En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y aborrecerás a tu enemigo.
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto». Mt 5,43-48.
Con este pasaje Cristo- Maestro, nos está dando una lección, con la cual explicita la razón de la conducta de sus discípulos, frente a la moral “adulterada” del Judaísmo de los rabinos de su época; algo que ya introducía en los versículos precedentes (vv. 38-42).
Ciertamente la Ley Mosaica no decía «aborrece a tus enemigos». Sí enseñaba y preceptuaba «amar a tu prójimo como a ti mismo» (Lev 19,18). La frase “aborrece al enemigo” era una inferencia rabínica que Jesús repudió totalmente. Los rabinos corrompieron Lev 19,18. Con esta inferencia ellos resumían la Ley reduciendo su prójimo sólo a los judíos de Israel y no a los samaritanos y gentiles. Jesús entra en escena con un golpe de timón, enmendándole la plana a los rabinos, a los “Maestros de la Ley”, El Señor se confiere a sí mismo una prerrogativa divina, siendo él, el Divino Maestro, el que nos dé la clave de interpretación de la Escritura: « Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen» Amad, rezad por vuestros enemigos, ese es el precepto nuevo que da plenitud y cumplimiento al AT en Lev 19,18: bendecir; orar; hacer el bien. Bendecid a quienes os maldigan, hablad bien de quienes os injurien, e incluso habar bien a quienes os injurien; hacer el bien a quienes os ponen tropiezo y aborrecen; orad por los que os ultrajan. Con ello, Jesús está explicitando y haciendo extensivos los vv. 39-40 que preceden a esta perícopa: ¡No buscar la venganza!; ¡No resistir al mal! ¡En lugar de eso, reaccionar manifestándoles un amor intenso!
La razón de esta conducta tiene como punto de mira el Misterio que es el Padre del Cielo «quien hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos». Sólo desde la gracia del Padre, desde la mirada continua al Padre, en él y desde él, podremos ser hijos, gozar de la filiación divina inaugurada en nuestro bautismo. De lo contrario, «si amáis sólo a los que os aman ¿qué premio tendréis?» El premio de una vida sólo anclada en lo natural sin desplegar el potencial de la gracia que rezuma desde la filiación divina en el Bautismo, obtenida por ese SOL que luce desde la entrega del Hijo por parte del Padre en la Redención del hombre, donde los injustos quedamos justificados e introducidos a la vida sobrenatural, a la vida de gracia a la santidad, a la vida de Perfección del Padre que nos alcanzará por nuestra unión con él a través del Hijo. Por tanto, ¡SED PERFECTOS COMO VUESTRO PADRE CELESTIAL ES PERFECTO!