Habéis oído que se dijo: ”Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo” Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial. (Mateo 5, 43-48)
¿Cómo se puede ser perfecto? ¿Cómo es posible amar al enemigo? ¿Cómo se puede rogar por aquel que te persigue?…Esto es una utopía imposible de cumplir para mi, Señor.
De mi no sale sino todo lo contrario cuando en mi entorno aparece el “enemigo”, aunque sea disfrazado algunas veces de las personas que más quiero.
Esta es la auténtica verdad que tantas veces experimento y que me hace recordar las palabras del apóstol Pablo “Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo” Rm 7, 18. Como me gustaría, poder perdonar, no tener en cuenta el daño que me hagan los demás, tener actitudes humildes para romper la cadena de mal que aparece cuando surge el pecado. Pero experimento tantas veces mi incapacidad… Y ¿Cómo me puedes tu pedirme Señor que sea perfecto y tenga las misma actitudes que tienes tu? ¿Cómo puede ser que me pidas eso?. Tú que bien conoces mi incapacidad. ¿Cuántas veces me hago esta pregunta? Sé que seria fantástico poder hacerlo pero… me siento incapaz. Y…peor aún…, cuantas veces dudo de que Tu quieras hacer esa obra de regeneración conmigo. ¡Tan necio soy!
Porque en el fondo de mi ser ya he descubierto que así me has amado Tú y que de lo que me estas dando Tú, quieres que yo dé. Por eso necesito acudir continuamente a Tu fuente. Esa que brota de ti y sacia mi sed en mis conversaciones contigo. Esa fuente continua que custodia tu Iglesia que son los sacramentos que alimentan mi nueva naturaleza de hijo tuyo. Esa fuente que me hace descubrir a mi hermano en el que es distinto y a mi familia en los que tienen tus mismos gestos y expresiones. ¡Ayúdame a parecerme a ti en este dia!