«En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: “¿Cómo puede este darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre”. Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún».
Mediante la lectura de este Evangelio me ha venido a la memoria una historia de la evangelización de Paraguay. Durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2013 en Brasil, visitando un pueblo creado por los franciscanos, donde el Templo era el centro y una especie de casa comunitaria a la vez, nos contaba la guía que para la mentalidad del guaraní, un Dios crucificado era algo imposible de aceptar, pero en cuanto se les hablaba de la Eucaristía, en donde comiendo el Cuerpo de Cristo se transformaban en aquello que recibían, que comerlo les daba la Vida eterna, inmediatamente pedían entrar en la Iglesia.
Esta historia de salvación, que se ha valido un poco del pensamiento mágico de los guaraníes, nos vale para ver que todo hombre busca la vida. Tenemos dentro un deseo de trascender, de no morir. Frente a este deseo, o mejor dicho, frente a esta necesidad, Dios no se ha quedado impasible, ha enviado a su Hijo como comunicador de la vida y ¡de la Vida divina!
Por esto, querido lector, este discurso de Jesús acerca del Pan de Vida, donde habla de la experiencia de los padres, que comieron pan y murieron, llama a una relación totalmente nueva con Dios: comiendo su Cuerpo, habitaremos en Él y viviremos por Él.
Cuántas veces hemos escuchado que somos lo que comemos, o que actuamos según nos han enseñado, pues esta relación con Jesucristo alcanza un nuevo nivel al ofrecérsenos como alimento, dándonos la posibilidad sensible de experimentarle entrando en nosotros y transmitiéndonos la vida que comparte con el Padre y el Espíritu Santo.
Si hoy te das cuenta que la vida que vives no trasciende, que parece un sin sentido, escucha hoy la voz de Cristo que te llama a recibirle, que no viene a quitarte absolutamente nada, sino a darte la vida y ¡la Vida eterna!
Miguel Ángel Bravo
2 comentarios
Very nice
Beautiful….Amén