En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Le contestó: «Voy yo a curarlo». Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y viene; a mi criado: «Haz esto», y lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos» (San Mateo 8, 5-11).
COMENTARIO
Para poder pedirte Señor es necesario acercarme a ti. Es imprescindible que entre en lo profundo de mi corazón a hablar contigo. ¿Y cómo me puedo acercar a ti si no es desde el silencio de mi corazón? Pues aunque mis sentidos no te vean mi espíritu desde mi interior te siente cerca. Cuando desciendo ahí es cuando puedo hablar contigo y no sólo hablarte si no lo que es más importante ¡Escucharte!
Y en esta mañana quiero, como este centurión, no solo pedirte sino rogarte, que supone ver mi pequeñez y mi incapacidad enfrente de tu grandeza y tu poder. Te ruego Señor que me ayudes en este día a llevar mi cruz. La cruz que Tú me has puesto como compañera de viaje. Que sepa llevarla con dignidad siempre con tu ayuda. Que me sostengas, que me consueles, que me des luz y discernimiento para entrar en tu voluntad y alimentar mi alma con el pan de los acontecimientos que me pones en este día. Que sepa descansar mis preocupaciones en Ti, mis dolencias o lo que Tú dispongas para mí. Que sepa disfrutar y estar contento a pesar de las posibles adversidades. Que sea un digno servidor tuyo que al igual que este centurión recurra a ti rogando por mis compañeros de viaje, mi familia, mis amigos… ¡Son muchos los que necesitan ser curados, especialmente, en su alma por ti! Me pongo a tu disposición como criado para servirte saliendo de mí para ayudar hoy, con lo que pueda y sepa, a “mis hermanos”. ¡Buen día con el Señor!