Según la oficina de Estadística de la Diócesis de Munich y Freising, de la que es arzobispo el cardenal Reinhard Marx, el último año abandonaron la Iglesia un número récord, informa la agencia CNA.
Son 10.744 los católicos que apostataron formalmente en 2019 en la Diócesis de Munich y Freising, un quinto más que en 2018 (8.995). Según la oficina de estadística en cuestión, es la primera vez que las bajas anuales superan la cota de los 10.000 desde que empezaron a registrarse las apostasías. El récord anterior es de 1992, 9.010.
La diócesis es responsabilidad del cardenal Reinhard Marx, iniciador del llamado ‘camino sinodal’ emprendido por la Conferencia Episcopal alemana de la que era presidente hasta hace unos meses. Marx es, asimismo, miembro del exclusivo consejo de cardenales que asesora al Papa y responsable del área económica vaticana.
Ignoraba cuáles puedan ser los criterios para cubrir de honores y dotar de influencia sobre la cúpula eclesial a un prelado pero, cuando se trata de un sucesor de los Apóstoles responsable, en principio, del alma de los fieles de una diócesis, uno pensaría que el mantenimiento, sino el incremento, del rebaño encomendado debería servir como criterio, siquiera tangencial.
Es cierto que los nuevos apóstatas dan una serie de razones para su decisión que no parecen tener mucho que ver con la actuación de su obispo, tal como su deseo de dejar de pagar el oneroso Kirchensteuer o impuesto religioso, para lo que es obligado renunciar, al menos de palabra, a la fe católica; o los abusos sexuales protagonizados por clérigos. Pero en todos los ámbitos de la vida humana, eclesiales o seculares, cuando un ‘departamento’ ofrece unos ‘resultados’ especialmente deprimentes -y se me ocurren pocas cosas más deprimentes que una riada de apostasías-, el responsable suele hacerse, bueno, responsable.
Pero hay una evidente desconexión en esto, con la propaganda oficial hablando de ‘primaveras’ y ‘renaceres’ que, con los números delante, suenan francamente a macabro sarcasmo.