«En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”. Jesús respondió: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”». (Mc 9,38-43.45. 47-48)
Siento dirigida esta Palabra, en particular, a los que vivimos en la casa del Padre intentando servirle y tantas veces hacemos de ese servicio un montón de normas. El Papa Francisco es muy criticado dentro de la Iglesia porque el amor y misericordia que le ha enseñado Jesucristo rompe con normas y escrúpulos humanos. Claramente estoy muy de acuerdo con él cuando dice que cuando el cristianismo sirve a ideas en lugar de servir al hombre dejar de ser cristianismo. A Jesucristo le mataron por romper normas que los religiosos del momento habían impuesto al pueblo y estaban muy lejos de aquellos mandatos de vida que Jesús resume en el amor a Dios y al prójimo. No podemos excluir a nadie que no sea de nuestro grupo cercano si proclama con su vida al mismo Cristo, porque esto es ser cristiano y todo el que recibe a Cristo en los que viven como Él serán colmados. Por eso el Señor nos llama a luchar, en este mundo dual, tibio, mentiroso, a combatir por el Reino de los cielos.
Hay una Palabra, que siempre me impresiona y me ayuda en el combate diario, que pone de manifiesto el evangelista Mateo en 11,12: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan.» Es decir que de los que se hacen violencia es el Reino de los cielos.
Vivimos en un mundo en que todo es justificable, todo vale para satisfacer este cuerpo pasto de los gusanos y del fuego y podemos caer en la trampa de la tibieza, del espíritu samaritano: compartir a Dios con el resto de nuestros dioses. ¡Cuidado que te la juegas! Sal de la tibieza en el trabajo, cuando hablas, cuando ves la televisión, cuando te relacionas con personas de otro sexo, porque eso te aleja del Reino de los cielos y te pone borde de ser escándalo ante los que están cerca de ti observándote, esperando ver algo diferente en ti. El Señor nos llama a vivir con la misma radicalidad con la que vivió Él, basada en el amor y la misericordia y a cortar de raíz con todo lo que nos liga a este mundo materialista que vive para sí mismo y rechaza a Dios.
Ángel Pérez Martín