En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción.
Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son “días de venganza” para que se cumpla todo lo que está escrito.
¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días!
Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo.
“Caerán a filo de espada”, los llevarán cautivos “a todas las naciones”, y “Jerusalén será pisoteada por gentiles”, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación» (San Lucas 21, 20-28).
COMENTARIO
Las catástrofes que anuncia el Evangelista son preludio de la Buena Noticia, mirad, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tengo más de 77 años y me parece que lo prudente es ir terminando con lo empezado, poner mi vida en orden y seguir aprendiendo lo que significa “desprendimiento”. El texto que se nos presenta hoy es del género apocalíptico y habla del futuro partiendo del presente, este texto nos quiere enseñar o revelar una verdad escatológica. El triunfo del bien sobre el mal y como Dios es el Señor de la historia destruirá con su presencia a los enemigos de los hombres y de Dios.
Estos textos quieren ser un consuelo para la Iglesia en sus tribulaciones: Ella se salvará; gracias a la venida del Señor en poder y majestad. La descripción de los distintos fenómenos tiene como finalidad de poner en relieve que, al aparecer el reino de Dios, el mundo será plasmado de nuevo en su totalidad: de modo semejante a lo sucedido con la creación del mundo. No debemos buscar aquí descripciones de hechos futuros, lo que se intenta por medio de símbolos es manifestar que el Señor aparecerá glorioso y elevar al cielo la historia. Más importante que las catástrofes metafóricas es la certeza del buen fin “nosotros aguardamos nuevos cielos y nueva tierra en los que habitará la justicia.
No debemos confundir las representaciones con el mensaje revelado. El Concilio Vaticano II en (“Gaudium et Spes 39”) enseña con claridad que el fin del mundo no es una catástrofe sino una plenitud.
Él ha puesto el mundo en nuestras manos para que lo administremos con amor, con prudencia, con tolerancia, con justicia, verdad, misericordia y generosidad. Dios ha querido que vivamos en familia, en comunidad, cuidando unos de otros y procurando siempre el bien, especialmente el de nuestro prójimo, el de los menos favorecidos, el de los inocentes, el de los más débiles e indefensos. Para eso nos ha dado todo lo que necesitamos, incluyendo inteligencia, voluntad y libertad.
Él quería humanizar la vida. Cuanto más humano, más divino, decía el Papa León Magno. En mi relación con los demás, ¿soy humano?