«En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenia sentada alrededor le dijo: “Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan”. Les contestó: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”. Y, paseando la mirada por el corro, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”». (Mc 3, 31-35)
Llegaron la madre y sus hermanos… y ya los hombres nos ponemos a discurrir que si María es virgen, antes, durante y después del parto, que si San José era viudo y aportaba hijos, que si la divinidad y la humanidad de Jesús se cuestiona. No está mal hablar de estas cuestiones, necesitamos saber y tener certezas, conocer y saber por donde caminamos.
Veamos: ¿no estamos frente al misterio del Dios hecho hombre? Y hablando del misterio, ¿no es este, algo que siempre nos acompaña? Y si esto no es así, me gustaría saber: ¿por qué la vida y la muerte? ¿Por qué la violencia entre los seres humanos? ¿Por qué nacen hombres como Leonardo, Velázquez, El Bosco, Mozart, etc., y hombres como Stalin, Mussolini, Napoleón o Hitler? ¿No son estos otros tantos misterios?
Y no digamos si nos fijamos en la ciencia o en la Naturaleza, rodeados de misterios: maravillosos, alucinantes, bellísimos, tenebrosos, apocalípticos, en fin, lo que queráis. La reflexión por tanto que hacemos hoy deberá venir por el hecho concreto del misterio del Dios con nosotros, el Emmanuel que acampó entre nosotros. Este hecho, este acontecimiento único, impresionante, misterioso, maravilloso, excitante, sin parangón, este Jesús de Nazaret que predica el amor, que pasa por la vida haciendo el bien, que cura a los enfermos, que habla del sufrimiento, de la fiesta, de la tierra, y del cielo… Este anunciado hijo de Dios, nacido como hombre en el seno de María por obra del Espíritu Santo, que murió y resucitó, nos anuncia en este pasaje que sus hermanos son todos los que cumplen la voluntad de Dios.
Este Jesús que los Católicos creemos como verdadero hombre y verdadero Dios, nos anuncia el amor al enemigo. Posibilita que entre los seres humanos pueda darse una nueva manera de relacionarnos, no de dominio, sino de servicio, de ver al vecino, al amigo, al compañero, al extranjero, al que piensa distinto, al que tiene la piel distinta —también el color, la cara, el pelo— ver al otro no como un enemigo sino como a un hermano. Dios se ha hecho hombre para que el hombre salga de sí mismo y pueda tocar el cielo haciéndose semejante a Dios por el amor. Este es el mensaje que nos trae hoy el Evangelio de hoy, la Buena Noticia que nos trae Jesús de Nazaret en el tiempo de su vida pública.
Alfredo Esteban Corral