El presente artículo corresponde a la segunda parte sobre el “Sindrome del Emperador”, el trastorno de conducta que padecen muchos niños y adolescentes en la sociedad actual, y que consiste en el maltrato de hijos a padres. En estas páginas, el autor abordará las pautas de prevención y las psicopatologías que subyacen.
Pautas para prevenir conductas de riesgo
- Los hijos necesitan que se les aconseje y guíe en toda conducta nueva. Necesitan tener claras las normas y límites para distinguir lo que está bien de lo que está mal.
- Los castigos han de ser impuestos desde que el niño es pequeño, razonados con el niño pero a la vez firmes. Al niño hay que explicarle siempre las razones y consecuencias prácticas de lo que ha hecho mal.
- Implementar conductas de socialización, de sentimientos morales, de perdón, de tolerancia, de culpa, de reconocer los errores… Generar el máximo vínculo afectivo padres-hijos.
- Fomentar la participación en actividades altruistas y comportamientos morales. Enseñarles a sentirse bien por hacer algo positivo por los demás.
- Premiar las conductas positivas del hijo.
- Observar los problemas de conducta desde pequeños: desobedecer en conductas cotidianas, como irse a la cama, cepillarse los dientes, recoger los juguetes, hacer los deberes, respetar a los demás…
- Corregir estas conductas antes de enfrentarnos a otras mucho más negativas y agresivas: faltas de respeto más graves y frecuentes a padres o hermanos. Imposición de sus deseos y caprichos con agresividad.
- No ceder ante sus presiones. Mostrar firmeza en no tolerar la mentira ni la agresividad.
- Hacerles cumplir con sus obligaciones, mediante una comunicación afectiva.
- Corregir el primer comportamiento tirano de nuestro hijo, para evitar que llegue a ser un verdadero maltratador.
- Ayudar a desarrollar emociones positivas y conductas morales de conciencia y respeto hacia los demás. Lo mejor es el ejemplo de los padres.
- Fomentar la capacidad de autocontrol, evitando el hedonismo como norma de vida y la gratificación inmediata. Fijarle objetivos que necesiten un importante esfuerzo.
- Restringir la televisión. Evitar modelos de conducta muy consumistas y hedonistas.
- Ayudarle a que practique actividades no violentas que disminuyan su enorme egocentrismo.
- Recurrir a la ayuda de un profesional si es necesario, puede haber un trastorno psicológico detrás que hay que diagnosticar y tratar.
- Mostrar coherencia en las conductas, valores y creencias de los padres.
- Razonar los pros y los contras, lo positivo y lo negativo de las normas y los límites. Entender el por qué y el para qué.
- Acostumbrar a valorar las consecuencias de su conducta.
- Destacar la importancia del perdón. No tener reparo en reconocer ante ellos nuestros errores y equivocaciones. Pedirles perdón.
Psicopatología
En los casos de Síndrome del Emperador generalmente subyace otro trastorno psicológico detrás. Los más frecuentes son:
EN NIÑOS:
- Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH): No presta atención suficiente a los detalles o incurre en errores por descuido en las tareas escolares o en otras actividades; dificultad para mantener la atención; a menudo parece no escuchar cuando se le habla directamente; le cuesta seguir instrucciones o no finaliza tareas escolares, encargos u obligaciones; dificultad para organizar tareas y actividades; intenta evitar tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido (como tareas escolares o domésticas); se distrae fácilmente por estímulos irrelevantes; puede ser descuidado en las actividades diarias; mueve en exceso manos o pies, o se mueve en su asiento; le cuesta permanecer en su asiento en clase o en otras situaciones en las que se espera que permanezca sentado; corre o salta excesivamente en situaciones en que es inapropiado hacerlo; dificultad para realizar tranquilamente juegos o actividades de ocio; habla en exceso; con frecuencia precipita respuestas antes de ser completadas las preguntas; dificultad para guardar su turno; interrumpe o se inmiscuye en las actividades de otros , grita con frecuencia en casa y en el colegio, etc
- Trastorno “negativista” desafiante (TND): Patrón de conducta de desprecio y violación de los derechos de los demás. Fracaso por adaptarse a las normas sociales. Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro. Irritabilidad o incapacidad de adaptación. Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás. Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener una conducta responsable en los estudios, rechazando cualquier obligación personal o académica. Bajo rendimiento escolar. Uso habitual de la mentira. Gusto excesivo por ejercer dominio sobre los demás. Reacción exageradamente airada o violenta. Ausencia de actitudes de pequeño sacrificio por los demás. Incapacidad para realizar y terminar la tarea que se le mande. Desobediencia. Gusto por nuevas experiencias independientemente de su peligro. Falta de concentración, atención y memorización. Incapacidad de permanecer quieto. Impulsividad, escaso control de sus impulsos. Conducta manipulativa de búsqueda de atención. Se porta mal en público. Problemas frecuentes con los profesores. Baja tolerancia a la frustración.
EN ADOLESCENTES Y JÓVENES:
- Trastorno de personalidad antisocial (psicopatía): La principal sintomatología de dicho trastorno que se va a corregir con el tratamiento: patrón de conducta generalizado de desprecio y violación de los derechos de los demás. Fracaso por adaptarse a las normas sociales. Deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, para obtener un beneficio personal. Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro. Irritabilidad o incapacidad de adaptación. Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás. Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener una conducta responsable en los estudios, rechazando siempre cualquier obligación personal o académica. Uso habitual de la mentira. Gusto excesivo por ejercer dominio sobre los demás. No percepción del peligro que entrañan las drogas. Reacción exageradamente airada o violenta. Ausencia de actitudes de pequeño sacrificio por los demás. Incapacidad para realizar y terminar la tarea que se le mande. Desobediencia. Gusto por nuevas experiencias independientemente de su peligro. Exagerado aprecio de su físico. Falta de concentración, atención y memorización. Incapacidad de permanecer quieto. Escaso control de sus impulsos, etc.
- Trastorno paranoide de la personalidad: Desconfianza y suspicacia general desde el inicio de la edad adulta, de forma que las intenciones de los demás son interpretadas como maliciosas, que aparecen en diversos contextos, como lo indican los siguientes síntomas: Sospecha sin base suficiente, de que los demás se van a aprovechar de él, le van a hacer daño o le van a engañar. Preocupación por dudas no justificadas acerca de la lealtad o la fidelidad de los demás. Reticencia a confiar en los demás por temor injustificado a que la información que compartan vaya a ser utilizada en su contra. En las observaciones o los hechos más inocentes, vislumbra significados ocultos que son degradantes o amenazadores. Alberga rencores durante mucho tiempo, no olvida injurias o desprecios. Percibe ataques a su persona o a su reputación que no son aparentes para los demás y está predispuesto a reaccionar con ira o a contraatacar. Sospechas repetidas e injustificadas.
- Trastorno narcisista de la personalidad: Patrón general de conducta de superioridad (en los pensamientos o en las conductas). Se da una gran importancia, exagera sus logros y capacidades, se siente superior a los demás. Tiene fantasías de éxito ilimitado, de poder, brillantez, belleza o amor imaginario. Cree que es especial y único y sólo puede ser comprendido por alguien muy especial o muy inteligente. Exige una admiración excesiva. Es muy pretencioso y quiere que se cumplan de inmediato sus expectativas. Interpersonalmente es explotador, manipula a los demás para conseguir lo que quiere. Carece de empatía, no se identifica con los sentimientos o necesidades de los demás. Envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él. Es arrogante, soberbio y agresivo.
Según un estudio publicado por la revista norteamericana Journal of Drugs, los jóvenes religiosos tienden a no consumir alcohol, tabaco, ni hachís, aunque su grupo de amigos les presionen para hacerlo. Esta deducción es compartida por otro estudio publicado en Journal of Adolescence, en el que se demuestra que los jóvenes creyentes tienen menos riesgo de consumir drogas, caer en depresión o iniciarse en el sexo prematuro. Estos datos, ya demostrados en numerosas investigaciones, son confirmados también a lo largo de mis treinta años de ejercicio profesional, en los que a través de miles de casos he podido comprobar cómo creer en Dios previene contra el alcoholismo, las drogas en general, el fracaso escolar y la violencia o las conductas agresivas, la manipulación y la explotación de los demás.