias tan nefastas para la convivencia familiar como son el maltrato físico y verbal de los adolescentes hacia sus padres. Diagnosticado como “Síndrome del Emperador”, sus protagonistas pegan, roban, amenazan, y agreden con violencia y sin rubor a sus progenitores.
La Fiscalía General del Estado califica esta situación como “preocupante”, dado el número creciente de casos; desde el año 2000, las denuncias de padres contra sus hijos se ha multiplicado por ocho. La falta de valores de la sociedad, la permisividad de los padres, la falta de normas o límites en la educación, la falta de educación en valores, etcétera, constituyen un marco perfecto o un caldo de cultivo adecuado para que aumenten los casos. Suelen ser chicos que dirigen su ira generalmente sobre la madre.
Muchos padres no saben qué hacer ni cómo protegerse de sus hijos, por eso la tendencia general es encubrir el problema. Únicamente se denuncia el 10 % de los casos, ya que a los padres les cuesta mucho denunciar a sus propios hijos, por el sentimiento de culpa, el dolor que supone, y el temor y la vergüenza a que la sociedad les estigmatice como malos educadores. En mi opinión, pocas cosas pueden ser más duras para unos padres que tener que llamar a la policía porque un hijo los agrede.
Conozco a padres que viven esta situación y es extremadamente dolorosa. Este es un problema complejo que no se puede ni se debe explicar por un solo factor; por eso no podemos culpar a los padres. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido del excesivo aumento de trastornos de personalidad en adolescentes que no son correctamente detectados o diagnosticados por especialistas.
En muchos estudios se demuestra que en los países desarrollados, la violencia de los adolescentes contra sus padres llega al 18 % y en las familias monoparentales al 29 %. En la mayoría de los casos, los adolescentes son reincidentes y la conducta del agresor va unida a psicopatologías o consumo de estupefacientes o alcohol. No siempre está indicado el internamiento del menor, ya que esta medida puede deteriorar para siempre la relación de afecto paternofilial y puede dañar más aún la personalidad del menor.
de la manipulación a la agresión
El Síndrome del Emperador es una ausencia de conciencia moral y un patrón de conducta persistente de manipulación y explotación de los demás. Se puede definir como el maltrato que ejercen niños y adolescentes sobre sus padres. Tiene varios niveles de gravedad: la forma más leve es la manipulación y la más grave la agresión.
Sus protagonistas son pequeños dictadores que convierten su hogar en un problema serio; tratan a sus padres y hermanos de forma déspota y son unos auténticos tiranos. Desde los 7 años ya comienzan su anómala conducta con insultos verbales, para pasar a la desobediencia total, las mentiras compulsivas y a no respetar a nadie. Posteriormente, desarrollan conductas de agresión física, rompen cosas, roban, e incluso se pueden dar casos de asesinatos. Cada año aumenta el número de niños que se comportan como auténticos tiranos con los padres, llegando en la adolescencia a pegarlos, agredirlos, robarles e incluso amenazarlos de muerte, sin ningún tipo de rubor.
El maltrato psicológico suele manifestarse mediante insultos, malas contestaciones, desprecio, ironía, se ríen de sus padres, les ridiculizan y siempre les culpan de sus fracasos; ellos nunca se sienten culpables. También les intimidan delante de otras personas, en casa o en lugares públicos. El maltrato físico se da en el Síndrome del Emperador más desarrollado. La edad media de los casos denunciados es de 16 años. Muchos, además, tienen un completo historial delictivo.
Sus principales síntomas son:
1. No tiene sentimientos de culpa por sus acciones agresivas, ni se arrepiente por lo que hace mal.
2. No expresa emociones positivas hacia los demás.
3. No tiene principios morales.
4. No respeta las normas ni los límites.
5. Busca la gratificación inmediata y si no la consigue, se pone agresivo.
6. Insensible. No expresa empatía hacia los demás. No le importan los sentimientos de los otros.
7. No manifiesta amor ni tolerancia hacia los demás. No tiene vínculos afectivos con nadie.
8. Tiene un gran egocentrismo. Narcisista, él es el centro de todo. Todo está para su uso y disfrute.
9. No le influyen las regañinas o conversaciones con los padres. Piensa que estos no tienen legitimidad ni poder para castigarle, y no les teme en absoluto. El castigo no corrige su conducta.
10. Miente con absoluta frialdad.
11. Conductas frecuentes de desafío a los demás.
12. Casi siempre es agresivo y dominante. Es cruel con padres, hermanos, amistades… Tienen poca capacidad para sentir amor.
13. Impulsivo, no es capaz de ver las consecuencias del mal que hace. Ausencia total de conciencia.
14. Alguno me ha llegado a decir que su madre es una espía y una aspiradora que va limpiando detrás de él.
15. La manipulación es su conducta favorita. Termina consiguiendo lo que quiere manipulando todo y a todos.
16. Desconfianza patológica hacia todos. Le cuesta mucho integrase en un grupo. Tiene solo los amigos que le convienen.
17. No tiene autocontrol emocional ni cognitivo. Ninguna tolerancia a la frustración.
18. Es irresponsable, vago y no está preparado para enfrentarse a las dificultades de la vida cotidiana.
19. No tiene amor, empatía o compasión. No le importa lo que está bien o lo que está mal.
20. No expresa afectividad ni percibe las emociones de los demás.
21. Llega a dominar, manipular y explotar a los demás. Quiere conseguir sus metas a cualquier precio, no le importan las consecuencias.
22. Sentimientos de poder, dominio y autoridad.
23. Siente placer teniendo conducta de riesgo o de peligro, mentiras y manipulación.
causas del trastorno
Todos sabemos la dificultad que supone lograr el equilibrio entre autoridad y afectividad. Sin embargo es necesario esforzarse para conseguirlo, pues, según los estudios realizados, entre los factores que han desencadenado el aumento progresivo de este trastorno se encuentran principalmente tanto la falta de autoridad y sobreprotección de los padres, como su falta de afectividad hacia los hijos.
Las causas principales son:
1. Problemas en su educación: falta de límites o pérdida de autoridad por parte de los padres. Temor a las propias reacciones, rabietas y enfados de los hijos.
2. Niños maltratados.
3. Falta de dedicación por parte de los padres: educación no coherente ni en valores ni en formas. Despreocupación por sus estudios.
4. Permisivismo excesivo. Falta de límites. Imposibilidad de resistir la frustración.
5. Sobreprotección: miedo a que a su niño le pase algo por el tráfico, a que sea atacado por un pederasta, atracador, drogadicto, psicópata, secuestrador… Recluir a los hijos en casa ante una pantalla de ordenador, televisión, videojuegos, Internet, etc.
6. Consumo de drogas durante el embarazo.
7 Niños sin infancia: obligados a vender droga, a robar, a prostituirse, a mendigar, a trabajar…
8. Comportamiento disocial.
9. No escuchar a los hijos. desconocimiento de sus motivaciones o preocupaciones.
10. Padres que tienen temor a las propias reacciones de sus hijos. Padres que siempre han cedido a sus caprichos y nunca les han dicho un “no”. Evitan la rabieta o el enfado de sus hijos en vez de ponerle normas y educarle. Así, desde niños, estos comienzan a dominar las situaciones.
12. Dejación de las responsabilidades exclusivamente en el colegio.
13. Dañar la autoestima de los niños desde pequeños. De mayores se vengan mediante una conducta agresiva hacia los padres.
14. Crecer en el egoísmo y en la consideración del dinero como valor supremo. Muchos jóvenes responden que de mayor, lo único que les atrae es “ser rico”.
15. Pérdida del sentido de espiritualidad, de trascendencia, de responsabilidad, de esfuerzo, de ayuda a los demás, de comprensión, de tolerancia a la frustración, de saber esperar los premios…
16. Falta de criterios morales en la familia. Búsqueda del interés y la satisfacción inmediata.
17. Vivencias negativas en su familia: siempre oyen hablar mal a sus padres de todos, de los familiares, de los vecinos, del jefe, de la suegra…
18. Violencia intrafamiliar. Padres agresivos al volante o en casa, con personalidad antisocial que transmiten conductas negativas.
19. Violencia gratuita en TV, en el cine, en los videojuegos, en Internet. Se banaliza la violencia.
20. Banalización de la violencia. Las bandas juveniles o “tribus urbanas” que se agrupan para expresar violencia como principal finalidad (“vamos a dar una paliza al primero que nos mire”).
21. Ausencia de un modelo de creencias y valores que degenera en la falta de habilidades sociales y cognitivas para percibir y analizar todo lo que entra en su cerebro del exterior.
22. Con el grupo violento la responsabilidad se diluye (”nadie vio nada, nadie sabe quién lo hizo”).
23. La separación de los padres. Este trastorno se da más cuando la madre tiene otra pareja. La víctima es la madre en el 88 % de los casos.
Resumiendo, hay tres tipos de investigaciones que explican la génesis del Síndrome del Emperador:
A) En los niños agresivos el proceso de identificación con las figuras paterna y materna está obstaculizado por una relación fría y distante, en la que los cónyuges mantienen relaciones hostiles y utilizan métodos agresivos con sus hijos. Los niños o adolescentes agresivos han sido educados generalmente por: a) padres que les trataban con agresividad; b) padres que les enseñaban con su conducta a reaccionar con agresividad; c) padres con conflictos personales importantes, o crisis de pareja; d) padres que nunca han sido afectivos con sus hijos.
B) La agresividad siempre implica la existencia de una situación frustrante.
C) El aprendizaje social influye de forma determinante en la conducta de un joven, de ahí la importancia de procesos como imitación, recompensa, gratificación, aprendizaje, etcétera. Es fundamental controlar el reforzamiento de la agresividad que hace la televisión, la prensa, los videojuegos, Internet, etc.
pautas de prevención
Según un estudio publicado por la revista norteamericana Journal of Drugs, los jóvenes religiosos tienden a no consumir alcohol, tabaco, ni hachís, aunque su grupo de amigos les presionen para hacerlo. Deducción compartida por otro estudio publicado en Journal of Adolescence, en el que se demuestra que los jóvenes creyentes tienen menos riesgo de consumir drogas, caer en depresión o iniciarse en el sexo prematuro. Estos datos, ya demostrados en numerosas investigaciones, son confirmados también a lo largo de mis 30 años de ejercicio profesional, en los que a través de miles de casos he podido comprobar cómo creer en Dios previene contra el alcoholismo, las drogas en general, el fracaso escolar y la violencia o las conductas agresivas, la manipulación y la explotación de los demás.
Pautas para prevenir las conductas de riesgo:
1. Los hijos necesitan que se les aconseje y guíe en toda conducta nueva. Necesitan tener claras las normas y límites para distinguir lo que está bien de lo que está mal.
2. Los castigos han de ser desde que el niño es pequeño, razonados con el niño pero a la vez firmes. Al niño hay que explicarle siempre las razones y consecuencias prácticas de lo que ha hecho mal.
3. Implementar conductas de socialización, de sentimientos morales, de perdón, de tolerancia, de culpa, de reconocer los errores… Generar el máximo vínculo afectivo padres-hijos.
4. Fomentar la participación en actividades altruistas y comportamientos morales. Enseñarles a sentirse bien por hacer algo positivo por los demás.
5. Premiar las conductas positivas del hijo.
6. Observar los problemas de conducta desde pequeños: desobedecer en conductas cotidianas como irse a la cama, cepillarse los dientes, recoger los juguetes, hacer los deberes, respetar a los demás…
7. Corregir estas conductas antes de enfrentarnos a otras mucho más negativas y agresivas: faltas de respeto más graves y frecuentes a padres o hermanos. Imposición de sus deseos y caprichos con agresividad.
8. No ceder ante sus presiones. Mostrar firmeza en no tolerar la mentira ni la agresividad.
9. Hacerles cumplir con sus obligaciones, mediante una comunicación afectiva.
10. Corregir el primer comportamiento tirano de nuestro hijo, para evitar que llegue a ser un verdadero maltratador.
11. Ayudar a desarrollar emociones positivas y conductas morales de conciencia y respeto hacia los demás. Lo mejor es el ejemplo de los padres.
12. Fomentar la capacidad de autocontrol, evitando el hedonismo como norma de vida y la gratificación inmediata. Fijarle objetivos que necesiten un importante esfuerzo.
13. Restringir la televisión. Evitar modelos de conducta muy consumistas y hedonistas.
14. Ayudarle a que practique actividades no violentas que disminuyan su enorme egocentrismo.
15. Recurrir a la ayuda de un profesional si es necesario, puede haber un trastorno psicológico detrás que hay que diagnosticar y tratar.
16. Mostrar coherencia en las conductas, valores y creencias de los padres.
17. Razonar los pros y los contras, lo positivo y lo negativo de las normas y los límites. Entender el por qué y el para qué.
18. Acostumbrar a valorar las consecuencias de su conducta.
19. Destacar la importancia del perdón. No tener reparo en reconocer ante ellos nuestros errores y equivocaciones. Pedirles perdón.
psicopatología
En los casos de Síndrome del Emperador generalmente subyace otro trastorno psicológico detrás. Los más frecuentes son:
EN NIÑOS:
1. Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH): Dificultad para mantener la atención; intenta evitar tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido (como tareas escolares o domésticas); se distrae fácilmente por estímulos irrelevantes; mueve en exceso manos o pies; le cuesta permanecer en su asiento; precipita respuestas antes de ser completadas las preguntas; interrumpe o se inmiscuye en las actividades de otros , grita con frecuencia, etcétera.
2. Trastorno “negativista” desafiante (TND): Patrón de conducta de desprecio y violación de los derechos de los demás. Irritabilidad o incapacidad de adaptación. Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás. Irresponsabilidad persistente. Uso habitual de la mentira. Dominio sobre los demás. Reacción exageradamente airada o violenta. Egoísmo. Desobediencia. Impulsividad. mal comportamiento. Baja tolerancia a la frustración.
EN ADOLESCENTES Y JÓVENES:
1. Trastorno de personalidad antisocial (psicopatía): Desprecio y violación de los derechos de los demás. Fracaso por adaptarse a las normas sociales. Deshonestidad. Uso habitual de la mentira para beneficio personal. Impulsividad. Irritabilidad o incapacidad de adaptación. Irresponsabilidad persistente. Dominio sobre los demás. No percepción del peligro que entrañan las drogas. Reacción airada o violenta. Egoísmo. Desobediencia. Gusto por nuevas experiencias independientemente de su peligro. Exagerado aprecio de su físico. Falta de concentración, atención y memorización.
2. Trastorno paranoide de la personalidad: Desconfianza y suspicacia general desde el inicio de la edad adulta ante las intenciones de los demás, interpretadas como maliciosas: sospechas repetidas e injustificadas de que se van a aprovechar de él, le van a hacer daño o le van a engañar. Reticencia a confiar en los demás. Rencor. No olvida injurias o desprecios. Percibe ataques a su persona o a su reputación que no son aparentes para los demás y está predispuesto a reaccionar con ira o a contraatacar. Sospechas repetidas e injustificadas.
3. Trastorno narcisista de la personalidad: Patrón general de conducta de superioridad sobre los demás. Arrogante, soberbio y agresivo. Exagera sus logros y capacidades. Fantasías de éxito ilimitado, de poder, brillantez, belleza o amor imaginario. Exige una admiración excesiva. Pretencioso, exigente y explotador para conseguir lo que quiere. Carece de empatía. Envidia a los demás o cree despertar envidias.