En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él, y les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Se levantó y lo siguió. Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos: «¡De modo que come con publicanos y pecadores!»
Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»Marcos (2,13-17)
Señor, tu bien me conoces y sabes de mi incapacidad para seguirte, para caminar tras tus huellas luminosas. Pero insistes cada dia. De nuevo escucho tu propuesta: “¡Sígueme!”… “…aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mt 11-29.
Yo quiero seguirte. Quiero parecerme a ti. Tener tus actitudes, tus gestos, tu cariño, tu misericordia, tu amor para los que me rodean para que ellos que compartirán este dia de viaje en mi vida. Anhelo tu discernimiento para no dejarme seducir ni embaucar por los continuos engaños del maligno que tantas veces me llama a la pereza, a la murmuración de mi historia, al desasosiego a entretenerme con cosas vanas en el camino. Necesito tu discernimiento si me llamas a seguirte. Necesito tu consejo, tu aliento animosos para no desfallecer y mantenerme firme tras tus pasos. Yo solo no puedo Señor, Tu bien lo sabes por eso te insisto nuevamente en este dia dame tu ese espíritu. Dame tu esa certeza necesaria en la dirección que toman mis pasos en el sendero de este dia. Dame tu la esperanza continua de que tu llamada lo es a perpetuidad para estar siempre unido a ti. Y abrígame con ese maravilloso amor tuyo desinteresado que cubrirá la desnudez de mis pecados.