Sucedió que, al acercarse él a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazoreo y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» El dijo: «¡Señor, que vea!» Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado.» Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios. Lucas 18, 35-43
De esta Palabra tuya que hoy me propones como alimento para meditar llevo nutriéndome muchos años… ¡Señor que vea!. Ese es mi anhelo cada dia de mi vida. Que te vea a ti en los acontecimientos que me esperan en este dia. Que reconozca tus huellas en el camino que debo andar en este hoy. Que tenga discernimiento y acierte en las decisiones que tenga que tomar para que se ajusten a tu voluntad. Que solo en hacer y aceptar tu voluntad yo se que esta mi autentico descanso y felicidad. Que sepa tener silencios para escuchar las palabras mudas de tu voz en este dia y que una vez escuchadas sepa entregarlas sin hablar pero a través de mi vida.
Tu siempre me ves sentado en el camino porque bien me conoces y sabes que sin ti estoy vacío y nada puedo dar que tu no me hayas entregado primero. Soy consciente de mi ceguera cuando en lugar de VER solo miro por eso quiero gritarte en este nuevo dia que sigas teniendo compasión de mi como siempre la has tenido. Que no por conocerte mas cada dia dejo de necesitar tu auxilio. ¡Párate Señor! también hoy en mi vida. Tú sabes mejor que yo mis sufrimientos y mis desatinos. No me los tengas en cuenta Señor y que sienta yo tu consuelo en mis vacíos.
¡Mírame con misericordia Señor!. Tus ojos sobre mi son la luz que iluminará este dia en el que de nuevo quiero gritarte ¡Señor que vea!