“Jesús se estremeció de gozo en el Espíritu Santo y dijo: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a los pequeños”. (Lc 10;21-22)
He conocido el Misterio de la auténtica humildad, la que nos hace pequeños ante Ti y para Ti. Tú me lo has revelado: los verdaderos pequeños, los pobres, los desvalidos son los que buscan tu Rostro. No es aquella pequeñez de la que los hombres hablan, es la otra, la escondida, la que solo Tú conoces. No es cuestión de voluntad, no depende de nosotros. Depende solo de Tï, de que tus ojos nos miren y sintamos, de repente, ese misterio insondable de ser pequeño ante Ti. Y es ahí donde comienza tu historia con nosotros. Solo ahí plantas tu Tienda, en nuestra debilidad. Y la compensas con gracia, con dones, con tu Palabra, y somos realmente fuertes cuando sabemos vivir en tu divina pobreza. Porque es allí donde el hombre ya cansado, derrotado, abandona sus recuerdos, su persona, su pasado. Se vacía todo entero y se hace oquedad para ti. Y entonces, toda tu Gloria inunda el corazón nuevo y descubrimos así que la Gloria verdadera es que nos ocupes siempre, que vivamos en tu seno. Y asistimos, casi atónitos, al milagro insondable de sentir que nos invades, que tocamos con las manos tu Espíritu, que es Vida Eterna.