“Bulle mi corazón de palabras graciosas;
Voy a recitar mi poema para un rey;
Es mi lengua la pluma de un escriba veloz”
“Eres hermoso, el más hermoso de los hijos de Adán.
La gracia está en tus labios,
Por eso Dios te bendijo para siempre.
Ciñe tu espada a tu costado, oh bravo,
En tu gloria y tu esplendor, marcha, cabalga,
Por la causa de la verdad, la mansedumbre y la justicia.”
“¡Tensa la cuerda en el arco que hace temible tu derecha!
Agudas son tus flechas, bajo tus pies están tus pueblos,
Desmaya el corazón de los enemigos del Rey”
“Tu trono es de Dios para siempre jamás;
Un cetro de equidad el cetro de tu reino;
Tu amas la justicia y odias la impiedad”
“Desde los palacios de marfil laúdes te recrean.
Hijas de reyes son tus preferidas;
A tu diestra una reina con oro de Ofir”.
“Escucha hija, mira, y pon atento oído,
Olvida tu pueblo y la casa de tu padre,
Y el rey se prendará de tu belleza.
Él es tu Señor, ¡póstrate ante él!
La hija de Tiro con presentes,
Y los más ricos pueblos recrearán tu semblante.
Toda espléndida, la hija del rey va adentro
con vestidos de oro recamados;
con sus brocados es llevada ante el rey.
Vírgenes tras ella, compañeras suyas,
Donde él son introducidas;
Entre alborozo y regocijo avanzan,
Al entrar en el palacio del Rey
“En lugar de padres, tendrás hijos;
Príncipes los harás sobre toda la tierra”
¡Logre yo hacer tu nombre memorable por
todas las generaciones, y los pueblos
te alaben por los siglos de los siglos
Salmo 45
Tú eres hermoso, el más hermosode los hijos de Adán
La gracia está en tus labios…
Cuando me pidieron que hiciera un comentario de un salmo, enseguida comencé a pensar en esos salmos que de algún modo cambiaron mi vida; aquellos, que en algún momento llegaron hasta los rincones de mis pensamientos, de mis miserias, de mis angustias, de mis crisis …Después pensé ¿de quién voy a hablar?, ¿sobre quién escribir o cantar? ¡No de mí!, sino de Jesucristo, el verdadero protagonista de mi vida, que es bien sencilla, y ha sido hecha sólo para una cosa: para la alabanza. Por eso me acordé de los versos con los que empieza este canto:
“Bulle mi corazón de palabras graciosas; Voy a recitar mi poema para un rey; Es mi lengua la pluma de un escriba veloz”
Es un canto a las bodas de un rey, es un ambiente festivo, se alaba al rey y se describe el festejo nupcial. Su composición está atribuida a los “Hijos de Coré”, posiblemente hacia el año 200 a. C.
“Eres hermoso, el más hermoso de los hijos de Adán”.
La belleza, la hermosura, atributo de Dios, es una belleza creadora, salvadora. Belleza manifestada en un principio en la armonía de la creación, en la naturaleza que nos rodea, el cosmos, las criaturas. Belleza que se muestra en el hombre, el propio hombre/mujer hecho a imagen de Dios (Gn 1, 26) según un diseño de artista. El diseño que Dios ha hecho para cada uno de nosotros, para nuestra vida es una obra de arte, un diseño de amor, mostrado, plasmado por el propio Espíritu en el bautismo de Jesucristo “Este es mi hijo amado en quien me complazco” (Mt 3, 16-17). Dice una antigua oda: “La Paloma voló sobre la cabeza del Señor y salmodió sobre El, y el Señor mostró el diseño de su amor, diseño de arte inefable para cada hombre.… Más los diseños se perdieron, los diseños de aquellos que no quisieron hacer su voluntad” (Oda 24 de Salomón)
“Pues tu amor es mejor que la vida, mis labios te glorificarán”
Muchas veces este diseño no es aceptado por el hombre que queriendo seguir sus propios criterios no asume su realidad y quiere cambiarla y duda de Dios o lo rechaza.
Cuántas veces hemos despreciado el diseño del Señor para nosotros, preocupados sólo de nuestros proyectos! Vivimos queriendo controlarlo todo, crearnos la vida en todos sus detalles, ser nuestro propio dios sin aceptar ninguna contrariedad o novedad que no entre en nuestros cálculos.
Sufrir por los sufrimientos del prójimo es bueno, pero ¡cuántas veces nos escandalizamos de ello pidiendo cuentas a Dios por las desgracias que nos rodean, por las calamidades de los lejanos, por las catástrofes sufridas por los más desfavorecidos!… ¡Cuántas veces, en definitiva, decimos sin palabras: “yo lo hubiera hecho mejor que tú” !Queremos ser el alfarero de nuestra propia arcilla. Lo que Dios ha hecho no nos gusta y pretendemos cambiar la belleza de Dios por la de nuestro propio criterio miope, egoísta, torpe… “mas los diseños se perdieron, los diseños de aquellos que no quisieron hacer su voluntad”
Así estaba yo hasta que conocí su amor. Me lo habían contado, pero no lo creí hasta que se manifestó a mí amándome, perdonándome, mostrándome a Jesucristo en la cruz, donde yo ya nunca estuve sola, descendiendo conmigo a mis infiernos y levantándome desde allí. Mucho perdón, mucha misericordia y mucha paz he recibido del Señor a cambio de mis reproches. Cuando era esclava de mi voluntad, vivía en una soledad profunda, carecía de sentido mi vida y no podía vivir en paz. En la experiencia del Dios vivo, he conocido la armonía, el equilibrio, la belleza del amor recreador en el misterio de la cruz, y el descanso.
Jesucristo fue el único que aceptó el diseño de Dios, cumpliendo siempre la voluntad del Padre; por eso es “el más hermoso de los hijos de Adán”
“La gracia está en tus labios”
Los labios son habitual figura bíblica para referirse al lenguaje y a la palabra. Labios que bendicen, que testimonian y que dan gloria a Dios “Pues tu amor es mejor que la vida, mis labios te glorificarán” (Sal 63, 4). La ley fue dada por Moisés, la gracia y la verdad por Jesucristo. “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios” (Jn 1,1). Dice San Agustín: “Vino a nosotros con palabra de gracia, con beso de gracia y de paz en sus labios”. Y nos habla de gracia no porque sea gracioso, sino porque se da gratis. Por eso se te permite dar gracias, pero no recompensar con nada, porque no tiene precio: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la bendición e invocaré el nombre del Señor” (Sal 116, 12s).
Me acordaba yo de la primera vez que me predicaron el amor de Dios manifestado en Jesucristo. Yo, que me había formado en una familia cristiana donde se rezaba el rosario, que me había educado en un colegio religioso, catequesis de comunión, de confirmación, misa dominical, ejercicios espirituales… no me había enterado de nada. Ante las crisis de crecimiento, mi carácter racionalista e inquieto, y los fuertes “porqués” de los que te rodea el mundo, me llevaron a un ateísmo convencido, investigado, y hasta valiente que me hizo romper con las tradiciones aprendidas; si no lo veo, no lo creo. Pero comprobé que, si Dios no existe, no hay vida eterna, no hay sentido al sufrimiento, no hay trascendencia, ni prójimo, sólo mi voluntad, mi ética, mi criterio…. y luego soledad, impotencia, vacío. Todo vale: el suicidio, el aborto, la eutanasia… ¿dónde parar, si la vida está vacía de sentido? En esta situación, en los infiernos de mi vida, escuché aquella predicación. Me hablaron de gratuidad; palabra gratis, amor gratis, redención gratis, ni leyes, ni imposiciones, ni cambios, ni juicios… me hablaron del amor de un Dios que se hace como yo para que pueda recibirle y conocerle, para que mis pecados no me aparten de Él (Oda 7ª de Salomón). Jesucristo muerto y resucitado cancelando todas mis deudas. Y sin darme cuenta… esta Palabra cambió radicalmente mi vida. “La gracia está en tus labios”, en tu Palabra, y tú eres hermoso y bendito para siempre.
“Ciñe tu espada a tu costado, oh bravo”
El término “espada” se usa en la escritura para referirse, principalmente, a la Palabra de Dios:“Ciertamente es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra las fronteras entre el alma y el espíritu… y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón” (Hb 4, 12). Sí, mi Señor. Pon tu espada al cinto y marcha lleno de gloria y esplendor por nuestra vida. Usa tu espada, tu Palabra para ponernos en marcha. Haz lo que has venido a hacer en nosotros. Cumple tu misión.
“En tu gloria y tu esplendor, marcha, cabalga, por la causa de la verdad, la mansedumbre y la justicia.”
Es una visión profética referida al Mesías. Jesucristo va a Jerusalén; el esposo acude al encuentro de su amada cumpliendo así la profecía: “Decid a la hija de Sión: he aquí que viene a ti tu Rey, justo él y victorioso, humilde (manso) y montado en un asno, en un pollino, cría de asna” (Zac 9,9).
Dicen los Santos Padres que Jesucristo no cabalga solo; Él es el “Buen Samaritano” (Lc 10, 29-33) que recoge a cada uno de nosotros, heridos, arrinconados por nuestros pecados, por nuestras infidelidades, y montándonos sobre su propia cabalgadura nos lleva a la posada (la Iglesia) cuidando de nosotros y pagando todas nuestras deudas.
“Agudas son tus flechas, bajo tus pies están tus pueblos,
Desmaya el corazón de los enemigos del Rey”
El salmo nos remite al Cantar de los Cantares; las flechas van dirigidas al corazón de la amada: “estoy herida de amor” (Cant 2,5); y la hacen descubrir que el amor del esposo no puede ser apagado ni tan siquiera con las aguas de la muerte: “Porque es fuerte el amor como la muerte…Saetas de fuego sus saetas, una llama de Yahveh. Grandes aguas no pueden apagar el amor ni los ríos anegarlo” (Cant 8, 6ss). Estas saetas son como la palabra de Cristo resucitado que prendió el corazón de los discípulos de Emaús. “¿no estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba por el camino? (Lc 24, 32), pero sobre todo son figura del Espíritu Santo el día de Pentecostés “se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos…” (Hch 2,3). Ésta es la experiencia “pentecostal” que nos impele a la alabanza, a contar las maravillas que ha hecho el Señor en nuestras vidas, a no seguir escondidos por miedo al mundo que nos rodea, un mundo que nos critica al ver que somos débiles como cualquiera, que nos juzga y se burla de nosotros; a dar testimonio de lo que hemos visto y contemplar cómo son vencidos nuestros enemigos, nuestros burlones, nuestros demonios, miedos, complejos, … “desmaya el corazón de los enemigos del Rey”.
“Tu trono es de Dios para siempre jamás;
Un cetro de equidad,
el cetro de tu reino; Tu amas la justicia y odias la impiedad”
San Pablo en su carta a los Hebreos (1, 8-9), refiere estos versos a Jesucristo como verdadero y eterno Rey de Israel.. Y añade que “así como Él participó con nosotros de la sangre y de la carne…para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte y liberar a cuantos por temor a la muerte (todos nosotros), estaban de por vida sometidos a esclavitud” (Heb 2, 14-15).
En cuanto al temor a la muerte, no sólo es la muerte física. Se refiere fundamentalmente a todo lo que me destruye, me hace sufrir, lo que de algún modo me quita la vida; todo aquello que amenaza mi personalidad, que se enfrenta a mi voluntad, a mi proyecto. El hombre intenta ser, pero haciendo y buscando satisfacerse con mil cosas pasa el tiempo, y el tiempo le lleva a la muerte y eso el hombre no lo puede resistir. Ese temor a la muerte, a “no ser” lleva al hombre a someterse a una servidumbre al afecto, al poder, al prestigio, al sexo…. ¿A quién servir? Dice San Pablo que Jesucristo es el único Rey al que hay que servir, su trono Eterno y su “cetro de equidad” .
“Desde los palacios de marfil laúdes
te recrean.
Hijas de reyes son tus preferidas;”
Para San Agustín las “ Hijas de reyes” son las distintas comunidades constituidas por los Apóstoles que engendran hijos a través de la predicación del Evangelio.
Hoy esta realidad la vemos plasmada en los distintos movimientos, órdenes religiosas, parroquias y comunidades cristianas, que se constituyen en auténticos “palacios de marfil”, que son la morada de Dios, como lo es el corazón de cada hombre que le pregunta como San Pablo: ¿Qué quieres que haga?(Hch 9,6)
“A tu diestra, una reina en oro de Ofir”
Ofir era una región de la costa occidental de Arabia. De Ofir se extrajo el oro con que se adornó el templo de Jerusalén, se recubrieron las paredes del Santo de los Santos, se construyó el Arca de la Alianza (1Cro 29, 4; 1Re 15, 22). Por esta razón la tradición cristiana ve en ella una alusión a la Virgen María, nueva Arca de la Alianza, en cuyo seno se posó la Gloria de Dios.
“Escucha hija, mira, y pon atento oíd. Olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el rey se prendará de tu belleza. Él es tu Señor ¡póstrate ante él!
Toda espléndida, la hija del rey va adentro con vestidos de oro recamados; con sus brocados es llevada ante el rey.
Entre alborozo y regocijo avanzan, al entrar en el palacio del Rey
¡Cómo me recuerda todo este cortejo a mi propia experiencia al caminar en la Iglesia en la procesión del Domingo de Ramos, en el lucernario Pascual, en la entrada nupcial el día de mi boda! Muchos autores han visto en estos versos la Alianza de Dios con su pueblo: “Escucha Israel” (Dt 6,4), “Él es tu Señor, entrégate a él” (Sal 45,12).
San Agustín también lo apreciaba así, referido a la Iglesia que sería la novia, y a Cristo Jesús, el novio, resucitado de la muerte por amor a cada hombre
Es una invitación de Dios a la Iglesia para que, por la palabra de Cristo, que es espada cortante, abandone la paternidad engañosa del diablo y se entregue a su verdadero Rey*.
Sí, ésta es mi experiencia: el demonio se aprovechó de mi racionalismo rebelde y me alejó de la Iglesia, de Dios y de toda esperanza; se constituyó como mi padre (el padre de la mentira) y mi vida agonizaba. Por medio de la predicación del amor de Jesucristo he podido conocer la alegría de caminar como en un cortejo nupcial hacia los palacios del Rey en medio de un pueblo en fiesta “como marchaba… a la casa de Dios entre gritos de júbilo y loa” (Sal 42, 5)
Tanto la tradición hebrea como la cristiana han visto en este salmo inspirado por el Espíritu Santo el anuncio profético de las bodas de Dios con la humanidad. “Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo” (Ap 21, 2).
Esta Alianza es el modelo perfecto del matrimonio por sus dos cimientos: el amor y la fidelidad. El Génesis testifica que la ruptura entre el hombre y Dios repercute necesariamente en la separación entre hombre y mujer. Pero el amor humano al entrar dentro de la Alianza, queda regenerado y transformado.
El matrimonio cristiano es una fuerza grande y misteriosa, pero inestable, al estar apoyada en la fragilidad humana. El amor de Cristo es un don sacramental para cada cónyuge que puede acabar con todos los elementos quedestruyen el amor: egoísmo, orgullo, el propio interés, el mercado afectivo.
A nuestro alrededor vemos cómo la pareja humana fracasa y muchos creen que las que permanecen lo hacen sólo por cobardía o meros acuerdos. Pero muchos de nosotros conocemos esta experiencia de Cristo resucitando en nuestras miserias, alimentándonos con su amor por medio de la Palabra, de la Eucaristía recreando nuestro matrimonio en un amor que supera todo lo comprensible porque no nace de nosotros, sino de esa misteriosa Alianza en la que Dios se empeñó con nosotros, que se va forjando y se convierte en un amor indisoluble y definitivo.
Y, ante esta experiencia, quiero proclamar:
“¡Logre yo hacer tu nombre memorable por todas las generaciones, y los pueblos te alaben por los siglos de los siglos!”
* “Cantad al Señor” Comentarios a Salmos seleccionados. Pedro Latorre Aztaráin.
“En tu gloria y tu esplendor, marcha, cabalga, por la causa de la verdad, la mansedumbre y la justicia.”
Es una visión profética referida al Mesías. Jesucristo va a Jerusalén; el esposo acude al encuentro de su amada cumpliendo así la profecía: “Decid a la hija de Sión: he aquí que viene a ti tu Rey, justo él y victorioso, humilde (manso) y montado en un asno, en un pollino, cría de asna” (Zac 9,9).
Dicen los Santos Padres que Jesucristo no cabalga solo; Él es el “Buen Samaritano” (Lc 10, 29-33) que recoge a cada uno de nosotros, heridos, arrinconados por nuestros pecados, por nuestras infidelidades, y montándonos sobre su propia cabalgadura nos lleva a la posada (la Iglesia) cuidando de nosotros y pagando todas nuestras deudas.
“Agudas son tus flechas, bajo tus pies están tus pueblos,
Desmaya el corazón de los enemigos del Rey”
El salmo nos remite al Cantar de los Cantares; las flechas van dirigidas al corazón de la amada: “estoy herida de amor” (Cant 2,5); y la hacen descubrir que el amor del esposo no puede ser apagado ni tan siquiera con las aguas de la muerte: “Porque es fuerte el amor como la muerte…Saetas de fuego sus saetas, una llama de Yahveh. Grandes aguas no pueden apagar el amor ni los ríos anegarlo” (Cant 8, 6ss). Estas saetas son como la palabra de Cristo resucitado que prendió el corazón de los discípulos de Emaús. “¿no estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba por el camino? (Lc 24, 32), pero sobre todo son figura del Espíritu Santo el día de Pentecostés “se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos…” (Hch 2,3). Ésta es la experiencia “pentecostal” que nos impele a la alabanza, a contar las maravillas que ha hecho el Señor en nuestras vidas, a no seguir escondidos por miedo al mundo que nos rodea, un mundo que nos critica al ver que somos débiles como cualquiera, que nos juzga y se burla de nosotros; a dar testimonio de lo que hemos visto y contemplar cómo son vencidos nuestros enemigos, nuestros burlones, nuestros demonios, miedos, complejos, … “desmaya el corazón de los enemigos del Rey”.
“Tu trono es de Dios para siempre jamás;
Un cetro de equidad,
el cetro de tu reino; Tu amas la justicia y odias la impiedad”
San Pablo en su carta a los Hebreos (1, 8-9), refiere estos versos a Jesucristo como verdadero y eterno Rey de Israel.. Y añade que “así como Él participó con nosotros de la sangre y de la carne…para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte y liberar a cuantos por temor a la muerte (todos nosotros), estaban de por vida sometidos a esclavitud” (Heb 2, 14-15).
En cuanto al temor a la muerte, no sólo es la muerte física. Se refiere fundamentalmente a todo lo que me destruye, me hace sufrir, lo que de algún modo me quita la vida; todo aquello que amenaza mi personalidad, que se enfrenta a mi voluntad, a mi proyecto. El hombre intenta ser, pero haciendo y buscando satisfacerse con mil cosas pasa el tiempo, y el tiempo le lleva a la muerte y eso el hombre no lo puede resistir. Ese temor a la muerte, a “no ser” lleva al hombre a someterse a una servidumbre al afecto, al poder, al prestigio, al sexo…. ¿A quién servir? Dice San Pablo que Jesucristo es el único Rey al que hay que servir, su trono Eterno y su “cetro de equidad” .
“Desde los palacios de marfil laúdes
te recrean.
Hijas de reyes son tus preferidas;”
Para San Agustín las “ Hijas de reyes” son las distintas comunidades constituidas por los Apóstoles que engendran hijos a través de la predicación del Evangelio.
Hoy esta realidad la vemos plasmada en los distintos movimientos, órdenes religiosas, parroquias y comunidades cristianas, que se constituyen en auténticos “palacios de marfil”, que son la morada de Dios, como lo es el corazón de cada hombre que le pregunta como San Pablo: ¿Qué quieres que haga?(Hch 9,6)
“A tu diestra, una reina en oro de Ofir”
Ofir era una región de la costa occidental de Arabia. De Ofir se extrajo el oro con que se adornó el templo de Jerusalén, se recubrieron las paredes del Santo de los Santos, se construyó el Arca de la Alianza (1Cro 29, 4; 1Re 15, 22). Por esta razón la tradición cristiana ve en ella una alusión a la Virgen María, nueva Arca de la Alianza, en cuyo seno se posó la Gloria de Dios.
“Escucha hija, mira, y pon atento oíd. Olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el rey se prendará de tu belleza. Él es tu Señor ¡póstrate ante él!
Toda espléndida, la hija del rey va adentro con vestidos de oro recamados; con sus brocados es llevada ante el rey.
Entre alborozo y regocijo avanzan, al entrar en el palacio del Rey
¡Cómo me recuerda todo este cortejo a mi propia experiencia al caminar en la Iglesia en la procesión del Domingo de Ramos, en el lucernario Pascual, en la entrada nupcial el día de mi boda! Muchos autores han visto en estos versos la Alianza de Dios con su pueblo: “Escucha Israel” (Dt 6,4), “Él es tu Señor, entrégate a él” (Sal 45,12).
San Agustín también lo apreciaba así, referido a la Iglesia que sería la novia, y a Cristo Jesús, el novio, resucitado de la muerte por amor a cada hombre
Es una invitación de Dios a la Iglesia para que, por la palabra de Cristo, que es espada cortante, abandone la paternidad engañosa del diablo y se entregue a su verdadero Rey*.
Sí, ésta es mi experiencia: el demonio se aprovechó de mi racionalismo rebelde y me alejó de la Iglesia, de Dios y de toda esperanza; se constituyó como mi padre (el padre de la mentira) y mi vida agonizaba. Por medio de la predicación del amor de Jesucristo he podido conocer la alegría de caminar como en un cortejo nupcial hacia los palacios del Rey en medio de un pueblo en fiesta “como marchaba… a la casa de Dios entre gritos de júbilo y loa” (Sal 42, 5)
Tanto la tradición hebrea como la cristiana han visto en este salmo inspirado por el Espíritu Santo el anuncio profético de las bodas de Dios con la humanidad. “Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo” (Ap 21, 2).
Esta Alianza es el modelo perfecto del matrimonio por sus dos cimientos: el amor y la fidelidad. El Génesis testifica que la ruptura entre el hombre y Dios repercute necesariamente en la separación entre hombre y mujer. Pero el amor humano al entrar dentro de la Alianza, queda regenerado y transformado.
El matrimonio cristiano es una fuerza grande y misteriosa, pero inestable, al estar apoyada en la fragilidad humana. El amor de Cristo es un don sacramental para cada cónyuge que puede acabar con todos los elementos quedestruyen el amor: egoísmo, orgullo, el propio interés, el mercado afectivo.
A nuestro alrededor vemos cómo la pareja humana fracasa y muchos creen que las que permanecen lo hacen sólo por cobardía o meros acuerdos. Pero muchos de nosotros conocemos esta experiencia de Cristo resucitando en nuestras miserias, alimentándonos con su amor por medio de la Palabra, de la Eucaristía recreando nuestro matrimonio en un amor que supera todo lo comprensible porque no nace de nosotros, sino de esa misteriosa Alianza en la que Dios se empeñó con nosotros, que se va forjando y se convierte en un amor indisoluble y definitivo.
Y, ante esta experiencia, quiero proclamar:
“¡Logre yo hacer tu nombre memorable por todas las generaciones, y los pueblos te alaben por los siglos de los siglos!”
* “Cantad al Señor” Comentarios a Salmos seleccionados. Pedro Latorre Aztaráin.
“Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén…,
engalanada como una novia ataviada
para su esposo”
San Agustín también lo apreciaba así, referido a la Iglesia que sería la novia, y a Cristo Jesús, el novio, resucitado de la muerte por amor a cada hombre
Es una invitación de Dios a la Iglesia para que, por la palabra de Cristo, que es espada cortante, abandone la paternidad engañosa del diablo y se entregue a su verdadero Rey*.
Sí, ésta es mi experiencia: el demonio se aprovechó de mi racionalismo rebelde y me alejó de la Iglesia, de Dios y de toda esperanza; se constituyó como mi padre (el padre de la mentira) y mi vida agonizaba. Por medio de la predicación del amor de Jesucristo he podido conocer la alegría de caminar como en un cortejo nupcial hacia los palacios del Rey en medio de un pueblo en fiesta “como marchaba… a la casa de Dios entre gritos de júbilo y loa” (Sal 42, 5)
Tanto la tradición hebrea como la cristiana han visto en este salmo inspirado por el Espíritu Santo el anuncio profético de las bodas de Dios con la humanidad. “Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo” (Ap 21, 2).
Esta Alianza es el modelo perfecto del matrimonio por sus dos cimientos: el amor y la fidelidad. El Génesis testifica que la ruptura entre el hombre y Dios repercute necesariamente en la separación entre hombre y mujer. Pero el amor humano al entrar dentro de la Alianza, queda regenerado y transformado.
El matrimonio cristiano es una fuerza grande y misteriosa, pero inestable, al estar apoyada en la fragilidad humana. El amor de Cristo es un don sacramental para cada cónyuge que puede acabar con todos los elementos quedestruyen el amor: egoísmo, orgullo, el propio interés, el mercado afectivo.
A nuestro alrededor vemos cómo la pareja humana fracasa y muchos creen que las que permanecen lo hacen sólo por cobardía o meros acuerdos. Pero muchos de nosotros conocemos esta experiencia de Cristo resucitando en nuestras miserias, alimentándonos con su amor por medio de la Palabra, de la Eucaristía recreando nuestro matrimonio en un amor que supera todo lo comprensible porque no nace de nosotros, sino de esa misteriosa Alianza en la que Dios se empeñó con nosotros, que se va forjando y se convierte en un amor indisoluble y definitivo.
Y, ante esta experiencia, quiero proclamar:
“¡Logre yo hacer tu nombre memorable por todas las generaciones, y los pueblos te alaben por los siglos de los siglos!”
* “Cantad al Señor” Comentarios a Salmos seleccionados. Pedro Latorre Aztaráin.