La ideología de Género y sus consecuencias
LA IDEOLOGÍA FEMINISTA RADICAL DE GÉNERO DIVULGADA A PARTIR DE LA DÉCADA 1960-1970 AFIRMA QUE LA MASCULINIDAD
Y LA FEMINIDAD NO ESTARÍAN DETERMINADAS FUNDAMENTALMENTE POR EL SEXO, SINO POR LA CULTURA.
Las diferencias entre el varón y la mujer no corresponderían a una naturaleza «dada», sino que serían meras construcciones culturales «hechas» según los estereotipos que cada sociedad asigna a los sexos.
María Elósegui Itxaso, doctora en Derecho y en Filosofía, y profesora Titular de Filosofía del Derecho en la Universidad de Zaragoza responde a Buenanueva sobre la ideología de género y sus consecuencias.
BN— ¿Qué debemos entender por sexo y por género?
Prof. María Elósegui —El sexo es masculino (XY) o femenino (XX). Viene dado por los cromosomas. Desde el inicio de la gestación nos desarrollamos ya como hombres o mujeres y esto no lo podemos cambiar nunca (omito aquí deliberadamente la referencia a los casos muy infrecuentes de hermafroditismos o intersexos).
El género es el rol asignado en cada sociedad a cada sexo biológico.
La clave de las distintas antropologías de la sexualidad no está en el hecho de que se utilice el término género, sino en cómo se expliquen las relaciones entre el sexo (lo biológico) y el género (lo social). Una parte de los roles sociales tienen relación con la propia biología, por ejemplo, el hecho de desempeñar la función de ser padre o madre en una familia —existe un modo de cuidar propio de los varones (varonil) y un modo de cuidar de la madre (maternal)—, pero eso es compatible con afirmar que muchas de las funciones sociales pueden ser desarrollados por los dos sexos, y no están determinadas por la biología. Por ejemplo, la materialidad de las tareas domésticas pueden llevarlas a cabo tanto los hombres como las mujeres. Dependerá de la costumbre, de la educación, de la época histórica, de los horarios, de los acuerdos y organización dentro de las propias familias, de los gustos y habilidades.
BN —¿En qué se distingue la identidad sexual de la orientación sexual?
Prof. María Elósegui —Por una parte, la identidad sexual forma parte de la identidad de cada persona. Somos persona masculina o persona femenina. La biología está hecha para que hombres y mujeres sientan atracción sexual hacia el sexo opuesto. La identidad sexual está presente en todas las personas a lo largo de toda su vida, con independencia de que sean solteros, casados etc. Además la sexualidad humana está hecha para ser vivida con una persona del sexo contrario. Lo que ocurre es que a su vez, el hombre y la mujer han sido hechos libres, y pueden realizar las conductas sexuales de acuerdo a la dignidad de la naturaleza humana o ir en contra de la misma. El que podamos elegir no significa que dé igual lo que elijamos. Lo coherente con la naturaleza humana es tener relaciones heterosexuales y dentro de un proyecto estable como es el matrimonio y siempre con la misma persona (fidelidad matrimonial). Hay un instinto biológico, pero a la vez es muy importante la educación para construir de un modo coherente nuestra sexualidad.
BN —¿Cuál es el proceso en el que se descubre y se configura plenamente la identidad como varón o mujer?
Prof. María Elósegui —Es un proceso muy complicado que empieza desde que nacemos. Lo que querría insistir en este punto es en la importancia de que los padres acompañen a los adolescentes en el descubrimiento de la sexualidad. Que sean ellos los que les expliquen las cosas. Hoy los adolescentes y sus padres reciben una información muy confusa. Hay que hablar con los hijos e informarse bien. Tampoco hay que asustarse ante posibles problemas de desorientación sexual, pero sí hay que hacerles frente desde edades muy tempranas. Todo tiene solución con buenos diagnósticos.
BN —Algunos apoyan la existencia de cinco o seis géneros: heterosexual masculino o femenino, homosexual, lesbiana, bisexual e indiferenciado, que cada individuo podría escoger libremente. ¿No es la heterosexualidad una característica inherente a la naturaleza humana?
Prof. María Elósegui —Algunos afirman que la conducta sexual es enteramente elegida y que por tanto no tenemos que actuar de acuerdo a la naturaleza. Como he dicho antes, los que afirman esto no niegan que biológicamente pertenezcamos a uno de los dos sexos, lo que niegan es que lo más digno para el ser humano sea tener conductas heterosexuales. A ver…, en todo esto hay un poco de lío, también en cómo se explican estos errores. Es verdad que somos libres para seguir o no lo que es éticamente correcto. Es decir, es verdad que elegimos nuestras conductas sexuales, pero podemos elegir bien o elegir mal. El error de estas teorías está en afirmar que cualquier tipo de conducta sexual es válida desde un punto de vista ético y antropológico. Tienen razón en una cosa, la sexualidad humana y su heterosexualidad está condicionada por la biología, pero no está absolutamente determinada. El hombre tiene capacidad de transgredir las leyes de la naturaleza, y eso nos diferencia de los animales porque los animales no pueden hacer eso. De manera que la sexualidad humana se sitúa en un plano superior y muy diferente a la de los animales; transciende lo biológico, porque el hombre es un ser espiritual. Los hombres tenemos libertad para seguir la naturaleza o para vivir contra ella. Los animales no son libres. La sexualidad humana tiene un sentido antropológico profundísimo.
BN —Los promotores del feminismo radical de género, para llegar a una aceptación universal de sus ideas, intentan conseguir una «de-construcción» de la sociedad, empezando por la familia y la educación de los hijos, para «re-construir» un mundo nuevo y arbitrario que incluye, junto al masculino y al femenino, otros géneros. ¿Este intento de desintegración de la familia milenaria, basada en el amor entre el varón y la mujer, y de ambos hacia sus hijos es una buena idea para lograr una sociedad feliz formada por personas felices?
Prof. María Elósegui —Por supuesto, que esto no es ninguna idea feliz. Pero de todas maneras, la personas que no se reproducen se van a quedar solas y sin seguidores. Yo me preocuparía más de que se hable en positivo de que aportar hijos es un bien social, y de que los heterosexuales apuesten por vivir con coherencia su sexualidad dentro del matrimonio y de construir una verdadera igualdad entre los sexos, que también hace mucha falta.
El feminismo radical ha denunciado una injusticia anterior, que es real. Lo que hay que hacer es buscar soluciones correctas y conformes con la justicia social de la Iglesia, en definitiva con una antropología adecuada.
BN —La procreación como hecho biológico se encuentra ennoblecida en el ser humano por el amor en que se desarrolla y, precisamente por eso, ha sido puesta por Dios en el centro de la persona humana como labor conjunta de los dos sexos.
La ideología feminista radical pretende «liberar» del matrimonio y de la maternidad. ¿Piensa que abandonar la familia, como ámbito donde se expresa y hace real el amor a los demás, nos permite realizarnos como personas humanas y trascendentes?
Prof. María Elósegui —Yo creo que esa idea radical de abandono de la familia tiene pocos seguidores. El problema real hoy en día de los matrimonios jóvenes es cómo compatibilizar trabajo y familia, y, por otra parte, vivir la apertura a la fecundidad y querer tener hijos.
En fin, en general los matrimonios jóvenes en España no se sienten atraídos por estos planteamientos teóricos. Lo que pasa es que en la práctica los propios matrimonios heterosexuales condicionan su paternidad y maternidad a cómo organizarse para el cuidado de los hijos. Yo creo que éste es el reto actual. Yo me preocuparía menos del feminismo radical y más de poner en práctica el estatuto de los trabajadores y de exigir que se aplique la legislación existente sobre conciliación entre vida familiar y laboral
BN —En la Biblia la mujer es dada como ayuda al varón por el Creador, y viceversa, lo que no equivale a sierva ni expresa ningún desprecio. (Juan Pablo II, Carta Apostólica “Mulieris dignitatem”. También el salmista dice a Dios: «Tú eres mi ayuda.» Salmo 70,6; 115,9.10.11; 118,7; 146,5). Varón y mujer, desde perspectivas distintas, llegan a la propia felicidad sirviendo a la felicidad del otro. Esta concepción biblíca del género ¿puede asimilarse con el modelo más equilibrado de relación entre sexo y género: la igualdad en la diferencia?
Prof. María Elósegui —Por supuesto que sí. Juan Pablo II ha abierto un gran camino a la antropología y a la teología en el que hay que profundizar. El amor es donación. La corresponsabilidad entre mujeres y hombres tiene sentido desde esa antropología de la igualdad en la diferencia, que además está recogida en parte de la legislación, como por ejemplo en el Derecho Europeo de la Unión Europea.