Decepcionante panorama el de la política nacional cuando, con la falaz afirmación de que el otro es peor que yo, disimulo mi escasa estatura intelectual con un discurso facilón, indocumentado e hilvanado al hilo de los tópicos al gusto de los que se niegan a reflexionar; todo ello intentando ocupar un sillón, desde el cual haré un hueco a cómplices y amigos al margen de la deseable capacidad para desempeñar la responsabilidad que les espera..
Señores diputados que, mereciéndolo o no, habéis logrado un sillón en el Templo de la Soberanía Nacional, y ciudadanos, que votasteis lo que votasteis siguiendo vuestros gustos o conciencia, tal vez sin imaginar que las cosas llegarían a donde han llegado…: ¿Qué opináis de la situación actual? ¿Realmente creéis que valen más los sillones de figuración que los valores y las responsabilidades que, bien tratados y mejor aplicados, ennoblecen a la Política?
Ya sé que a los primeros, es decir, a los señores diputados de quienes, efectivamente, depende una airosa y positiva resolución del actual laberinto, poca mella hará el ruego de que obren en libertad y con la mira hacia lo que realmente conviene a España puesto que lo más probable es que, a la hora de votar, votarán en la dirección que indique el dedo del jefe. Condición muy distinta es la de los segundos, millones de ciudadanos de los que, en nuestra Democracia, depende salvar los baches en los que hemos caído, sea porque veíamos las cosas de otra manera o por exceso de ingenuidad a la hora de escuchar la retórica con la que algunos desafiaban a nuestro propio sentido común. A éstos me permito recomendar: ojo avizor y buena nota de lo que está ocurriendo para que, en cuanto surja otra ocasión, no caer en la trampa de lo facilón y farfullero sin darse cuenta de que nadie puede dar lo que no tiene, sobre todo, si ello depende más de la generosidad que de la capacidad de gestión.
Antonio Fernández Benayas