En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano.
Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (San Lucas 21, 29-33).
COMENTARIO
Poco se puede añadir como comentario a este brevísimo evangelio de hoy, porque está bien clara la necesidad de estar alerta, observar los signos de los tiempos, y no vivir descuidadamente enredados en los muchos problemas que presenta la vida, u obsesionados por aumentar el goce de satisfacciones y placeres nuevos.
Estos versículos son continuación de los pasajes evangélicos, que la liturgia nos presentó los días pasados, donde Jesús describe tiempos de desastres y conmoción en el mundo antes de su venida: guerras, pestes, catástrofes naturales. “Porque esto tiene que pasar” nos dice. Constatamos que no dejan de repetirse, guerras, enfermedades, terremotos, inundaciones y calamidades en diversos lugares de la tierra. Esas cosas nos han sucedido, nos están sucediendo, desde hace tres años.
Pienso que la venida a la que se refiere Jesús no es solo la profetizada visión de teofanía con espectacular séquito de ángeles. Creo que la palabra de hoy se refiere también a la llegada íntima de Dios a nuestra vida. Los momentos de conmoción por la tragedia, con víctimas y destrucción, hacen parar la rueda de la rutina y entrar en nosotros mismos para buscar respuestas y analizar los problemas. Jesús nos da una pista: “Sabed que está cerca el reino de Dios”, el reino definido, prometido en el evangelio, es Jesús mismo: Camino, Verdad y Vida, y está en nuestro interior. Como dijo san Agustín: “Noli foras ire in te ipsum redi in interiore ánima habitat veritas”. El Señor nos advierte para que estemos atentos y preparados porque si no, Él llegará y nos cogerá descuidados, como a las vírgenes necias.
No sabemos cuándo será la segunda venida de Jesús ni si estaremos aquí para presenciarlo, pero, los momentos más conmovedores e impresionantes, son buena ocasión para “tropezar” con el Dios interior, que siempre está ahí, casi envuelto en la hojarasca de nuestras “urgentes” preocupaciones.
El broche final lo ponen las palabras de Jesús afirmando la autoridad de su condición divina: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.