Lo hemos visto o cuasi vivido por los modernos medios de hoy multitud de veces: desde tiempo inmemorial esta costumbre adquirida en las grandes tragedias de repercusión mundial, hoy “parece” que, o es machista, o lo de los niños trasnochado. No obstante, cada nueva tragedia o cataclismo es un rotundo mentís.
Véase, por ejemplo, en el caso de los inmigrantes. Si en la barca o barcaza vienen niños o no digamos si de una subsahariana embarazada se trata, por muy exhaustos que vengan los demás, la mujer encinta de un nuevo ser humano y los niños, siguen teniendo preferencia para pisar la tierra prometida. Hoy, pues, como ayer. Hipocresía que no precisa muchos comentarios. Sin embargo, por lo trascendente que es la vida humana y lo importante de la tierra prometida, los haré.
Por lo general, en todas las tragedias humanas —e incluso, digo, no humanas— la costumbre, por repetida, se ha hecho norma. En un incendio, en un tsunami, en un terremoto, en un naufragio…, en multitud de casos ¡las mujeres y los niños primeros en poner a salvo! Y entre los niños, preferencia absoluta los no nacidos en el vientre aún de su madre. El porqué es evidente. Partidario como el que más de que ninguna mujer sufra marginación, reafirmo que tienen con el hombre igualdad en la diversidad. O sea, femineidad tan distinta, gracias a Dios, a la masculinidad-virilidad-hombría de los varones. ¿O no?
En cuanto a los niños y sus preferencias para ser salvados es evidente su indefensión comparada con la de los adultos. También es indudable que son los que tienen toda una vida por delante. Incongruencia vergonzosa para los que reclaman el derecho a eliminar las vidas que más tiempo les queda por vivir y tienen “a mayores” la más indiscutible de las indefensiones. De locos.
Carlos de Bustamante