En el primer trimestre de 2009 ha habido en España 3.571 separaciones y divorcios; lo que supone 350 al día o uno cada cuatro minutos. Por comunidades autónomas, en donde más separaciones o divorcios hubo fue en Cataluña, con 6.149; y en la que menos en La Rioja, con 162. Cabe señalar que el número de matrimonios en España ha descendido en los últimos años, pasando de los 216.000 registrados en 2.004 a los 196.000 de 2008, lo que supone una bajada de más de un 9%.
La separación es una decisión que afecta también a los hijos, se nota en sus reacciones y, en muchos casos, para ellos es traumática. Es un momento que se caracteriza por una fuerte confusión emotiva, difícil de superar para la mayoría de los niños.
La separación es el resultado de un proceso más o menos largo, en el que se va originando una crisis en la pareja y en la que los hijos también se ven inmersos. Este período de gestación de la crisis, planteamiento y decisión de la separación, que suele estar lleno de discusiones o violencia, es más conflictivo para los hijos que el que luego sigue con la separación, ya que deja en ellos una huella imborrable, aunque de mayores no lo recuerden. El apoyo de los abuelos es muy importante durante la crisis y posteriormente a ella.
reacciones ante la ruptura conyugal
Desde los primeros meses de vida y hasta aproximadamente los cinco años, el niño o niña comienza a establecer un proceso de identificación con sus padres que será sumamente importante para la formación de su personalidad. Necesita observar, imitar y desear ser como su padre o su madre, aprender todo de ellos.
Pero si está viviendo una situación conflictiva prolongada, asimilará durante varios años un modelo negativo, lo cual desencadenará en él un choque afectivo por la presión que siente al tener que tomar partido por el padre o por la madre. En esta situación, en la que vive una baja o nula expresión afectiva entre sus padres, suele ser frecuente que ambos progenitores traten de convertir al hijo en un “aliado” contra el otro, proceso que provoca en el niño múltiples tensiones que en muchos casos nunca superará.
En esta realidad el niño ve que el amor entre sus padres ya no existe. Este es el mejor caldo de cultivo para que el niño desarrolle una inmadurez emocional. Él no lo entiende, pero lo vive, lo soporta y sufre en silencio o con lágrimas. En esta fase de conflicto, los niños están obligados a vivir cada día una situación de ambivalencia y dualidad afectiva (el amor entre los padres no está unificado para él, cada uno de los padres, por separado, intenta atraer al niño).
Son muchos los episodios cotidianos en los que el niño observa disgustos, indiferencia, discusiones, etc., expresión de fuertes tensiones emotivas entre los padres e intenta comprender quién es el culpable de esta situación. Cuanto más frecuentes sean éstos, más le marcarán al niño, pues le harán perder la confianza fuerte y sólida que tenía en sus progenitores.
El niño de entre dos y cinco años no es del todo consciente de lo que ocurre en casa y, aunque no lo entienda, sí percibe los cambios: le afectan mucho las discusiones, manifestaciones hostiles o indiferencia expresada por sus padres. La vida familiar sufre muchas modificaciones en cuanto a las relaciones con hermanos, cuñados, suegros, etc., que el niño nota, creándole una sensación enorme de confusión. Siente que lo pierde todo pero no sabe por qué.
En esta edad casi todas las reacciones del niño son inconscientes. Su forma de reaccionar ante la tensión de casa y de expresar la ansiedad es mediante el llanto, miedo, pis en la cama, pesadillas, etc., dejan de gustarle sus juguetes, habla poco o no juega con otros niños.
conmoción emocional
El niño ante la ruptura de los padres, lo primero que percibe es la pérdida de los sentimientos de protección y de pertenencia, precisamente cuando necesita todo lo contrario: recibir de ambos progenitores un afecto fuerte y unido.
Con la separación comienza a percibir una sensación de abandono y a vivir la familia como algo que le causa daño o insatisfacción, que le produce ansiedad, angustia, falta de apoyo y de afecto, etc. El niño vive en una situación de carencia afectiva porque los padres están limitados en su capacidad de dar.
No hay ninguna edad en que la quiebra de la relación conyugal no influya en los hijos. Los síntomas psicológicos no aparecen al principio, sino que empiezan a manifestarse poco a poco. Lo primero que se ve afectado son los sentimientos del hijo y sus reacciones emocionales, además de aspectos concretos de la conducta que dificultan su maduración psicológica.
Comienzan a surgir problemas en su aprendizaje, en su lenguaje, en sus juegos, etc. Pueden aparecer incluso trastornos o dolores, alteraciones en sus hábitos alimenticios, problemas de sueño, inestabilidad emocional, dificultad para controlar los esfínteres, problemas de adaptación y sociabilidad, y, en general, dificultades en la relación con su ambiente inmediato, como por ejemplo una clara apatía hacia todo.
Es frecuente que tras la separación el niño se sienta culpable, volviéndose especialmente más sensible o más agresivo. Son las dos formas más frecuentes que tiene para reaccionar. El niño sólo entiende que uno de sus padres ya no está en casa y culpa inconscientemente al padre o madre con quien vive. En esta edad, el niño descubre al progenitor del sexo contrario y desarrolla frente a él sentimientos de ambivalencia (amor-admiración-odio).
En esta fase es muy frecuente que el niño comience a ser más agresivo y violento, a tener más rabietas y una larga lista de conductas negativas. Su capacidad de aprendizaje y comunicación disminuye y de ahí que sea tan frecuente el fracaso escolar o la mera dificultad para estudiar. Su personalidad se hace más insegura y se le nota falta de confianza en sí mismo y en los demás.
inestabilidad afectiva
Respecto a los adolescentes con padres separados, es muy frecuente que necesiten tratamiento psicológico, debido a la dualidad afectiva que han vivido y el esfuerzo de adaptación y ajuste emocional que han tenido que realizar, y que desgraciadamente en pocas ocasiones consiguen. Por esta causa, su estabilidad emocional se verá mermada hasta pasada la adolescencia o para siempre.
Muchos estudios realizados con hijos de padres separados han demostrado que éstos manifiestan diferencias significativas en diversos factores de personalidad: inseguridad, ansiedad y angustia, inmadurez afectiva, rigidez obsesiva, sensación de irrealidad, ánimo deprimido, temor excesivo a las amenazas, sentimientos de culpa, timidez y bloqueo de la sociabilidad, inestabilidad, tensión nerviosa, taquicardias, temblores, hipersudoración, enuresis (pis nocturno), falta de motivación generalizada, miedo al futuro, etc.
Cuando la separación se produce y los hijos son ya mayores, el daño causado también recae en el área de la afectividad, la estabilidad emocional y en la personalidad.
inesperado cambio de rutinas
Después de la separación, los niños viven muchas situaciones que no entienden. Estas son las más frecuentes y las que más le afectan:
- No puede comprender que tenga que pasar un tiempo fijado con el padre y otro con la madre.
- Vive frecuentemente en una situación donde los padres no se hablan, no se comunican, o peor incluso, cada uno le habla mal del otro.
- Normalmente, ve a sus padres de peor humor que antes, nerviosos o en tensión.
- Ve que nunca su padre alaba a su madre y al contrario lo mismo.
- Ya no puede expresarse libremente con sus padres como antes.
- En muchas ocasiones, los padres tienden a ser más rígidos con él, o al contrario, excesivamente permisivos.
- Ha perdido todas las actividades que antes hacía con los dos padres a la vez.
- Con frecuencia el niño coopera menos en casa, le cuesta más asumir responsabilidades y se vuelve más inseguro en todo.
- Ya no puede aprender el modelo de amor, dulzura, amabilidad, que había antes entre sus padres.
- Suele cambiar de gustos y aficiones. Le cuesta más tomar decisiones.
- Ahora vive en dos ambientes diferentes, en dos hogares distintos; aspecto éste muy complicado para integrar en su mente.
- Se ve obligado a renunciar a la imagen de los dos padres escuchándole o respondiendo a sus preguntas.
- En muchos casos los padres intentan compensar estas situaciones accediendo a todos los caprichos del niño para evitar frustraciones. Esta actitud le hace más daño al niño.
- Se ha alterado el equilibrio emotivo que antes tenía hacia el padre y la madre como una sola familia.
- Muchos niños de padres separados han visto tantas conductas agresivas en la destrucción de la familia, que le harán reaccionar en uno de los dos sentidos; siendo muy tímido e inseguro o excesivamente agresivo.
familia: base y pilar del desarrollo humano
En definitiva, cuando la familia se destruye, lo primero que se ve afectado son los sentimientos de los hijos y su conducta, ya que presentan síntomas emocionales que dificultan su maduración psicológica.
La familia es la célula básica de la sociedad. Es la principal escuela donde se aprenden los valores que regirán la vida de cualquier persona. En la familia se siembra la semilla que luego determina el comportamiento social, afectivo y laboral. Es en la familia donde se aprende la obediencia, el sentido de responsabilidad, la preocupación y comprensión por los demás, la ayuda al otro, la demostración del amor, etc.
Se ha comprobado que la salud de una sociedad se mide por la salud de las familias; por eso, todo ataque a la familia es un ataque directo a la sociedad en su conjunto.
La Sagrada Familia de Nazaret es el mejor modelo de familia cristiana. La Virgen María, Madre de la Iglesia, es también Madre de la “Iglesia doméstica”, que es la familia cristiana. En esta “Iglesia doméstica” la familia cristiana descubre lo que debe hacer y el modo de comportarse para la santificación y la plenitud humana de cada uno de sus miembros. En ella aprendemos a escuchar, a observar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla y humilde manifestación del Hijo de Dios entre los hombres.
Que con la ayuda de la Virgen María, Madre de la Iglesia y Madre de la “Iglesia doméstica”, cada familia cristiana pueda llegar a ser verdaderamente una pequeña Iglesia de Cristo. Que sea Ella, nuestra Madre del Cielo, ejemplo de acogida humilde y generosa de la voluntad de Dios para todas las familias cristianas.