“En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: –Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. –Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. –Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. –Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo: porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, –¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! –¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! –¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! –¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas (Lc 6,20-26)”.
Lo primero de todo, cuando leemos o escuchamos este fragmento del Evangelio de Lucas llamado ¨Las Bienaventuranzas”, percibimos una diferencia notable frente a la versión de Mateo (Mt 5, 1-12). En Mateo aparecen nueve bienaventuranzas (ocho más un epílogo conclusivo que hace referencia a la persecución por causa de Jesús) y en Lucas, solo cuatro (tres más el mismo epílogo citado). Pero quizá haya otra diferencia mucho más importante: Mateo utiliza la tercera persona del plural (ellos), excepto en la novena bienaventuranza, mientras que Lucas usa la segunda persona del plural (vosotros) siempre.
Mateo dice que Jesús enseñaba a sus discípulos, viendo a la muchedumbre (ellos), y toma la palabra diciendo: ¨Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos, bienaventurados los que lloran, porque ellos…, etc.). Sin embargo Lucas dice que Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: ¨Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios, bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis (vosotros) saciados, etc.).
Jesús se dirige con esta enseñanza a sus discípulos, a sus seguidores. Es a nosotros a los que nos llama bienaventurados, dichosos, felices. Seguir a Jesús es una verdadera dicha, una Buena Ventura la palabra ¨ventura” significa en latín, “lo que va a venir, las cosas que van a venir”. Las cosas que nos van a venir, una Aventura.
Pero, y esto es lo decisivo, ¿comprenderemos las bienaventuranzas como la ley del cumplimiento que, por fin, se nos revela? El bienaventurado es siempre Jesús, que se encuentra con los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, los que son odiados; que se encuentra en los pobres, en los que tienen hambre, en los que lloran, en los que son odiados. ¿Parecían estar y ser abandonados de todos? Pues no, mira, en ellos nos encontramos con Jesús. Porque en ellos se da la buena aventura de vivir con el Señor, bajo la mirada amorosa del Padre. Mira por dónde, nosotros que los teníamos como los abandonados de la tierra, resulta que se encuentran con Jesús, siendo como él es, son cercanos a Dios. Resulta que su aventura de la vida es la que alcanza a Dios, porque procede de él, de su ternura, de su amor. ¿Abandonados de todos? Al contrario, mirándoles a ellos vemos a Jesús en la cruz, que los recoge alegremente en sus brazos extendidos, y que nos enseña a acogerlos nosotros también de manera que, si Dios así lo quiere, viéndonos a nosotros siendo como ellos, somos los pobres de Yahvé, los amados de Dios, en Cristo. Siempre en él. Siempre en su cercanía. Cuando nos encontremos con los bienaventurados porque son pobres, porque tienen hambre, porque lloran, porque son odiados, estamos junto a nuestro Señor. Por eso, seguramente, como a él le aconteció y le sigue aconteciendo en sus pobres, nos insultarán y proscribirán nuestros nombres como infames, porque diremos lo inconveniente, nos mezclaremos con los inconvenientes, nuestras acciones serán inconvenientes. En Jesús amante de los pobres, uno de ellos con los que sufren injusticia, con los que son abandonados, insultados y proscritos, nos encontramos la figura divina a la que hemos de seguir para hacernos como él y para estar donde él está. Con Francisco, el pobre de Asís, con Antonio acompañándole al silencioso desierto, con madre Teresa acariciando a los que mueren abandonados de todos en las aceras de Calcuta y de todas las grandes ciudades. Abandonados de todos, menos de Dios. Alegraos ese día y saltad de gozo. La vida del seguidor de Jesús, quien está junto a él en la cruz, vive la alegría de ver cómo somos justificados por la gracia, por lo que nuestros pecados nos son perdonados. Preciosa aventura la del seguimiento.
Pero Lucas continúa, suprimiendo las cinco últimas que en Mateoseguían siendo buenas aventuras (bienaventuranzas), y añadiendo, a las suyas, desdichas terribles: ¡Ay de vosotros los ricos! ¡Ay de vosotros los saciados! ¡Ay de vosotros los que reís! Ricos epulones ahítos de nuestra riqueza que nos hace disfrutar de la vida y vivimos consolados por nuestros bienes, saciados de cualquier hambre y que miramos con levedad extrema a quienes mueren por no comer, viéndolos en la televisión todo lo lejos que nos es posible, lo que nos llena de risas flatuosas y fosforescentes, viéndonos afortunados de tener esas riquezas de todo estilo que nos envuelven, que circunvalan nuestra persona protegiéndonos un metro por arriba, y por debajo, un metro a la izquierda, y a la derecha, un metro por delante y por detrás, de modo que ninguna desgracia ni hambre ni sufrimiento nos alcance. Habiéndonos convertido en auténticos burgueses.
¿Hablan todos bien de ti? Ten Cuidado, porque te doran la píldora, te adulan y pasan la mano por tu hombro buscando tus beneficios. Ten cuidado, porque no te das cuenta de que esa es una vida de mala aventura. Una vida lejos de Jesús y lejos de Dios Padre. Una vida en la que el Espíritu no tiene cabida dentro de ti para hacerte su templo.
Ángel Olías